La Antártida es un continente de características únicas al que la ciencia siempre ha tenido en la mira para desentrañar sus misterios. La región posee uno de los climas más hostiles, con el 99% de su superficie cubierta por hielo, temperaturas de hasta 45 grados bajo cero y vientos que pueden superar los 300 kilómetros por hora. Sus condiciones y ubicación geoestratégica permiten no solo investigar sobre los ecosistemas terrestres y marinos antárticos, sino que también lo convierten en un lugar ideal para estudiar el cambio climático global y otros impactos de origen antrópico.
Sin embargo, pese a su relevancia para el desarrollo científico, hacía más de 50 años que la Argentina, que tiene presencia en el Continente Blanco desde 1904, no construía laboratorios nuevos.
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Por eso, el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (MINCYT), en conjunto con las carteras de Defensa y de Relaciones Exteriores, puso en marcha la construcción de tres laboratorios antárticos multidisciplinarios, situados en las Bases Orcadas, Esperanza y San Martín; y de dos refugios científicos, localizados en las islas Vega y Cerro Nevado, cercanos a la Base Marambio. Las obras iniciaron en agosto del año pasado y ya hay fecha de inauguración de la primera sede.
“La idea es que el laboratorio de Base Esperanza se inaugure en marzo”, anunció en diálogo con TSS Pablo Núñez, subsecretario de Coordinación Institucional del MINCYT. “Estas obras representan la primera etapa del proyecto, mientras que la segunda contempla la construcción de un laboratorio en la Base Petrel. Además, estamos proyectando hacer un programa de investigación en la Antártida, en coordinación con instituciones científicas, para dejar plasmados los temas a trabajar en los próximos cinco años”, contó.
La iniciativa surgió de la coordinación entre el MINCYT, el Instituto Antártico Argentino (IAA), que depende de Cancillería, y el Comando Conjunto Antártico (COCOANTAR), perteneciente a las Fuerzas Armadas. Desde el Programa Federal “Construir Ciencia”, el MINCYT otorgó a la primera etapa del proyecto un financiamiento de 300 millones de pesos, a partir de la solicitud del director del IAA, Walter Mac Cormack, y del jefe del COCOANTAR, General Edgar Calandín. Asimismo, la inversión está enmarcada en la iniciativa interministerial Pampa Azul, que articula acciones científico-tecnológicas para preservar los ambientes marinos y fortalecer la soberanía sobre el mar argentino.
“Queremos invertir en infraestructura a lo largo de todo el litoral marítimo nacional. Por eso estamos proyectando obras en ciudades como Bahía Blanca, Puerto Madryn, Comodoro Rivadavia, Ushuaia y la Antártida. En particular, aumentar la capacidad de investigación en la Antártida tiene numerosas dimensiones estratégicas en términos de soberanía y de cuestiones ambientales, como biodiversidad y cambio climático, ya que son temas fundamentales no solo para el presente, sino para el futuro del país y de la región”, señala Núñez.
Los tres flamantes laboratorios tendrán una superficie de 120 metros cuadrados cada uno y estarán compartimentados en tres módulos independientes (dos laboratorios “secos” y uno “húmedo”). En tanto, los dos refugios científicos tendrán una superficie de 20 metros cuadrados cada uno y se usarán para realizar tareas de obtención y procesamiento de muestras. En la segunda etapa, a inaugurarse en el 2024, se construirá un laboratorio de 800 metros cuadrados en la Base Petrel y dos refugios en Isla Millerand y Bahía Dusse.
De esta manera, los laboratorios serán el lugar de trabajo para investigadores provenientes de diversas instituciones del país, siendo el principal el IAA, cuya sede se encuentra en el campus de la UNSAM. Las temáticas a investigar serán multidisciplinarias, entre ellas, el estudio de ecosistemas marinos antárticos, cambio climático, glaciología, vinculación geológica entre América del Sur y la Antártida, y procesos sociohistóricos de la región.
Otro aspecto importante del proyecto es que los laboratorios son construidos íntegramente con material nacional de última generación y bajo altas normas de sustentabilidad. Los materiales llegaron a la Antártida por agua y por aire, con ayuda del rompehielos Irízar y de un avión Hércules. “La construcción fue diseñada por ingenieros del Ejército Argentino, aprovechando la experiencia que tiene el COCOANTAR en ese continente. Ellos pusieron todos sus ingenieros a disposición y eso posibilitó que en apenas ocho meses, pese a las condiciones hostiles del clima, podamos ver los primeros frutos del proyecto”, destaca Núñez.
Además de los laboratorios antárticos, el Programa Construir Ciencia cuenta con alrededor de 50 obras aprobadas en diferentes lugares del país en los que históricamente escaseó la infraestructura científica. El objetivo es paliar ese atraso en la inversión, equilibrar un poco más la balanza respecto a la recibida por las grandes ciudades y lograr una ciencia que realmente sea un poco más federal.
“Lo que me motiva particularmente de este tipo de iniciativas es poder aportar a que el sistema científico se despliegue en la Argentina de otra manera, con una estructura más desconcentrada. Entre 2003 y 2015, se invirtió muchísimo en recuperar y ampliar la estructura del sector pero no se había logrado tener una política científica más fuerte sobre un territorio estratégico como la Antártida porque era necesaria una mayor coordinación entre ministerios e institutos. Creo que hoy estamos haciendo un buen aporte en ese sentido pero queda mucho más por hacer aún”, concluyó Núñez.
Con información de la Agencia TSS