Fenómenos climáticos, deforestación, sequías, corrientes de aire, alta y baja presión atmosférica, deterioro de la capa de ozono y el efecto de los gases invernaderos: todas palabras del nuevo decálogo de la incipiente década que comenzó con una pandemia y que promete ponerse cada año más caliente. Con el recuerdo inmediato del 2023, nada más y nada menos que el año más caluroso jamás registrado, donde la temperatura del planeta estuvo casi 1.5°C por encima de los niveles preindustriales y las concentraciones de dióxido de carbono y metano marcaron niveles récord,
La actividad humana tiene un papel central en el cambio climático, y este fenómeno está impulsando el aumento de las temperaturas y la frecuencia de eventos extremos como olas de calor. Pero, ¿cuáles son los factores que determinan este escenario de veranos sofocantes? El Destape habló con investigadores y especialistas para saber qué esperar y qué hacer cuando vuelva el calor.
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El impacto de los gases de efecto invernadero
“El principal responsable del ascenso de las temperaturas globales es el aumento de los gases de efecto invernadero, especialmente el dióxido de carbono (CO2), que se genera a partir del uso de combustibles fósiles como el petróleo, el gas y el carbón. Por otro lado, el metano, liberado principalmente por la actividad agrícola, también contribuye al calentamiento global” sostiene la Dra. Carolina Vera, investigadora principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en el Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera (CIMA, CONICET-UBA)
Según Vera, estos gases actúan como una manta que retiene el calor en la atmósfera, generando el calentamiento global. Esto no solo afecta las temperaturas, sino que altera los patrones climáticos a nivel mundial. En el caso de Sudamérica y particularmente Argentina, este cambio provoca un aumento en la frecuencia e intensidad de las olas de calor, además de otros fenómenos climáticos extremos, como lluvias torrenciales en algunas regiones y sequías prolongadas en otras.
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“En Argentina, las tierras forestales se transforman en áreas para cultivos y pasturas, lo que altera la capacidad de los ecosistemas para regular el clima. La deforestación, generalmente a través de quemas, reduce la capacidad de los bosques para absorber dióxido de carbono, agravando el problema del calentamiento global” sostiene Vera.
Aunque los efectos de la deforestación sobre el clima no se ven de inmediato, la experta advirtió que estos cambios son acumulativos y se hacen evidentes a lo largo de décadas, generando una tendencia a veranos más calurosos en el futuro.
Un futuro de película que no es tan lejano
Tras ser consultado por El Destape, Juan Rivera, investigador del CONICET en el Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales, comentó que en relación a los impactos del cambio climático, la salud humana sin dudas es un aspecto a destacar. Hay umbrales térmicos que pueden afectar la salud no solo de grupos de riesgo como adultos mayores, niños o enfermos crónicos, sino que también de grupos considerados como saludables.
“Algo que ya vivimos pero que se acentuará cada vez más son los problemas para el acceso a agua potable, la aparición más frecuente de colores imposibles de tolerar, sequías, inundaciones, también se presentarán problemas en la existencia de alimentos, baja calidad de los mismos”, alerta Rivera.
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Las denominadas "noches tropicales", aquellas en las que la temperatura mínima se encuentra por encima de los 20°C, tienen un fuerte impacto en el descanso, afectando las horas de sueño e impactando luego en las actividades cotidianas, sobre todo en lugares que carecen de adecuada infraestructura para aclimatar los ambientes. “Vimos el marcado incremento de casos de dengue en la última temporada de verano y es un escenario que podría repetirse de continuar las condiciones que favorezcan la reproducción del mosquito” comenta el investigador.
Según el especialista los impactos de los fenómenos climáticos extremos se evidencian en la agricultura. Tal vez el caso más resonante fue el de la última sequía multianual que afectó a la región pampeana, generando complicaciones además en la navegabilidad del río Paraná, lo cual impactó en el transporte de granos para exportación. Además, la falta de lluvias suele coexistir con fenómenos como olas de calor, que incrementan la evaporación y generan un aumento en la demanda de agua para satisfacer las necesidades de la vegetación y los cultivos.
Fenómenos como El Niño y La Niña
Otro aspecto importante que influye en la variabilidad del clima en Argentina es el fenómeno de El Niño y La Niña, que son fases de un mismo ciclo climático en el pacífico ecuatorial. Según Carolina Vera, El Niño aumenta la temperatura de la superficie del mar, lo que tiende a generar veranos más lluviosos y frescos. En contraste, La Niña disminuye la temperatura del océano, lo que favorece veranos más secos y calurosos.
“Este fenómeno tiene un impacto directo sobre el clima del hemisferio sur y, en particular, sobre el sur de Sudamérica. Durante los eventos de La Niña, como el que actualmente afecta a gran parte del país, es más probable que se presenten olas de calor y sequías, lo que refuerza la tendencia a veranos cada vez más extremos” comenta Vera.
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Además de la influencia humana, el clima tiene una variabilidad natural. Esto significa que, aunque los gases de efecto invernadero y la deforestación impulsan un calentamiento global sostenido, factores como la temperatura de los océanos y los patrones de presión atmosférica pueden hacer que un verano sea más cálido o más fresco que otro.
Sin embargo, esta variabilidad natural no compensa los efectos del cambio climático a largo plazo. Al contrario, “las actividades humanas están amplificando los extremos climáticos, haciendo que veranos más calurosos se vuelvan la norma”, remarca la investigadora del Conicet.
Las actividades humanas están contribuyendo a que los veranos sean cada vez más calurosos y extremos. La quema de combustibles fósiles, la deforestación y fenómenos climáticos como La Niña impulsan olas de calor más frecuentes y de mayor intensidad, que tendrán un impacto significativo en la vida cotidiana de las personas, desde la salud hasta la producción agrícola.
“Los efectos de nuestras acciones sobre el clima no se verán de un verano a otro, sino a lo largo de décadas. La tendencia está clara: los veranos futuros serán cada vez más sofocantes, con menos lluvias y más calor extremo, a menos que se tomen medidas urgentes para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y frenar la deforestación” concluye Vera.