El Barrio Cristo Rey, ubicado en Melchor Romero (La Plata), es un barrio de casillas, estructuras de chapa y algunas de material, las últimas contadas con los dedos de la mano. Las calles son de tierra, en la escuela saben que los niñes los días de lluvia no van porque las calles se inundan y está todo embarrado. No cuentan con agua potable, ni gas y hace pocos meses llegó la luz a algunas manzanas. Actualmente no hay un censo actualizado de la cantidad de habitantes, pero se calculan 400 casas. Lxs vecinxs se ayudan entre sí para ir armando las casillas cuando llegan al terreno. Belén Sepúlveda llegó al Cristo Rey hace 5 años, tiene 35, es madre soltera de tres hijos y trabaja en la cooperativa Auge de La Plata, que se ocupa de la instalación del alumbrado y los tendidos eléctricos en el barrio. Tal vez te suena su nombre, estuvo el 1ro de marzo en la apertura de sesiones ordinarias en el Congreso, el presidente Alberto Fernández destacó su historia.
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Hace casi una año, Belén volvía de traer a sus hijos de la escuela y escuchó un revuelo en la calle de tierra que da a su casa. Estaba Victoria Tolosa Paz recorriendo el barrio. Inmediatamente, y por ser “caradura” como ella se describe, se dirigió hacia la actual ministra de Desarrollo Social, la encaró, y le contó su situación desesperada: estaba sin trabajo, con tres hijos y en situación de violencia de género verbal, psicológica, económica. Según Belén, gracias a esa charla, la llamaron para trabajar cuando la cooperativa se instaló. Desde noviembre es trabajadora de Auge: “mi hijo dice que soy electricista, pero soy asistente, alcanzó las cosas. Me enseñaron a poner tomas, llaves, luces, empalmar,aprendí de todo”, detalla en diálogo con El Destape.
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Sobreviviente
Belén es madre soltera y se hace cargo de sus tres hijos. Hace 10 años tomó una de las decisiones más importantes de su vida, denunciar a su agresor, el padre de lxs niñxs. “Estuve mucho tiempo con un proceso de perimetral, a mis hijos nunca los tocó, pero a mí sí me golpeaba”, cuenta. Sus amigas y su hermana la alentaron a llevar adelante la denuncia, la acompañaron y cobijaron en sus casas cuando necesitó. “Un día me pegó mal, fue para unas fiestas, yo estaba en el piso, me acuerdo que vino mi nena y me dijo mamá vámonos porque le tengo miedo a papá, ahí me di cuenta que debía irme porque me iba a matar”, recuerda Belén y agrega que en ese momento se dió cuenta que él no iba a cambiar “yo siempre esperaba que él cambie, porque me lo prometía, me fui alejando y logré salir sola con mis hijos”. A partir de ahí se hizo cargo de las tareas de cuidado, la escuela, la ropa, los eventos importantes de cada unx, a todo eso se sumó conseguir un lugar para vivir. Trabajó de ayudante de albañil, electricista, en quintas de familias productoras, pegando membrana, de niñera. Pasó por casas de amigas y familiares, hasta que una conocida le ofrece un terreno en Cristo Rey, ella no lo duda y se muda a la barriada, a una hora en colectivo desde el centro de la Plata. La parada esta a 10 cuadras “cuando llegué mi hija era muy bebé y tenía que caminarlas con ella upa, me costó demasiado acostumbrarme”.
Los primeros días Belén lloró, mientras se ocupaba de conseguir maderas y unas chapas para armar la casilla con su hija en brazos. Sobre el piso de tierra desplegó su bolso, el cochecito, las cosas que le habían regalado su hermana, sus amigas y lo que fue consiguiendo gracias a la ayuda de los vecinos. En un principio no tenía baño, ni agua, ni luz. De a poco se fue armando, en ese camino el empuje de la comunidad del Barrio Cristo Rey fue clave para sobrellevar esos primeros meses “si la gente que está acá pudo yo también voy a poder, me decía a mi misma”. Hoy, después de 5 años, la casa tiene contrapiso, dos piezas, una cocina comedor y un baño chico “amo mi casa porque la hice con tanto amor, tanto sacrificio”, expresa Belén que se da maña para el trabajo manual y se puso al hombro desde el inicio la construcción de su hogar. “Le pedí un vecino que me diga cómo tenía que clavar las maderas, me contó como hacer para que no entre agua cuando llueve y de a poco con la ayuda de mis hijos, uno tenía la madera y yo iba clavando, cinco maderas un día, cinco otro, fui terminando”. Cuado junto algo más de plata con un trabajo como niñera compró las chapas, otras las recicló. El objetivo de este año es terminar su casa “como no hay buena tensión de luz, el frío se siente más, quiero comprar ladrillos de a poco para poder estar bien para el invierno y no pasar frío porque acá se pone helado”.
El riesgo de la precariedad
Desde la cooperativa se ocupan de mejorar las instalaciones del barrio, Belén asegura que trabajar ahí le cambió la vida por que apareció en un momento en el que la estaba pasando mal, sin trabajo, sin cuota alimentaria por parte de su ex, sobreviviendo con changas y la Asignación Universal por Hijo. Además lleva adelante un trabajo para mejorar la calidad de vida de sus vecinos. “Antes vos venías de noche por acá y no veías nada, tenías que estar alumbrando con un celular, lo que hacemos es instalar el alumbrado. Aprendo mucho y mejoramos el barrio”, recordó. Auge se creó bajo el programa Obras Tempranas de la Secretaría de Integración Social y Urbana del Ministerio de Desarrollo Social, sin embargo son muchos los recursos que faltan y que hacen que sea un riesgo vivir en Cristo Rey.
La mayoría de los vecinos compran agua, porque a la que pueden acceder es de pozo y siempre está contaminada. El mejor horario para bañarse es a las siete de la tarde, cuando empieza a salir un poco de agua del grifo, lo que sobra lo usa para regar el rosal y algunos cactus, baldea afuera o la usa para el baño. Además, no todos tienen luz, hasta el momento, según el censo que hizo Belén en febrero hay 180 casas con instalaciones, pero son más de 400, aunque es un número que va fluctuando.
“Gracias a nuestro trabajo evitamos incendios”, reconoce Belén y repasa los últimos accidentes graves: el incendio de una casa a fin de año y la muerte de una adolescente de 15 años cuando intentó cargar un celular. Muchos no tienen térmica ni disyuntores, y la cooperativa se ocupa de hacer esas instalaciones. “Cuando entramos a una casa para cambiar los cables viejos, poner luces, te reciben con la mejor, están todos esperando que nosotros golpeemos y digamos hoy te toca tu casa”.
Belén se levanta a las 6 de la mañana, prepara a sus hijxs para la escuela, los lleva y se va directo a la cooperativa. Corta para el almuerzo, después del mediodía cuando busca a los niños y les hace el almuerzo. A la tarde vuelve a entrar, mientras sus hijxs quedan al cuidado de una vecina. Asegura que está en un gran momento, algo que le costó muchos años de trabajo “el presidente dijo que la cooperativa me cambió la vida, tiene razón, por eso lloré, hoy gracias a este trabajo puedo darle una buena calidad de vida a mis hijos, tengo un sueldo y estoy construyendo mi propia casa”, dice con una sonrisa que puede escucharse en sus palabras.