El fútbol es, sin ninguna duda, el deporte por excelencia a lo largo y ancho de nuestro país. Pero, hasta hace no mucho tiempo, se trataba de un ámbito repleto de machismos, disputado solo por hombres y atravesado por tradiciones que violentaban (y continúan violentando) a los grupos minoritarios entre los que aparecen las mujeres o la comunidad LGBTIQ+. Ahora, la revolución feminista decidió alzar la voz otra vez y cambiar un paradigma que se encuentra -desde hace años- en jaque. Por eso, en este nuevo 8M, un Día de la Mujer en el que todavía hay poco que celebrar y mucho por lo que luchar, no se podía dejar fuera lo logrado por cientos de deportistas que persiguen su sueño y buscan, simplemente, un trato igualitario en sus condiciones laborales.
Buscando dejar atrás lo que desde pequeñas nos fue instalado, respondiendo al llamamiento cultural de cuáles eran las normas de comportamiento a seguir por ser mujeres, qué hacer y qué no en los diferentes ámbitos y también practicar actividades deportivas “acordes” a esa imagen femenina -como lo fueron durante muchos años el hockey o el voley, incentivados por las autoridades-; las jugadoras de fútbol pisan fuerte y demuestran sus intenciones de tumbar la discriminación, el trato de forma despectiva y la invisibilización que atravesó al deporte durante tanto tiempo. Porque una cosa es cierta: no es que antes no había jugadoras de fútbol, sino que simplemente el machismo no permitía darles el lugar que poco a poco parecen estar ganando.
Más allá de todo esto, es importante remarcar que no se trata de un paradigma exclusivo que rige en Argentina sino que los prejuicios culturales contra mujeres jugando a la pelota se observan desde el inicio de los tiempos en cada lugar del mundo. Tanto es así que en países como Inglaterra, durante la década del ‘20, o Brasil, en los ‘40, prohibieron la práctica deportiva. ¿Las razones? La vestimenta que debía llevar la mujer -faldas, vestidos o incómodos corsés- iban en contra de las formas que disponían la disciplina; las libertades, completamente ausentes en ámbitos públicos o privados y por último, pero no menos importante, el concepto que existía de la mujer en articulación con su feminidad y la maternidad como realización.
MÁS INFO
Poco importó para las mujeres luchadoras que decidieron, lentamente, derribar esos muros a pesar de ser conscientes que el camino no iba a ser nada fácil. Pocos artículos dedicados a ellas, casi ninguna foto o registro fílmico durante los años veinte (cuando se jugaban los primeros partidos amistosos), trabas de las instituciones que no aceptaban mujeres, torneos y condiciones de juego muy precarios, amateurismo y total informalidad -con su punto máximo en la Copa del Mundo de 1971, donde una delegación no oficial representó a la Selección Argentina-. Como también poco importó a la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) darle un lugar o generar cambios reales, hasta que en 1991 optó por organizar el primer torneo oficial aunque en los mismos términos deplorables.
Tan largo y repleto de obstáculos fue el camino que recién en marzo del 2019 -el año anterior a la pandemia que nuevamente generó grandes retrasos en la disciplina-, se oficializó la “profesionalización” del fútbol femenino. El proyecto fue impulsado por la ex UAI Urquiza (uno de los grandes clubes del Femenino) y actual San Lorenzo, Macarena Sánchez y también, por supuesto, acompañado por el resto de las jugadoras argentinas. ¿Qué disponía? Un mínimo de 8 futbolistas contratadas por club y un salario de 15 mil pesos, equivalente a un contrato de Primera C del Masculino. Es decir, una “semi-profesionalización” y un sueldo que no alcanza, ni siquiera, para un alquiler; mucho menos para mantenerse o vivir. A mediados de ese mismo año, quienes también pidieron ser escuchadas y solicitaron por un trato más igualitario y serio fueron las jugadoras del seleccionado, con su momento cúlmine en el Mundial de Francia donde hicieron historia con una gran participación.
Más allá de todo, los cambios existen y es importante remarcarlos. El avance es una realidad y si bien queda mucho camino por recorrer, se le da una mayor importancia desde AFA con las inversiones llevadas a cabo en el último tiempo, una importante visualización -desde el año pasado, el torneo de Primera División comenzó a ser televisado por TV Pública y DeporTV- y grandes oportunidades para las mujeres dentro del fútbol. A su vez, la petrolera YPF se transformó en el sponsor oficial aunque no es el único en interesarse: en ocasiones pasadas auspiciaron Rexona o Flybondi.
El Femenino y sus jugadoras cosecharon victorias que valen, sin lugar a dudas, más que tres puntos en un campeonato. Lo importante a destacar es que parecen no detener su paso e incluso, poner el pie en el acelerador para seguir conquistando espacios. Es clave que las jugadoras hayan abrazado ese rol y se hagan cargo de que deben ser ellas quienes empujan para derribar la tradición machista que atraviesa al deporte y también que quienes ocupan puestos dirigenciales adviertan la popularidad que se generó en las tribunas para generar más visibilidad con transmisiones o entradas libres y gratuitas, partidos en horarios lógicos -en lugar de un miércoles a las 9 de la mañana-; que los clubes mejoren sus predios para que las condiciones futbolísticas crezcan o que, al menos una vez al mes, les permitan jugar ante su gente en La Bombonera, el Monumental, el Cilindro o el Libertadores de América.
Que no sean discriminadas y violentadas dentro de las mismas instituciones, que se dé la posibilidad a las más chicas de practicar y mejorar sus condiciones en juveniles para que al llegar a Primera estén preparadas y eleven el nivel del juego, que se mantengan las Reservas y que, más allá de todo, el respeto esté por encima de cualquier cosa.
La lucha ya está sobre la mesa y es momento de que todos sus protagonistas -especialmente quienes toman las decisiones- estén a la altura. Por lo que se viene y por los años pasados en los que se falló repetidamente, generando aún más injusticias. Hay algo que está claro: las mujeres futbolistas pisarán cada vez más fuerte hasta que sean respetadas y derribarán los muros de las tradiciones machistas para revolucionar el mundo de la pelota de una vez y para siempre.