Farmacoop, la cooperativa que dio batalla y ahora fabrica test del CONICET

Es el único laboratorio recuperado por sus trabajadores en el mundo. Más de la mitad de la planta está conformada por mujeres, luego de la decadencia durante el macrismo lograron poner la empresa de pie.

29 de enero, 2021 | 09.59

Las reinvenciones de las cooperativas durante la pandemia se multiplicaron. Con audacia y nuevas ideas, miles de trabajadores encontraron la vuelta para subsistir. Entre todas ellas, Farmacoop se destacó por un resultado: serán la primera cooperativa que realizará un test para detectar COVID-19 desarrollado por el CONICET. 

En medio de la crisis que vive el país como consecuencia del coronavirus las cooperativas siguen buscando diferentes formas de sobrevivir. Los esfuerzos para mantenerse en pie se multiplicaron. Tal cual contó Matías Colombatti en una nota en este mismo medio, en octubre de 2020, un  87% de las cooperativas de trabajo seguían en funcionamiento. De ellas un 70% solicitó algún tipo de auxilio del Estado. Bajo esa situación, una de las tantas que logró reinventarse fue Farmacoop, que con iniciativa y creatividad llegó a tener el respaldo de CONICET.

El caso de Farmacoop (o ex Roux-Ocefa) es único. Es el primer laboratorio farmacéutico del mundo recuperado por sus trabajadores. En 2016 la empresa tenía 450 trabajadores y dos plantas de producción, pero ese mismo año entró en convocatoria de acreedores. Desde ese momento hasta la actualidad hubo: ocupación de las plantas, lucha, acampes, vigilias y trabajo. Luego de una resolución judicial la cooperativa llegó al ansiado objetivo de poder hacerse cargo de la empresa a mediados de 2019. “Apenas llegamos era todo un desastre, tuvimos que entrar con un destornillador. Pusimos durlock, tuvimos que limpiar la mierda que había porque, literal, estaba lleno de perros. Y nos pusimos a trabajar para acondicionar y preparar la habilitación”, recordó a Bruno Di Mauro, presidente de la cooperativa, a El Destape.

Durante todo ese año se levantaron las clausuras de las dos plantas: Villa Lugano y Villa Luro. Trabajaron, limpiaron y consiguieron algunas habilitaciones para fabricar insumos puntuales. Cuando tenían todo listo para empezar a producir medicamentos pasó lo inesperado. “Íbamos a habilitar la producción de medicamentos justo en marzo de 2020, pero nos agarró la pandemia y no pudimos. En ese momento se paralizaron las habilitaciones”, contó a El Destape Bruno Di Mauro. Tuvieron que encontrarle la vuelta una vez más. Porque de eso dependía el futuro de la cooperativa. Hicieron una línea de alcohol en gel, otra de de alcohol al 70% y, por último, una línea de barbijos junto a varias cooperativas textiles.

La pandemia obligó a mutar. Todo el grupo de trabajo de Farmacoop lo entendió a la perfección. Después de estabilizarse con insumos básicos para pelear al COVID-19 se animaron y fueron detrás de un sueño. Se presentaron para ser fabricantes de un test rápido serológico para detectar coronavirus desarrollado por CONICET. “Lo vimos, lo pensamos y dijimos 'che hagámoslo. Era de mucha complejidad, nosotros estamos medios locos. Ni mi vieja pensaba que lo podíamos hacer, pero nosotros estábamos convencido y fuimos. Tenemos una planta productiva muy buena. Conseguimos un inversor privado que nos dio la máquina y fuimos. Y lo conseguimos”, se enorgullece Di Mauro.

El test, que se comercializará bajo el nombre FarmaCov, ya fue aprobado por la ANMAT. Se creó con la finalidad de encontrar individuos infectados y trazar redes de contactos. Son similares a los test de embarazos y con solo una gota de sangre permite obtener los resultados en tan solo cinco minutos. Este desarrollo se convirtió en un salto para la cooperativa. “Nos permite un nivel de retiro que nos da oxígeno a todos. Podemos también, si queremos, reinvertir y generar otros proyectos, pero más allá de lo económico es un orgullo gigante”, sostuvo Di Mauro y añadió: “Acá tenemos de todo. Hubo un montón de gente que se jugó y se la siguió jugando. Es muy lindo ver a las compañeras más grandes que están desde hace mucho, que las dejaron sin trabajo y ahora se alegran e inflan el pecho por lo que hicimos”.

Las compañeras que, después de la quiebra, se quedaron a pelearla son mayoría. Las mujeres son más del 50% en el plantel de Farmacoop. Muchas de ellas son mayores de 50 años que, en el momento en el que la empresa empezó a caer, se pusieron al frente. Edith, por ejemplo, arrancó a trabajar en 1983. Durante más de treinta años estuvo en el laboratorio y la despidieron cuando comenzó la debacle, pero en charla con este medio, dijo: “Esto es un orgullo. Seremos treinta mujeres entre los cincuenta trabajadores y muchas somos grandes. Yo soy una de las más grandes, pero hay varias. Y todas estamos orgullosas porque hicimos algo que es un sueño. Es mi segunda casa”.

La lucha fue doble. La presión de las familias, de los maridos y de algunos compañeros varones para que dejen de pelear por lo que, para muchos, era una causa perdida era intensa sobre las mujeres. “Mi marido me apoyó, pero en mayor o menor medida, todas tuvimos alguna presión así. O cuando íbamos a hacer vigilias o nos quedábamos a la noche en la fábrica”, recordó Edith. Con largas guardias nocturnas y acampes, las mujeres de la cooperativa tuvieron un rol preponderante en la recuperación de la empresa y ahora, todos juntos, disfrutan de su éxito.