Una lluviosa madrugada de hace 14 años, Nora Dalmasso llegó a su chalé del 527 de la Calle 5 de barrio Villa Golf; se desvistió, se acostó en la cama de su hija Valentina –la chica estaba en EEUU-, revisó los mensajes de su teléfono, hasta que su asesino la sorprendió y la mató.
Cinco horas antes, Nora había llegado al Alvear, un coqueto restaurante ubicado en el 923 de la calle con el mismo nombre, a dos cuadras de la plaza Roca de Río Cuarto. Había sido inaugurado en septiembre de 2006, apenas dos meses antes y era “el” lugar de moda en esta rica ciudad del sur cordobés ubicada a 220 kilómetros de la Capital.
Cuando Nora llegó, ya estaban Marta Carranza, Silvana Masoero, Rosario Márquez, Graciela Compagnucci, Amelia Molinuevo y Paula Fitte de Ruiz. Se demoró porque había pasado por una galería de arte a saludar a su cuñada en un evento social. Nora tampoco sabía que esa sería su última visita a un evento social. Las siete mujeres se hacían llamar “congresistas”, porque sus cenas de amigas eran verdaderos congresos donde hablaban cosas que sólo ellas sabían. Y que nunca declararían a terceros, incluso a la Justicia, que luego de esa noche las interrogó por el asesinato de Nora.
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Cinco de las congresistas, incluso la víctima, que no sabía que esa sería su última cena, vivían en Villa Golf, un barrio abierto –pasaba el colectivo por sus cales de tierra- con aires de country. Paula Fitte de Ruiz y Silvana Masoero, sí vivían en un country, el San Esteban. Silvana, la mejor amiga de Nora, vivía junto a su marido, el legislador Alfonso Mosquera, que se pasó del juecismo al delasotismo y hoy es el ministro de Seguridad de Juan Schiaretti. Allí también vivía el gobernador José de la Sota.
Ese mediodía del viernes 24 de noviembre de 2006, Nora había almorzado con su mamá Delia Grassi, “Nené”, para todo el mundo. La mujer había cocinado pescado con puré y huevos y no sabía que sería el último almuerzo que le serviría a su hija.
Cerca de las seis de la tarde, Nora se dio un chapuzón en la pileta de su casa. Estaba sola y ese iba a ser un fin de semana de soltera. Su hijo mayor, Facundo, vivía en Córdoba, donde estudiaba Derecho. Su hija Valentina en EE.UU. en un viaje de intercambio estudiantil. Su marido, el traumatólogo Marcelo Macarrón se había ido el día anterior con unos amigos a jugar al golf a Punta del Este y regresaría el lunes siguiente. Nora nunca se enteraría que su esposo ganaría el torneo del Cantegrill Golf Club, dos días después. Y el viudo, tampoco sospecharía que 14 años después esperaría a ser juzgado por el asesinato de su esposa: el fiscal Luis Pizarro elevó la causa a juicio, acusando a Macarrón del delito de homicidio calificado por el vínculo, por alevosía y precios y promesa remuneratoria, en concurso real. Hace más de un año, en octubre de 2019 la Cámara del Crimen de Río Cuarto confirmó la acusación contra el viudo quién será juzgado por tres jueces técnicos y un jurado popular de ocho miembros, en 2021.
Antes de esta acusación sin pruebas y armada en base a indicios; otro fiscal cordobés, Daniel Miralles, había imputado al viudo con abundante prueba genética colectada en la escena del crimen, y en base a testimonios de testigos que estuvieron en Punta del Este ese fin de semana trágico. Miralles había acusado a Macarrón de ser el autor material de los delitos de abuso sexual y homicidio calificado agravado por el vínculo. Lo comprometía su ADN en el cuerpo de la víctima, en la ropa de cama y en el cinto de la bata con que la mujer fue estrangulada.
La noche de la que sería su última cena, Nora la terminó en la casa de Rosario Márquez, una de sus amigas y vecina, bebiendo champán Pommery. Llovía a cántaros en Río Cuarto, Los policías de la garita de la entrada de Villa Golf no notaron nada raro. Les interesaba más cubrirse del aguacero que ver quién entraba y salía del barrio. Esa noche, encima, había dos fiestas en Villa Golf, con entrada y salida de vehículos.
Cerca de las 3 del sábado 25 de noviembre, las mujeres se despidieron y acordaron verse horas después para pasar un día de pileta. Cuando Nora llegó al garage de su chalé, Paula Fitte la vio entrar, la saludó con un bocinazo y Nora le devolvió el saludo con la mano y sonriendo.
El sábado, no hubo juntadas de amigas. Nora no respondió ningún llamado ni mensajes de textos SMS que se usaban en esa época de la prehistoria del whatsapp. Las congresistas supusieron que estaría aprovechando su fin de semana de soltera.
La que se preocupó fue su mamá, “Nené” Grassi, el instinto de madre le hizo sospechar que le había pasado algo grave. Incluso recordó que años atrás había tenido un accidente cayendo de un caballo, que le dejó una imperceptible renguera y fuertes dolores que la postraban. “Nené” tenía dos hijos más, Juan, que ese fin de semana se había ido al campo a festejar el cumpleaños de su esposa; y otra hija que vive en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y que hacía años había roto relaciones con Nora. Ninguno de los dos podía llegar hasta Villa Golf y ver si la hija de “Nené” estaba bien. O mal.
La mujer llamó a Pablo Radaelli, un vecino de los Macarrón/Dalmasso, de unos 70 años de edad, que tenía la llave del chalé de los vecinos. El hombre entró por la puerta de la cocina, en la mesa del living encontró una nota que había dejado Paula Fitte invitando a Nora al Alvear –“Que no decaiga”, auguraba-; no notó nada raro. El VW Bora de la mujer estaba estacionado. Gala, la perra cocker de la familia no estaba en la casa, lo que le llamó la atención del vecino. Radaelli golpeó las palmas varias veces y llamó a la dueña de casa varias veces. Cuando subió a la planta alta, vio las herramientas y tachos de pintura en la habitación matrimonial, que estaba siendo refaccionada. El dormitorio de Facundo estaba vacío y allí dormía Macarrón. También, en esa cama, mantenía relaciones sexuales el matrimonio, como declaró el hijo en la causa, “porque era más cómoda” que la de su hermana menor. Justo al ingresar al cuarto de Valentina, Radaelli olfateó un olor nauseabundo. La humedad del fin de semana y las altas temperaturas de noviembre sofocaron el ambiente. Cuando Radaelli encendió la luz vio a su vecina desnuda, muerta y con un cinto de bata blanco en su cuello. Las sábanas color verde manzana tenían el ADN del asesino. Pero todavía no se sabía que era un crimen. O sí. Y se instaló maliciosamente la versión de la hipoxia y el juego sexual de una mala mujer. Una mala esposa. Y una mala madre. Todo lo que no era Nora Dalmasso.
En cuestión de minutos la casa se llenó de gente, hasta el cura Jorge Felizzia vio a la víctima desnuda y pidió, con cierto pudor, que un policía la cubriera. La autopsia practicada por tres forenses, Virginia Ferreyra, Guillermo Mazzuchelli y Martín Subirachs reveló que esa noche, la mujer había mantenido “una relación sexual fuerte, vaginal, anal y sin preservativo”. Una frase que Macarrón haría al fiscal Javier Di Santo en enero siguiente, cuando contó que el martes 21 de noviembre, dos días antes de viajar a Uruguay a jugar al golf, había festejado su cumpleaños 47 y que el festejo había terminado así. Justificando la presencia de su ADN en el cuerpo de la víctima.
Una usina de rumores muy cercana al viudo instaló que esa noche, Nora había muerto en un juego sexual con Rafael Magnasco, un funcionario de la Secretaría de Seguridad de la provincia. Una operación para cobrarle al jefe de Magnasco, el secretario de Seguridad provincial, Alberto Bertea, una deuda de la política provincial.
En febrero de 2007, policías de Homicidios que se alojaron en un hotel de Río Cuarto con los gastos pagados por el viudo Macarrón, torturaron a un joven débil mental, que terminó culpando del crimen al pintor Gastón Zárate que trabajaba en la casa como peón. Enviados de los medios hegemónicos a la segunda ciudad en importancia de la provincia mediterránea instalaron en el inconsciente colectivo la nefasta frase “Yo no estuve con Norita”, revictimizando a la víctima.
Con los policías cordobeses de caza para detener a Zárate en el mejor de los casos- sin más pruebas que un joven con la edad mental de un nene de 12 años, al día siguiente que se lanzara su orden de captura; un abogado se presentó a los Tribunales y entregó al sospechoso. Veinticuatro horas después, una nutrida movilización logró liberar a Zárate, quien recorrió las calles de Río Cuarto en andas de la gente. Nacía el mito del “perejil”. Años después, el perejil fue tentado por un abogado neofascista defensor de genocidas, para ser candidato a legislador. No pudo ser porque no cumplía algunos requisitos legales.
Ese mismo año, pero en junio, el mismo fiscal Di Santo, con las pruebas colectadas por los mismos policías de Homicidios, imputaron al hijo de la víctima, Facundo Macarrón, del asesinato de su madre. La acusación, al igual que la del pintor cayó años después. Hoy Facundo Macarrón es diplomático de carrera en el Servicio Exterior argentino y se desempeña como jefe de Sección Consular, Política y Cultural de la embajada argentina en El Cairo, Egipto.
Los asesinos de Nora Dalmasso saben bien que mientras más tiempo pase, se traduce en un pasaje a la impunidad. Por eso, los 14 años que transcurrieron entre esa noche lluviosa de 2006 y la tormentosa madrugada de hoy dejan un resquicio ínfimo para lograr justicia.
El viudo Marcelo Macarrón, ni sus hijos Facundo ni Valentina –la chica es nutricionista y explota un comercio de alimentos dietéticos- nunca en estos 14 años reclamaron justicia por Nora. Enrique Dalmasso, el papá de Nora murió en 2010 sin saber quién y por qué asesinaron a su hija. “Nené” Grassi tiene casi 90 años de edad y está postrada hace años, con algunos raptos de lucidez. En esos momentos donde está plenamente consciente, “Nené” decidió saber quién asesinó a su hija y nombró como abogada querellante a Ivana Gnesutta, una asesora letrada de los Tribunales locales. Juan Dalmasso, el hermano menor de Nora, apoya plenamente la decisión de su mamá y fue quién buscó a la asesora letrada para avanzar en busca de la verdad. La hermana mayor de Nora nunca se interesó por ella cuando estaba viva, mucho menos, muerta.
De vez en cuando, en alguna marcha por el #NiUnaMenos, se ven algunos carteles reclamando justicia por Nora. La serie Carmel sobre el asesinato de María Marta García Belsunce reflotó la memoria de Nora Dalmasso y su asesinato aún impune. Se espera que en los primeros meses de 2021, finalmente, el viudo Marcelo Macarrón sea juzgado: lo acusan de haber contratado a uno o más sicarios para eliminar a su esposa. Los jueces encargados de dictar justicia son Daniel Vaudagna, Natacha García y Mariano Correa. Además participarán ocho jurados populares titulares y cuatro suplentes.
Como una paradoja del destino, o no, Nora Dalmasso fue asesinada el 25 de noviembre, fecha en que se conmemora el Día Internacional por la No Violencia contra la Mujer, en homenaje a las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, asesinadas por orden del dictador dominicano Leónidas Trujillo en 1960.