Javier Milei encontró en Agustín Laje su espada en la batalla cultural

15 de noviembre, 2024 | 18.53

“Triunfamos en lo económico, triunfamos en lo político, ahora necesitamos triunfar en la batalla cultural (…) Estamos a la vanguardia del giro del sentido común”, dijo Javier Milei en la comida de inauguración de la Fundación Faro, la usina de pensamiento libertario y ultra conservador a la que el presidente le otorgó la responsabilidad de combatir -es la palabra que cabe si hablamos de “batalla”- hasta que “las pantallas, las universidades, las instituciones y las leyes reflejen los valores de occidente”.

El elegido para liderar la misión -también para ser el director ejecutivo de la Fundación- es Agustín Laje, un antifeminista recalcitrante, cruzado contra el acceso al aborto, denostador serial de las políticas de Derechos Humanos y por supuesto, homofóbico, lesbofóbico, transfóbico; todos títulos que el exhibe con orgullo y que está probados en sus libros: La batalla cultural (2022), El libro negro de la nueva izquierda (junto con Nicolás Márquez, 2023) y Los Mitos setentistas, que escribió para destilar odio contra Estela de Carloto, Hebe de Bonafini y las políticas de memoria en 2011, cuando tenía 24.

Laje se comprometió, en esa cena de 25 mil dólares el cubierto a la que acudieron los grandes empresarios de la industria farmacéutica, petrolera y energética del país -eran los rubros más importantes y quienes a esta altura de la desindustrialización pudieron pagar la entrada-, a “luchar contra la agenda del wokismo para recuperar la cultura de la libertad”. Y para eso “los empresarios son llamados a la batalla cultural”.

El hecho no es menor. La batalla cultural no se libra solo, como también dijo Milei, “con ideas que si son ganadoras se transforman en balas”, con el cierre y desfinanciamiento de políticas públicas destinadas a combatir las violencias contra las mujeres y disidencias sexuales, contra las poblaciones indígenas, las violencias hacia las infancias; abandonos que se subrayan con el aislamiento de Argentina en política exterior al votar, en esta misma semana en que la batalla cultural se aceleró: contra los derechos indígenas -Estados Unidos votó a favor- y contra el tratado para prevenir la violencia digital contra niñas y mujeres. Único país que votó en contra. Hasta Irán votó a favor.

En una nota publicada la semana pasada en el sitio OpenDemocracy -sitio web de discusión pública sobre cultura, política y derechos- la periodista Daiana Cariboni expone cómo Argentina se convirtió en ejemplo del Proyecto 2025, un manual de gobierno y liderazgo elaborado por la ultraconservadora Fundación Heritage, uno de los think tanks de Donald Trump y también de más de un centenar de grupos de la ultraderecha religiosa y política. “Si tenés dudas de cómo se implementaría el Proyecto 2025, tienes que ver lo que ha pasado en el último año en Argentina”, le dijo a la periodista Paula Ávila Guillén, especialista en Derechos Humanos y directora del Centro para la Igualdad de las Mujeres (WEC, su sigla en inglés).

¿Y qué es lo que hay que ver? El objetivo central del Proyecto 2025 es “desmantelar el estado administrativo”, supuestamente para eliminar la agenda de ampliación de derechos -eso a lo que llaman woke-, y para eso sugiere recortes presupuestarios en salud, educación, asistencia social; eliminar programas para la prevención y atención a víctimas de violencia por razones de género, la discriminación y el cambio climático. Suena bastante parecido a lo que está sucediendo en este país durante los últimos once meses, sumado a que esta misma semana, además, Milei retiró a la delegación argentina de la Cumbre de Cambio climático, la COP26.

Milei habría recibido el manual de la Fundación Heritage -del que Trump en campaña ha querido despegarse aunque al menos dos senadoras suyas lo promueven en videos y lo ligan a él-, según OpenDemocracy y lo cierto es que si de algo es un faro la Fundación que dirige el joven Agustín Laje, formado en la Universidad Católica de Córdoba y más tarde en la Universidad de Navarra, del Opus Dei, es en pisarle los talones a los grupos ultraconservadores y sus ideas de gobierno. “Aquí vamos a formar los cráneos del mañana, vamos a volver a traer los valores argentinos y los vamos a llevar al mundo (…) había que votar por el color de la piel, había que votar con los genitales, había que votar con la cama, había que votar con la ascendencia étnica. Miren lo que pasó con la comunista Kamala Harris”, dijo Laje en su estreno al frente de la FF, sin explicar de qué votos hablaba, tampoco en que se basa para decirle comunista a Harris, pero Milei también lo había hecho antes y en el mismo escenario.

No se sabe aún si habrá o no ventajas o cambios en la vida económica de nuestro país a partir del triunfo de Trump en las urnas -ni siquiera el supuesto alineamiento sin fisuras a la política exterior de Estados Unidos no salvó de votar en la ONU en contra de la integridad de mujeres y niñas- pero sí es cierto que un aire de esa Norteamérica profunda que el nuevo presidente quiere hacer grande de nuevo sobrevuela nuestras tierras; sobre todo por el aliento a la violencia -que se capilariza en la sociedad a partir de la crueldad como estrategia de gobierno- y un puritanismo renovado que ha convertido literatura feminista en “libros pornográficos”, que de todos modos los escandalizados no dudaron en leer al aire una y otra vez, y ha conseguido ardientes comentarios en X, profusamente retuiteados por el presidente. La vicepresidenta Villarruel no quiso ser menos y tildó de “degenerado/a” a cualquiera que sostenga la perspectiva de género y auguró “combatirlos mientras nos quede sangre en el cuerpo”. Lo hizo en referencia a un delito sexual cometido por una persona trans dentro de un penal contra otra presa, pero su énfasis en la escritura se produjo al mismo tiempo que alojaba un evento anti ESI en el Senado de la Nación, preocupada por la “aceleración de la disforia” y la “hipersexualización de los niños”; argumentos insistentes de los sectores conservadores.

El ensañamiento con los libros Cometierra, de Dolores Reyes, La china iron, de Gabriela Cabezón Cámara, Si no fueras tan niña, de Sol Fantin, y Las Primas, de Aurora Venturini, son un capítulo más de esa descarnada batalla cultural que suma recursos para desarticular derechos y perspectivas más amplias del mundo, capítulo que lleva además un especial encarnizamiento contra la provincia de Buenos Aires, donde la Educación Sexual Integral se sostiene y se financia cuando a nivel nacional se le ha dedicado 0  (cero) pesos en el prespuesto 2025. Y aunque los libros no estaban destinados a la ESI, fue contra la ESI toda la difusión del hecho por parte de la Fundación Morelli y la denuncia penal contra el Director General de Educación de la provincia, Alberto Sileoni, aunque no se sabe con qué personería jurídica se habrá presentado a la justicia la Fundación Morelli si no aparece en ningún registro público.

La Educación Sexual Integral tiene sus propios materiales y guías para uso de los y las docentes en la provincia de Buenos Aires. Es una herramienta fundamental para prevenir y detectar el abuso sexual en la infancia o la violencia por razones de género que tantas veces se vive en los hogares. La presentación y el escándalo montado por “Morelli fund” como se la puede encontrar en redes sociales llegó en la misma semana en que Lilia Lemoine presentó su primer proyecto como diputada nacional y lo hizo junto con Bárbara Morelli, una acompañante terapéutica y couching emocional, según figura en la página de la fundación. Se trata de una modificación del Código Penal para aumentar las penas a quienes presentaran denuncias falsas, a los periodistas que lo difundieran, a los y las peritos que dieran por ciertas esas denuncias.

Una traducción rápida de este proyecto de ley es que la batalla cultural que desconoce la perspectiva de género quiere amendrentar a quienes denuncien violencia por razones de género cuya verdad o falsedad la mayor parte de las veces depende de la voz de la víctima y de los peritajes que se le hagan; igual que cuando se denuncia abuso sexual contra un niño o niña. ¿Es casualidad que la misma fundación que presenta este proyecto y que va contra la ESI -que podría proteger a más niñes de la violencia y los abusos- montando escenas falsas -como que los mentados libros eran parte obligatoria de la Educación Sexual Integral- se dedique casi exclusivamente a acompañar a padres impedidos de contacto con sus hijes por haber sido denunciados por las mismas razones aquí expresadas?

Más que una denuncia, lo de Morelli parece una trampa. Sin embargo, conectan con “el giro del sentido común” del que habló Milei en la Fundación Faro. ¿Cómo no dudar de la calidad de un libro si se repite en loop un solo párrafo que incluye la palabra lunfarda para nombrar genitales masculinos?

Puritanismo y a la vez amparo para la violencia, esa parece ser la propuesta de la fundación Morelli que ya ha mostrado como un gran logro que en la localidad de Stroeder, en el partido de Patagones, se prohíban y se destruyan “los libros pornográficos entregados a las escuelas”. Puritanismo y amparo de la violencia podría ser una traducción de la batalla cultural que libra Agustín Laje y el presidente Milei; también Donald Trump. Es tiempo de pensar cómo se organiza la resistencia.