Lo que la primera semana de debate por el aborto nos dejó

09 de diciembre, 2020 | 16.19

La repetición, cuando es deseada, trae lo mismo pero renovado, más intenso. En cierto modo eso es lo que estamos viviendo con el nuevo debate sobre la interrupción legal y voluntaria del embarazo en la Cámara de Diputadxs. Después de la discusión y la media sanción de 2018, este debate para muchxs es volver a vivir esa experiencia pero sabiendo que no somos lxs mismxs.

Lo que cambió es que estamos aún con mayor grado de organización y que en estos dos años ganamos en experiencia y articulación. El 2018 fue un punto de quiebre, un hito en la historia de las luchas transfeministas y su relación con la vida parlamentaria. El 2018 no conseguimos la ley, pero logramos la despenalización social, instalamos nuestra agenda y ganamos el debate simbólico. Fueron muchas las victorias. Los procesos sociales viven más de un tiempo a la vez, esta lucha está habitada por muchos tiempos y distintas líneas de acción. Las transformaciones refuerzan nuestras posibilidades, llegamos mejor organizadxs, con un gobierno popular queriendo aborto legal, con un Presidente que por primera vez en la historia redactó y envío un proyecto de legalización. Además, las presidencias de ambas cámaras del Congreso están a favor del aborto legal. Tenemos la fuerza de la voluntad política. Llegamos fuertes y unidas, soberanas y territoriales, históricas y deseantes. Sabemos que se va a ser ley. Ya lo estamos haciendo.

Esta semana vivimos tres jornadas de reuniones informativas en las que expusieron más de sesenta expositores. Y podemos encontrar ciertas regularidades. El sector que está en contra de la IVE insiste con argumentos que de forma velada o directa sigue pregonando el tutelaje sobre las personas con capacidad de gestar. Encontramos mandatos sociales y arbitrarios que quieren convertir en modos naturales, como si no fuera posible la transformación, la libertad, la igualdad. Hay un punto crítico que es el desinterés por personas que mueren o quedan con mutilaciones o lesiones. Tampoco hay palabras para la criminalización, para la sanción social, para las víctimas de la clandestinidad. Si el Estado no garantiza la política pública hay abandono y riesgo.

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Los argumentos constitucionales de quienes están en contra de la IVE desconocen la existencia de un siglo de vigencia de la Interrupción Legal del Embarazo. Aun así, sabemos que la discusión de tecnicismos legales busca vaciar políticamente el debate. La ampliación de derechos es inevitable y se desprende de nuestra historia de victorias democráticas. Desde la ILE hasta la fertilización in vitro, desde la ley de divorcio hasta la ley de identidad de género, tenemos un linaje parlamentario en el cual se entrama la Interrupción Voluntaria del Embarazo. La historia está de nuestro lado. El tiempo está después.

Hoy el aborto legal es disruptivo. Va a ser la ley más importante del regreso democrático. Y esa disrupción en los estereotipos y los mandatos sociales puede resultar sorpresiva. Lo es, claro que es un quiebre. Da espacio a un nuevo acontecer. Un nuevo contexto, pero también sabemos que el aborto legal va camino a ser un derecho político inalienable para las personas con capacidad de gestar.

Hay un argumento que solo quienes estamos a favor del aborto legal pronunciamos y el cual es imposible de descalificar o impugnar. El aborto clandestino compromete el sistema de salud con más de 3.000 internaciones por mes que son evitables. El aborto seguro practicado con misoprostol es ambulatorio, es acompañado y de muy baja complejidad. Se trata de una política pública que protege la vida de personas con capacidad de gestar.

El reclamo por el aborto legal se mantiene en agenda porque es una deuda histórica, pero además porque la organización transfeminista ha construido redes, acciones, mensajes, estrategias que permitieron darle visibilidad al tema. La irrupción de la Marea Verde demuestra que el transfeminismo llegó para quedarse, con la fuerza de lo nuevo pero también siendo parte de un linaje de luchas donde podemos recuperar y recorrer toda nuestra historia por la igualdad, la libertad y el reconocimiento de derechos para mujeres, lesbianas, trans y travestis. Es decir, esta semana de debate volvimos a descubrir el carácter ancestral de las prácticas y que somos eslabones de una cadena que nos excede. Representamos en el parlamento a quienes están ahora en la calle, a quienes vienen llegando y a quienes que ya no están, a quienes nos enseñaron y marcaron camino. Nuestra lucha es un oleaje ancestral contra el patriarcado.

Ya lo sabemos pero es necesario cantar una vez más: el aborto legal significa saldar una deuda histórica en el acceso a la salud de las personas con capacidad de gestar. Es una ley que marca el punto máximo del desarrollo de las fuerzas transfeministas en la arena pública. Significa autonomía en los proyectos de vida y libertad para planificar sus deseos. El aborto sucede, es una práctica que se hace en clandestinidad. Y esa clandestinidad se traduce en inseguridad, en riesgo sanitario, en temor a ir presa y falta de garantías sanitarias. Las mujeres, lesbianas y trans de Argentina necesitan contar con este derecho al aborto legal. Estamos buscando un marco que cuide y acompañe a las personas en sus definiciones.

Cada pañuelo verde es una contraseña, una clave entre nosotrxs, sabiendo que somos a través del otro y, en esta lucha, somos más libres e iguales.