Efemérides del 11 de mayo: A 49 años sin el padre Mugica, el amigo que se salvó del ataque lo recuerda: "Me lo imagino en estos momentos apoyando con todo"

A 49 años de su asesinato, un repaso por su vida a través del recuerdo de Ricardo Capelli el amigo que lo acompañaba esa trágica noche de sábado. 

11 de mayo, 2023 | 16.54

“Antes de hablarle de Dios a una persona que no tiene techo, mejor es conseguirle un techo”. Esta frase del abate Pierre, un eclesiástico francés que participó de la Resistencia al nazismo durante la Segunda Guerra Mundial, resulta elocuente para graficar la forma en que Carlos Mugica, de quien se están cumpliendo 49 años de su asesinato, encaró su praxis religiosa y su forma de concebir a Dios durante la mayor parte de su vida.

El 11 de mayo de 1974, tras dar misa en la iglesia San Francisco Solano en el barrio porteño de Villa Luro, el sacerdote caía asesinado tras una emboscada que le realizaron miembros de la recién inaugurada Alianza Anticomunista Argentina (Triple A). “Realmente son esos momentos impactantes en la vida que no se pueden olvidar”, dice a El Destape Ricardo Capelli, amigo íntimo de Múgica, que fue atacado junto a él esa trágica noche de sábado, y que lo había ido a buscar porque tenían un cumpleaños. Capelli también fue herido de bala y estuvo cerca de la muerte. El médico de guardia que los  atendió en el Hospital Salaberry contó que el propio Mugica, a poco de morir, pidió que lo atiendan primero a su amigo.

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Esa noche, al entrar al templo, a Capelli algo le llamó la atención: “vi en la última fila a dos personas sentadas. Una me miró, nos miramos. Era Rodolfo Eduardo Almirón. Cuando salimos, alguien llamó a Mugica y yo seguí para mi auto. Hasta que en un momento escuché un alarido de Carlos y ahí empezó el caos. Empezó una balacera, la gente que corría. Me dispararon. Caí mirando para al lado donde estaba Carlos, y pude ver a Almirón acribillándolo a un metro con una ametralladora”.

Esa ametralladora que señala “el amigo ateo de Mugica”, tal como se autodefínete Capelli, no es otra que una “Marietta”, como llamaban los integrantes de la Triple A y del entorno del entonces Ministro de Bienestar Social José López Rega, al armamento importado de Estados Unidos con el que el cuerpo parapolicial comandado en las sombras por el “Brujo” se encargó de perseguir y aniquilar a los militantes involucrados con la defensa del cambio social, tanto marxistas como peronistas “díscolos”, muy en auge en la década del setenta.

Eran tiempos de la tercera presidencia de Perón y para entonces Carlos Mugica era una referencia importante para la efervescente lucha social que tenía lugar en la región y el país, así como una figura conocida a nivel nacional. Aparecía en los medios, daba notas y concitaba gran popularidad entre la gente, sobretodo entre los habitantes de la Villa 31 de Retiro, en la que el sacerdote militaba desde comienzos de los sesenta, cuando en función de su rol como secretario del Arzobispo de Buenos Aires Antonio Caggiano, fue enviado al barrio para participar de las reuniones de Acción Católica. “Tenía un carisma inenarrable. Llegaba a cualquier lado”, rememora su amigo.

Esa decisión de Caggiano cambiaría la vida de Mugica: “él estaba en una capilla al lado del colegio, en el Barrio YPF. Ahí empieza a tener contacto con la pobreza. Venía de una familia oligarca. Así como ese seno oligárquico lo cuestionaba, también lo quería y respetaba. Era un tipo de un carácter muy especial, muy alegre, muy contento siempre”. El apellido del icono del cristianismo tercermundista criollo era doble: Mugica Echagüe. Esa cuna, además de “cajetilla” era, como el sentido común indica, también “gorila”.

Tal es así que en 1956, cuando su padre fue nombrado integrante de la Junta Consultiva del Gobierno Militar que destronó tras un golpe de Estado al segundo mandato de Perón junto a ilustres anti peronistas como el almirante Isaac Rojas, los radicales Oscar Alende y Miguel Angel Zavala Ortíz, los socialistas Alicia Moreau de Justo y Nicolás Repetto, entre otros, el joven Carlos celebró con su familia.

Pero a la par de su experiencia en la villa que lo acompañó como su lugar hasta el final de sus días, empezó su militancia en la Juventud Universitaria Católica. En ese ámbito conoció, años después, a los jóvenes de Tacuara, entre los que se encontraban Gustavo Ramus y Fernando Abal Medina, quienes se convertirían en amigos del cura y en poco tiempo fueron la primera dirigencia de Montoneros. Tras el asesinato de ambos militantes en una pizzería de William Morris, Mugica ofreció un responso ya célebre en el que dijo que ellos conformaban “un ejemplo para la juventud, porque tenemos que luchar para alcanzar la sociedad justa y superar el mecanismo que quiere convertirnos en autómatas”.

Sobre la época histórica que le tocó en suerte a los últimos años de Mugica, Capelli es contundente: “ya López Rega había tomado la conducción de todo. Era un tipo realmente violento. Nadie sabía de la existencia de la Triple A, pero ya Mugica tenía amenazas de que lo iban a matar. El decía ‘no se van a animar conmigo, me conocen por la tele’, pero realmente se veía venir”. Mugica fue una de las caras visibles del retorno de Perón al país tras 18 años de exilio a tal punto que viajó con la comitiva de políticos, artistas e ilustres que lo fue a buscar.

Su amigo rememora: “yo me acuerdo que cuando a Carlos le dicen de viajar junto al cura Jorge Vernazza, otro capo muy inteligente del grupo de los Curas del Tercer Mundo, no lo podía creer. Y en la villa cuando se enteraron que va Carlos sintieron que lo iba a buscar para ellos. Por eso te digo que realmente fue una algarabía total y para la gente del barrio fue un orgullo importantísimo que él estuviera en el avión del regreso de Perón”.

Tras la epopeya, el cura fue designado como asesor del Ministerio de Desarrollo Social conducido por José López Rega. Las crónicas de la época señalan que si bien su entorno aconsejó rechazar la propuesta, Mugica aceptó confiado en que se abría un proceso nuevo para el país y podría desde allí hacer valer los reclamos de los más pobres.

Pero las diferencias con el poderoso ministro y secretario personal de Perón desde la época del exilio en Puerta de Hierro afloraron rápido. Mientras que Mugica traccionaba el plan de construcción de viviendas que proponían los villeros, a realizar a través de cooperativas populares y con mano de obra de los barrios, López Rega anunciaba públicamente un proyecto para construir 500.000 viviendas a través de capitales privados. Mugica abandonó el cargo y comenzaron las amenazas.

Pero, a su vez, Mugica también estaba distanciado de Montoneros, la organización mayoritaria de la Juventud Peronista. “La Triple A aprovechó la oportunidad del distanciamiento de Carlos con Montoneros para matar a Mugica y tirarle el cadáver a ellos”, dice Capelli.

“Carlos no perdonó cuando Montoneros asesinó a Rucci. Se dice que fue una rama de Montoneros que no estaba controlada por los conductores de la organización. Eso hizo que Carlos pasara al Grupo Lealtad. Al poco tiempo fue el 1 de mayo en que Perón dijo el famoso discurso contra la juventud. Ese día Carlos apareció con la JP Lealtad por la Avenida Roca. Lo estaba esperando en el Cabildo y cuando lo veo venir con esa agrupación no lo podía creer. No estaba de acuerdo. Yo había hablado mucho con él sobre eso. Le había dicho que no tenía que tomar posiciones, que se mantenga al tanto pero que dé un paso al costado. El no quería saber nada con la orga en ese momento, pero tampoco que de un paso a Lealtad”, afirma Capelli.

Carlos Mugica es, como todos, un producto de su época. Pertenece a la generación de curas que encontró en el Concilio Vaticano II una influencia determinante. Esta iniciativa del Vaticano propuso devolver la Iglesia a los más desposeídos. Y esto  en Argentina significaba alejar a los jóvenes eclesiásticos de posturas antipopulares para acercarlos por un lado al peronismo, que era la identidad mayoritaria en los pobres del país, y al marxismo, que calaba hondo en las juventudes universitarias e intelectuales.

El sacerdote se nutrió de los fenómenos del momento: fanático de Racing y de relación con el plantel, viajó a Glasgow para asistir a la ida de la final de la Copa Intercontinental entre el mítico equipo de José y el Céltic de Escocía. “Ahí en el vestuario se encontró con John William Cooke, que lo invita a Cuba”, sostiene Capelli. En la isla, Mugica conoció la experiencia revolucionaria en primera persona, pero hay versiones que afirman que se fue al rechazar la propuesta del gobierno cubano de convertirse en agente soviético.

Además de su compromiso con los pobres, Capelli destaca el sentido del humor de su amigo: “yo era operador en la Bolsa de Cereales y en la Bolsa de Comercio. Me cambiaba en mi oficina, me ponía jean y remera y me iba para la villa. A veces yo iba días de lluvia, mucho barro y él daba la misa todos los días a las siete de la tarde, y cuando llovía iban dos o tres personas nada más y me decía ‘entrá boludo para hacer número por lo menos’”.

El hecho de haber optado por la lucha social no iba en desmedro de su fe. Por el contrario, era parte de la misma. Mugica era de la idea de que más que creer en Dios, era necesario creerle a Dios. De modo tal que reconocía la conducción de la Iglesia Católica y del corpus de sus dogmas, como el celibato, del que era defensor. Al respecto, Ricardo Capelli trae a colación una anécdota risueña: “yo era el amigo varón de él, no es fácil ser amigo varón de un cura con las prohibiciones, con las culpas que conlleva, todo ese tipo de cosas que conmigo no iban. Yo decía ‘no seas boludo, ¿cómo te van a prohibir tener sexo? Es como que te prohíban mear. A ver… probá no mear”.

Hoy, a poco del cincuentenario de su asesinato, el Padre Mugica continúa siendo el protector de los pobres de la Patria y un referente para los luchadores sociales argentinos. Al respecto, Capelli sintetiza: “yo digo que en estos momentos hacen falta muchos Mugicas. El no era un tipo de rosquear. Salía a la calle a hablar con la gente. Me lo imagino en estos momentos con todo apoyando y buscando la candidatura de Cristina. Yo digo que con Evita donde había un problema, había un derecho; con el gobierno que se fue donde había un problema, había un negocio… Carlos estaría luchando contra ellos, porque los combatió toda la vida”.