Colas, saltos, lomos, chorros de agua y “Paciencia” nadando con su cría en el Golfo San José. La foto se toma y la investigación sigue su curso para, finalmente, lograr armar el “árbol genealógico” de una familia de ballenas que, desde hace al menos 50 años, visita los golfos de la Península Valdés en Argentina. Así lo informan desde el Programa de Investigación Ballena Franca Austral, donde se realiza el estudio y seguimiento de la ascendencia y descendencia, mediante la técnica de foto-identificación, de una familia de ballenas que, desde la década del 70, frecuenta el extremo noreste de Chubut.
Paciencia es “bisnieta” de la ballena que fue identificada en 1973 con el número 71. A su vez, “la 71” es madre de Antonia y ésta de Antonio y Docksider, de donde surgió la otra camada de ballenas que fueron registradas como Espuma, Luna y Paciencia. Esta última fue observada en 2019 con su hijo Aconcagua y hace unos meses con otra cría, es decir, “tataranietos” de la primera anotada en el padrón fotográfico en 1973 por el investigador Roger Payne, pionero en ese campo.
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En diálogo con la Agencia de noticias científicas de la UNQ, Mariano Sironi, director científico del Instituto de Conservación de Ballenas, donde se lleva a cabo la investigación, explica que conocer las relaciones de parentesco entre los miembros de una familia de ballenas permite determinar variables que son importantes para describir su biología. “Con estos datos podemos saber, por ejemplo, cada cuántos años las hembras tienen crías, que en promedio es cada tres, o a qué edad tienen su primera cría, que suele suceder a los nueve años”.
También, los registros del mismo individuo a lo largo de muchos años sirven para determinar la longevidad de las ballenas. Si estas variables cambian, pueden indicar modificaciones en el ecosistema que están afectando a las ballenas. “Si los intervalos entre partos se alargan, esto es una indicación de que las hembras pueden tener una condición corporal limitada que no les permite quedar preñadas. Esto tiene impacto en la dinámica de la población”, apunta Sironi.
El “árbol” de “Paciencia”
Gracias a este reencuentro con Paciencia, se pudo saber que la familia de la ballena N° 71 sigue creciendo. “A partir de las fotografías comenzamos la búsqueda en el catálogo de foto-identificación, para comparar la ballena avistada en el Golfo San José con las imágenes. Al hacer el ‘identikit’, comparando el detalle del patrón de callosidades y de las manchas dorsales entre las fotos del catálogo y las recientemente tomadas, todo coincidió a la perfección”, destaca la bióloga Camila Muñoz Moreda. Y completa: “Estábamos ante la presencia de la “bisnieta” de la ballena 71, registrada hace 50 años y, a su vez, con la cría”.
Según detalla Sironi, las relaciones de parentesco se determinan mediante la foto-identificación de individuos. Esto es especialmente importante en el año de su nacimiento, cuando un ballenato está junto a su madre. “Si conocemos a la madre con anterioridad, entonces en muchos casos conocemos a hermanos, abuelas, tíos y tías”, dice. Y suma: “Dicho así puede sonar simpático, pero en el análisis científico nos permite monitorear el estado general de la población, su dinámica, distribución espacial y otras variables”.
¿Cómo se identifican?
Las ballenas francas pueden identificarse individualmente analizando el patrón de callosidades de sus cabezas, áreas de piel engrosada y cubierta de crustáceos blanquecinos llamados “ciámidos”. “El patrón de callosidades es único en cada animal y permanece casi inalterado a lo largo de su vida, algo similar a lo que sucede con las huellas dactilares de las personas”, dice. En ese sentido, tomando fotografías de la cabeza de las ballenas desde un avión, se identifican las ballenas usando programas especialmente diseñados, y así se aprende sobre su dinámica poblacional, biología y comportamiento.
Con todo, lo cierto es que “Paciencia”, esta ballena hembra de 15 años, además de seguir el intervalo normal de parición de 3 años, demuestra que el dispositivo satelital no altera el ciclo reproductivo y que las ballenas regresan a las aguas de Península Valdés para traer nuevas crías a esta población.
Con información de la Agencia de Noticias Científicas