Durante las primeras semanas en las que la pandemia del COVID-19 empezó a atacar al país -y al mundo- desde los balcones cayeron aplausos. Los trabajadores de la salud son los que, desde el inicio, son los que están en el frente de batalla y los que, además, se llevan los -merecidos- elogios. También existen otros trabajadores esenciales que, en el medio de la peor crisis sanitaria, salieron a la calle y mantuvieron el funcionamiento.
Desde hace varias semanas, el trabajo de médicos, enfermeros, camilleros y todo el sector salud volvió a tener visibilidad debido al aumento de casos de coronavirus. Lo mismo ocurrió con el trabajo docente en diferentes puntos del país que, con la virtualidad incluida, han redoblado los esfuerzos para poder mantener la enseñanza. Pero también existen algunos trabajadores silenciosos que mantuvieron en pie diversas actividades con protocolos, distintas, pero que son pieza clave del andamiaje de una ciudad.
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Los recolectores de basura
Marcos Campos se levanta todos los días a las tres y media de la mañana. Se sube al colectivo en Ramos Mejía y llega hasta su lugar de trabajo. Tarda, aproximadamente, una hora. O una hora y media depende el tránsito. Durante toda la pandemia estuvo en el frente de batalla como recolector de residuos. “Nosotros no paramos, al contrario. Tuvimos un poco más de laburo porque había compañeros que tenían dispensa por enfermedades. Diabetes, sobrepeso u otras enfermedades”, contó a El Destape.
Atrás del camión, como recolector, los protocolos son: spray en las manos, barbijo, traje y distanciamiento. Marcos los cumple a rajatabla: “Tengo un bebé que nació en pandemia. Lo único que quiero es llegar bien”. Su lugar de trabajo es rondando los bosques de Palermo, cerca de la zona de boliches. “Mirá, ahora hay poca gente. Pero desde septiembre, durante el verano. Era como que estaba todo liberado. No había control de nada. Hasta hace dos semanas era todo 'normal' ahora parece que están todos guardados”, sostuvo.
A lo largo de la pandemia, a Marcos le tocó tener COVID. No sabe si se contagió en el trabajo o en el colectivo. “No le tengo miedo al virus, pero si respeto. No quiero que nos pase nada a mi y a mi familia”, sostuvo. Antes, cuando el virus recién llegaba al país, los cuidados eran distintos: “Nos tiraban alcohol en las bolsas para cuidarnos, o ponían cartelitos. Eso ya no corre más, ahora se olvidaron todos”.
El Delivery esencial
La moto llegó a horario. Como siempre. Tiene, en la parte de atrás, una mochila de Pedidos Ya, pero usa una campera de Rappi. Henry es venezolano. “Ahora, por suerte, estamos otra vez con mucho trabajo. Las restricciones a nosotros un poco nos conviene”, contó a El Destape. Trabaja en la zona de Villa Luro y Liniers, pero no quiere salir en foto: “No sé. Si digo algo quizás me juega en contra”, pero permitió sacarle a la moto. “Estamos con más horarios, pero estamos nosotros mismos. Nuestro alcohol en gel, nuestros cuidados, nuestros barbijos. Es como que no nos entregan nada, todavía”.
Durante los primeros días de la pandemia, el sindicato de repartidores pidió que haya más controles, protocolos e implementos para cuidarse del virus en las calles. Son muy pocas las veces que eso se respeta. Los alcoholes son comprados por los trabajadores, los barbijos también. “Nosotros somos autónomos. O esos nos dicen, pero la verdad es que estamos a la suerte". El sector gastronómico, sin duda, fue uno de los que más sufrió las restricciones y, justamente, él sabe el valor que tienen para esos sectores y por eso agrega: "Lo bueno es que los restaurantes sí respetan algunos protocolos y nos dan una mano también”.
Los trabajadores del Transporte
“Yo esto lo sigo muy de cerca. Mi familia, un 50% es personal de salud y el otro 50% es colectivera. Así que estamos todos en el frente de batalla, de dos maneras diferentes”, indicó Erica Borda a El Destape. Madre de cuatro hijos y abuela de tres nietos, todos los días, Erica se sube al 130 y arranca su jornada de trabajo. LA empresa, en este caso, le brinda todo lo que necesita: barbijo, alcohol, protector de vinilo para los pasajeros. Todo. Pero aun así, siempre es complicado mantener el protocolo: “Es difícil porque aumentó la cantidad de gente que viaja y la aglomeración se hace inevitable. Entre la desesperación de todos que quieren volver a casa. Es complicado”, reflexionó y, además, agregó: “Muchos priorizan llegar rápido a la casa antes que el virus”.
La gente se enoja. Puede ser por tener que viajar apretado, sin distancia, en el colectivo o, incluso, porque se quiere subir y el colectivo está lleno. La situación para los choferes es complicada de manejar. “Tenés que tener empatía, uno piensa en lo que les pasa a ellos. Pero también te arriesgas vos. Nosotros nos cuidamos, pero te terminás arriesgando”.
Sus hijas son enfermeras, están en la primera línea de la batalla y la preocupación es permanente. “Hay cuidados, protocolos. Si, estamos atentas. Pero también es como se predispone el organismo”, sostuvo y, además, se aleja un minuto del volante y las ruedas: “Los 6.500 pesos para los trabajadores de salud es poca plata”. Entre esenciales se conocen. Más allá de esta situación puntual, Érica también contó cómo es trabajar en medio de la pandemia y con la gente: “No es fácil. Hubo un cierto afloje de todos. Porque también se quieren subir todos, bajamos un poco los protocolos. Yo no. Porque se bien lo que pasa, pero hay mucha gente que todavía no lo entiende. Porque no les tocó”.