Entrar al almacén de “Baldo” es retroceder en el tiempo y recuperar una tradición. Es recibir el cálido saludo de Baldo, que suele estar firme al lado de la caja rodeado de amuletos y banderines de Platense. “Hola niña”, “¿listo el pollo?”, suele decir sin importar la edad de los clientes. Antes de hacer la cuenta final de la compra desliza: “Es un espetáculo”.
“Provisión Pampa”, ubicado en la esquina de Amenábar y Pampa, fue bautizado de esa forma por el abuelo de “Baldo” en 1931. Sin embargo, funcionaba desde mucho antes como un antiguo almacén de ramos generales bajo el nombre “La luz del desierto”, ya que esa zona era de campos y “no había nada más” que ese almacén.
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El negocio fue pasando de generación en generación y hoy en día mantiene la impronta de negocio familiar, con su fuerte en la fiambrería. “Hay gente que se muda y sigue viniendo porque me dicen que ‘no hay como el fiambre de Baldo’”, dice Baldo orgulloso.
Antiguo almacén de ramos generales
“Provisión Pampa” es el nombre oficial del almacén, pero todo el barrio dice “Voy a lo de Baldo”. Fue fundado el 31 de octubre de 1931 por Baldomero Rozada, el abuelo de “Baldo”. Sin embargo, el local funcionaba desde mucho antes bajo el nombre de “La Luz en el desierto” porque esa zona de lo que ahora es el barrio de Belgrano, era de campos en la que “no había nada más” que ese almacén. Allí se vendían ruedas de carro, algo de comida y todo tipo de bebidas.
Con el tiempo, se fue transformando en una zona de quintas y mansiones. “Una buena parte de la manzana sobre la calle Amenábar, antes de llegar a José Hernández, era de un antiguo director del Hospital Pirovano. Era enorme y tenían de todo: jaulones, patio y jardín”, describe Baldo, que de su abuelo y su padre heredó no solo el almacén sino también el nombre.
Baldomero, el abuelo paterno de Baldo, nació en Asturias. Llegó a la Argentina en barco y acá conoció a su mujer. Tuvieron tres hijas y un hijo, también llamado Baldomero, que nació en 1909. Como era habitual, atrás del negocio funcionaba la vivienda.
“Mi abuelo trabajó en el almacén hasta que se murió. Era muy trabajador, como yo. Estaba todo el día en el negocio, no podía estar sin trabajar. En los últimos tiempos se cansaba porque estaba viejito, y decía ‘si yo no puedo trabajar no quiero seguir viviendo’”, recuerda Baldo.
Un día, el abuelo Baldomero se fue al río, se llenó los bolsillos de piedras y se tiró. “Todos lo buscábamos porque lo habíamos escuchado decir esto de que ya no quería seguir viviendo y lo encontré yo que tenía una motito y que me fui a buscarlo cerca del río”.
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“Nací en el negocio”
El negocio continuó al mando del único hijo varón de Baldomero y su esposa, Encarnación Teresa, más conocida como “Ñata”. En esa época, el almacén no era autoservicio sino que se “despachaba”, así que la pareja siempre estaba atrás del mostrador.
Baldo nació en 1940. “Vino la partera y nací acá, atrás del mostrador. Y ahí quedé”, afirma Baldo entre risas. El almacenero cuenta que se crió en el local y que desde muy chiquito ayudaba a hacer los repartos en los domicilios de la zona. “Teníamos triciclos que tenían una parte adelante para llevar la mercadería. Yo tenía 8 o 9 años y ya me iba con un empleado que se llamaba Héctor Pérez, que trabajó en el almacén durante 45 años, e íbamos paseando para todos lados”.
El negocio fue creciendo al compás del barrio. Baldo recuerda cuando la calle Pampa era empedrada y pasaban por ahí los tranvías de las líneas 89 y 97, que venían desde Chacarita, y la 4, que venía por Avenida Cramer y después agarraba Pampa hasta llegar a Barrancas de Belgrano. “Los domingos, cuando había partidos de River, los tranvías venían con gente colgada en la parte de arriba del tranvía”, añade.
Durante muchos años, vivió allí en la parte de atrás del almacén junto a sus papás y sus tres hermanas. Cuando Baldo tenía 12 años, su familia construyó un piso arriba del almacén para mudar la vivienda ya que la parte de abajo les iba quedando chica.
Baldo estudió en colegios del barrio de Belgrano. Primero fue al Patrocinio San José, después fue al Liceo 9, que en ese momento era una escuela primaria, y el secundario lo hizo en el Roca, que antiguamente se encontraba enfrente del Almacén, donde ahora funciona un colegio privado llamado “Islas Malvinas”.
“Mis papas querían que yo fuera doctor, arranqué, hice el preparatorio, pero no me gustó. Así que les dije que quería trabajar en el almacén. Mi papá me decía ‘mira que acá es para trabajar en serio, eh’. Y yo quería eso”, resalta.
En 1962, Baldomero padre se fue de viaje un tiempo y en ese interín, Baldo tomó la posta del negocio. Su padre falleció en 1971.
Baldo cuenta que en 1978 el dólar estaba muy barato y con dos amigos repartidores de fiambres que eran futboleros como él pagaron en cuotas unos pasajes a España para ir al Mundial de 1982.
“Ese mes mi mamá se quedó al frente del negocio. Cuando volví, me habían sobrado unos dólares. Yo estaba pagando un departamento que me había comprado de pozo en Mar del Plata y se había paralizado la obra porque el resto de las personas habían dejado de pagar. Me dijeron que el edificio no se iba a poder hacer y me dieron un resarcimiento por lo que yo había pagado. Con eso, más lo que me había sobrado del viaje pude comprar una casita en Olivos”, detalla.
En 1983 Baldo se mudó a Olivos con su mujer, Carmen, dos de sus cuatro hijas, Alba y Teresa, y sus nietos, hijos de teresa. Un día, ocurrió una tragedia y se prendió fuego la casa. Como consecuencia, un nieto de Baldo falleció y perdieron todo.
Su vínculo con Platense
El padre y el tío de Baldo eran hinchas fanáticos de Platense y le trasmitieron esa pasión a Baldo desde chiquito. El almacén está plagado de banderines y carteles en alusión al “Calamar” y dice orgulloso que es el “socio número 3”.
“Voy a la cancha desde que era chiquito, me llevaban mi papá y mi tío que tenían platea. Muchas veces pasaba que de golpe no me veían más y era porque me escapaba al costado, con los que tenían la bandera. Un día ellos hablaron con los de seguridad para que no me dejaran salir para ese lado porque me podía lastimar, pero yo me metía entre los barrotes y me iba igual”, recuerda.
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Cuando Baldo tenía 15 años Platense se fue al descenso. Ese partido se jugó contra Independiente en Avellaneda y Baldo, que estaba en la cancha, vio que muchos hinchas enojados tiraban el carnet al piso. “Yo ahí dije voy a hacer al revés. Ahora voy a ser más hincha que nunca”. En ese entonces, Platense jugaba los sábados y el almacén cerraba ese día para poder ir a la cancha
Hoy en día Baldo sigue yendo a la cancha aunque “un poco menos” porque los partidos suelen ser los lunes o viernes, cuando él está trabajando.
Actualmente, el almacén abre de lunes a viernes de 9 a 21 horas y los sábados de 9 a 15. “Tuvimos épocas en que las cosas no andaban muy bien y abríamos también los domingos”, agrega.
El negocio más antiguo del barrio de Belgrano
Actualmente, en el local trabajan Baldo, dos de sus hijas, Alba y Teresa, un empleado histórico del almacén, José, y dos chicos más jóvenes. “Teresa y Alba se sumaron desde chiquitas. Primero fue Alba, y luego se sumó Teresa”, apunta Baldo. “De a poco, Albi fue tomando la posta y ahora es ella la que maneja el tema de los pagos, el manejo de los proveedores y el contador”.
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El negocio tiene a un costado un lugar reservado para la fiambrería que, hace 30 años, es atendido especialmente por Alba. “Acá vienen muchos clientes a buscar el fiambre. Hay gente que se muda de barrio, viene y me dice ‘vengo especialmente a buscar fiambre porque como el fiambre de baldo no hay’”, cuenta Baldo.
El almacén mantiene la tradición de anotar las cuentas en un cuaderno “a mano” y algún que otro fiado. “Tenemos clientes históricos, de toda la vida. Hace poco falleció una de 104 años”, acota Alba.
Otra característica del almacén es el vínculo y la permanencia con los empleados. “Mi papá tenía los mismos empleados hasta que se jubilaban. Todos duraban más de 40 años y yo igual. Los que trabajan acá están hace 30 o 40 años como José, que es uno histórico. Ya son como de la familia. José era de River y lo empecé a llevar a ver Platense y se hizo hincha de Platense”, dice entre risas.
Baldo vio crecer al barrio “de punta a punta” y asegura que su almacén es el negocio más antiguo de Belgrano. “El otro más antiguo es Casa Polti, una dietética ubicada antiguamente en Juramento y Ciudad de la Paz. Pero se mudaron y ahora hay una cafetería. Nosotros siempre estuvimos en el mismo lugar”.
El almacén supo sobrevivir a muchas crisis y al boom de los supermercados chinos en la década del 90. “Hasta ahora, la peor época fue la del 2001. Se sufrió, pero no como para pensar en dejar el negocio. Lo que pasa es que somos un negocio de primera necesidad y siempre tuvimos una clientela fija”, señala.
Para Baldo, el almacén es “su vida”. “Voy a hacer como mi abuelo, el día que no pueda trabajar más no voy a poder estar. Es todo. No hay otra cosa”, concluye.