Nos toca despedir el 2021 atravesando aún la pandemia de un virus mutante que se llevó puestas muchísimas vidas, junto con la “normalidad” en la que vivíamos hasta el comienzo del 2020. Sin embargo, a pesar de los cambios acontecidos, conservamos la costumbre en épocas findeañeras de hacer balances, extraer conclusiones del año que se va y renovar los desafíos que implican nuevos comienzos.
Amerita destacar la buena gestión sanitaria, incluyendo la campaña de vacunación, que realizó el gobierno de Alberto Fernández para enfrentar la pandemia. El presidente timoneó en las oscuridades de un virus desconocido, con los escasos recursos disponibles que quedaban en el país luego de la pesadilla macrista que, como sabemos, no dejó casi nada en pie.
Sin embargo, la buena gestión llevada a cabo por el gobierno no alcanzó para paliar el sufrimiento desarrollado en un cuerpo social que venía abusado por el neoliberalismo, “golpeado” a diario por los medios corporativos en equipo con la derecha desestabilizadora y desvitalizado desde hace casi dos años por la pandemia.
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La subjetividad no tolera más las injusticias que dejó el neoliberalismo y el dolor que impuso el coronavirus: enfermedad, muerte, duelos obligados (y también inconclusos), pérdidas económicas, afectivas, cambios en las formas de vida, extinción de abrazos y encuentros... ¿Qué hacer con el sufrimiento subjetivo? Parafraseando a Sartre ¿qué hacemos con lo que han hecho de nosotros, sin caer en la tentación de identificarnos al lugar de víctimas?
Será imprescindible politizar el malestar: se precisa de un amor que repare la angustia y los duelos, que salve al deseo de la desmotivación y el escepticismo. Pero no se trata del sueño romántico, idealizado e individualista de hacer uno con el otro, sino de un amor común, de territorio y cuerpo, que construya un “Nosotrxs” popular.
La construcción de Nosotrx implica seguir profundizando la experiencia de la unidad que propuso Cristina en el 2019 para derrotar a la derecha macrista. Esa estrategia en la actualidad se independizó de la coyuntura electoral y tuvo el valor de constituirse en un hallazgo político, que se difundió por América Latina para que los pueblos recuperen los gobiernos ocupados por el neoliberalismo.
La Unidad
A lo ilimitado del neoliberalismo que se reproduce a sí mismo, habrá que oponerle una unidad abierta, cada vez mayor en extensión y cualidad, compuesta de cuerpos fallados de carne y hueso atravesados por el mundo. Tendrá que ser un Eros continente potente y osado, capaz de debilitar el odio neoliberal anudado a la angustia y los duelos no cicatrizados que está dejando la pandemia.
Una unidad separada y mezclada a la vez, surgida desde los pedazos que se juntan y poseen confianza en la política como herramienta emancipatoria. Sin nostalgias conservadoras, con proyecto e insistencia, generando sentidos renovados que dialecticen las significaciones hegemónicas naturalizadas. Con sensibilidad, inteligencia e imaginación, el Nosotrxs popular deberá hacerse cargo, a través de un constante debate, de decidir qué hacer con lo dado y con lo que falta.
La unidad lejos de ser homogénea o armónica, tendrá que encontrar senderos comunes en los actuales laberintos embarrados por el poder económico, los medios dominantes, el poder judicial (en su mayor parte corrupto) y una oposición desestabilizadora. De manera política y organizada, habrá que enfrentar las tensiones que se presenten sin hostilidad, sacrificios ni divisiones.
Un amor político a lo común que sea signo de la unidad popular. Una unidad siempre abierta, que incluya la falta para no transformarse en una nueva moral y que vaya deseante buscando la vida y rechazando la muerte.
Hannah Arendt llamaba nacimiento a la capacidad humana de comenzar algo nuevo y en ese acto ubicaba la libertad, porque ser parte de la decisión de nuestro destino es una responsabilidad, también una libertad colectiva y una emancipación.
Sin amor a lo común no habrá unidad, nacimiento, vida ni humanidad.
Feliz año 2022.