Argentina tiene el 50% del territorio afectado por sequías: La Niña y la deforestación, las causas

Un informe alertó sobre la crítica situación en el país. Si bien el fenómeno es multicausal, expertos apuntan al fenómeno de La Niña, favorable para la propagación de incendios, y al proceso de desforestación de selvas y bosques. 

10 de enero, 2023 | 20.56

Un informe realizado por el Sistema de Información sobre Sequías para el Sur de Sudamérica (Sissa) reveló que Argentina tiene casi el 50 por ciento del territorio afectado por la sequía. El fenómeno de La Niña y las bajas precipitaciones hacen que el país registre un “evento con impacto sin precedentes”, alertaron desde el Sissa. "El proceso de deforestación va determinando la aparición de zonas desertizadas que difícilmente se puedan volver a recuperar cuando se pasó el umbral de la capacidad de resiliencia", señaló ante El Destape, Daniel Verzeñassi, presidente del Foro Ecologista de Paraná, Entre Ríos. 

Los impactos son “severos” en distintas regiones, advirtieron desde Sissa y agregaron que las bajantes de ríos y la pérdida de cultivos se combinan con otras situaciones como incendios que terminan por poner en riesgo a provincias como Santa Fe y Corrientes. Este es el tercer año consecutivo de esta situación generada por la falta de lluvias en la Cuenca del Plata -provincia de Buenos Aires y litoral, Uruguay y sur de Brasil- y por el fenómeno de La Niña, que se instaló en el país.

En ese sentido, la bajante del Río Paraná -que corre a través de Brasil, Paraguay y Argentina- es inédita: desde 1944 no se registraba una situación de este tipo. Esto, llevó a que el Gobierno nacional declarara el estado de emergencia hídrica, para así poder gestionar los riesgos y mitigar las consecuencias que afectan de manera directa a provincias como Formosa, Chaco, Corrientes, Santa Fe, Entre Ríos, Misiones y Buenos Aires.

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Los fenómenos meteorológicos y el impacto de la mirada extractivista

En diálogo con El Destape, la comunicadora meteorológica del Servicio Meteorológico Nacional, Cindy Fernández, explicó que al fenómeno de La Niña se lo puede definir como una “oscilación intraestacional” que se origina cuando el agua del pacifico ecuatorial se enfría por debajo de lo normal. “En el planeta tierra el agua del océano y la atmósfera están interrelacionados, lo que le pasa a uno, le pasa al otro, si el agua varía sus temperaturas esto va a hacer que la atmósfera se mueva diferente y que sean distintas las repercusiones”, desarrolló. 

En Argentina se sabe que cuando el fenómeno de La Niña llega al territorio afecta, principalmente, a las lluvias en el noreste del país. “Depende de cuánto dura suele afectar, también, a la región pampeana”, dijo. Ahora, respecto al informe elaborado por Sissa, a lo que se hace referencia cuando hablamos de la sequía es “cuál es la persistencia de la falta de precipitaciones y qué temperaturas se están manejando -lo que está relacionado con cuánto se evapora de la superficie- y, por lo tanto, permite hablar del estrés que atraviesan los cultivos o la poca humedad que hay en las distintas capas del suelo”, explicó Fernández. 

Verzeñassi, en tanto, aportó otra mirada. “No descartamos a los efectos de La Niña y del Niño, sino que es un empecinamiento en desconocer el daño que se ha hecho a partir de la devastación de selvas y bosques. Nuestro énfasis está en poner en cuestión y hacer una revisión”, apuntó el activista ambiental. Según contó, cuando empezó a manifestarse la continuidad de la bajante del Río Paraná desde la organización dieron su mirada sobre lo que estaba pasando. “El agua es un ciclo hidrológico, que en América del Sur ha sido dañado irreversiblemente. Observamos que las masas forestales -que son una fuente de la alimentación y retroalimentación- de las fuentes de la humedad, han sido diezmadas y esto se profundiza y se apresura”, dijo para explicar la falta de lluvias en todo el territorio que abarca a Argentina y a gran parte de América del Sur. Eso generó el escenario de “humedades alteradas” o, en otras palabras, cortó el ciclo del agua que se genera en el bosque y en la selva con los “ríos voladores” que recorren desde la selva hasta las altas cumbres, en un proceso de evaporación y precipitación.

Las razones que llevaron a esta situación, por supuesto, son multicausales. Una, podría decirse, es la base: “Hace más de 25 años la determinación geopolítica eligió lugares de sacrificio”, indicó Verzeñassi.  Allí, es en donde se ponen en práctica procesos de deforestación, en donde la mirada es extractivista y avanzan la minería y la agroindustria con explotaciones ganaderas y agrícolas. Todo eso, señaló Verzeñassi, “volteó el 30 por ciento de la selva originaria”. Volver sobre los propios pasos no es posible, pero sí cabe la posibilidad de hacer una revisión para no llegar “al punto de no retorno”.

¿Qué dice el informe?

Los números se pueden ver en un mapa interactivo creado por el Sissa, cuya información se dio a conocer la semana pasada. Esta herramienta es utilizada a nivel regional para contribuir a reducir los impactos económicos, sociales y ambientales de la sequía sobre la producción agropecuaria, generación hidroeléctrica y navegación fluvial en el sur de Sudamérica.

A partir de los datos recabados solicitados al SMN nacional, en uno de los gráficos se pueden ver las barras que van de amarillo, pasan por el naranja y el rojo hasta llegar un bordó: de los 3.761.274 kilómetros cuadrados que abarca el territorio nacional; el 1,95% está bajo una sequía “excepcional”; 10,26% en sequía extrema; 18,14% en sequía severa; 39,94 en sequía moderada y otro 16,43 está “anormalmente seco”

Si se hace un recorrido por la página se puede ver la distribución en un mapa que abarca toda América del Sur y se pueden seleccionar las zonas que se prefieren ver. Las zonas naranjas y rojo oscuro abarcan desde el centro y suroeste de Brasil, con más intensidad del color hacia el centro y hacia Bolivia y Paraguay. Uruguay, el sur de Brasil que limita, y la zona del litoral y el centro de la Argentina están entre el amarillo y en bordó Formosa, Salta, Tucumán y Chaco, por ejemplo. También se ven afectados el límite entre Chubut y Santa Cruz y la zona de la Cordillera de los Andes a la altura de Neuquén.

“Una de las zonas donde la sequía es excepcional es la zona núcleo, que es el norte de la provincia de Buenos Aires, sur de Santa Fe, Entre Ríos y Córdoba”, indicó Fernández y marcó que “el año pasado llovieron en total alrededor de 600 mililitros, la mitad de lo que suele llover en todo el año". Además, detalló que "eso generó que el suelo no llegara a tener nunca un buen nivel de agua" y se suma a que "los últimos tres meses del año fueron extremadamente cálidos en toda la región". En ese sentido, evaluó: "Hay que aclarar que estos índices de sequía no tienen en cuenta sólo la lluvia, sino este tipo de situaciones que agravan el panorama, en donde poca lluvia y calor, hacen que el índice evaporativo sea aún mayor”.

“Las consecuencias directas e indirectas son múltiples”, afirmó Fernández. Además de mencionar el impacto en los cultivos -soja, trigo y maíz- como en el ganado, la falta de agua tiene directas implicancias en los problemas de salud por la falta de acceso a este recurso. Por ejemplo, según informó agencia Télam, la crisis hídrica crece en Córdoba, ya que los diques y embalses aún están lejos de su nivel adecuado. Es el caso de Río Ceballos, localidad de las Sierras Chicas que se abastece del Dique La Quebrada, que está en Emergencia del Sistema de Provisión de Agua Potable por lo que se prohíbe llenar piletas, realizar riegos, lavar vehículos, o limpieza de veredas mientras dure la situación, debido a que las altas temperaturas, además, provocan que el consumo sea mayor.

Según un reporte del Ministerio de Servicios Públicos provincial, a través de la Administración Provincial de Recursos Hídricos, el nivel de los diques y embalses es el siguiente: San Roque tiene un nivel 30,29 metros y su cota es de 35,30 metros, La Viña (86,34/100,50), Cruz del Eje (30,04/37,20), Los Molinos (46,46/53), Embalse (42,29/46,50), La Quebrada (21,18/34), Pichanas (33,99/44) y El Cajón (25,19/30,20).

Aunque no es posible devolverle la lluvia a la meteorología, sí queda la obligación de hacer ante la escasez de uno de los recursos más importantes con los que contamos para nuestra sobrevivencia. Las palabras de Verzeñassi llaman al cambio ante la situación crítica: “El ‘hacer’ no pasa por ver qué hacemos para que llueva, sino para que lo que hemos dejado lo que tenemos de nuestras aguas y territorios, tengan un enfoque diferente. Frente a las necesidades de agua en las ciudades tenemos que revisar todo”.  

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