Por Argentina se comparten y circulan las leyendas más atrapantes, ya sean aterradoras o tiernas. Está en nuestra esencia el tratar de entender lo que somos y nos rodea contándonos historias. Por eso hoy vamos a conocer algunas de las más importantes leyendas argentinas.
Desde una planta que bebemos todos los días hasta un pájaro de misterioso canto, pasando por ciudades desaparecidas y seres mitológicos. Las leyendas y mitos argentinos abordan casi todos los temas que nos interesan desde siempre.
Los argentinos disfrutamos compartiendo rondas de historias. En una mesa familiar, en un fogón de amigos, con un mate o hasta en la parada de colectivo. Para que tengas buenas historias para contar en la próxima reunión, repasaremos las principales leyendas argentinas. ¡A disfrutarlas!
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Leyendas argentinas
Una leyenda son relatos de determinados sucesos fantásticos o extraordinarios. Se basan en personajes o hechos reales o ficticios, en indicios naturales, así como en creencias religiosas y en supersticiones.
Por su parte, los mitos son narraciones que, a partir de un lenguaje simbólico, recuperan los orígenes, el mundo en su creación divina. Suelen aludir a cómo fueron creados los seres humanos, plantas y animales. También se refieren a cómo surgieron las creencias, ritos y formas de vida de un pueblo.
El territorio argentino está repleto de mitos y leyendas argentinas, algunas escalofriantes y otras fascinantes. Son tantas como habitantes hay en el país. Desde el cementerio de Chacarita hasta Tierra de Fuego, son muchos los mitos que circulan entre los pobladores, especialmente en zonas rurales. ¿Estás preparado para conocerlos?
¿Qué leyendas y mitos argentinos hay?
La ciudad desaparecida de Esteco
Cuenta la leyenda que la ciudad de Esteco era una de las más ricas y prósperas del norte argentino, en la provincia de Salta. Sus construcciones estaban bañadas de oro y sus habitantes gozaban de buena fortuna, que lucían orgullosos.
Tenían tanta riqueza que se convirtieron en soberbios y mezquinos. Vivían para el placer y la vanidad, despreciando a los pobres y maltratando a los esclavos.
Un día llegó a la ciudad un viejo misionero que quería redimir a la población y comenzó pedir limosna. Tenía un aspecto lastimero, con heridas en sus manos y ropas rasgadas. A pesar de que el hombre pedía un poco de alimento y abrigo, nadie lo ayudó.
El hombre llegó a las afueras de la ciudad donde vivía una mujer muy pobre con su hijo. Ella se conmovió y decidió matar su única gallina para darle un alimento y, además, le dio una cama para descansar. El misionero volvió a la ciudad y comenzó a predicar la importancia de la caridad y la humildad, pero solo consiguió burlas.
Esa misma noche volvió a la casa de la mujer y se le reveló como un profeta. Anticipó que, si la ciudad no cambiaba, sería destruida por un castigo divino: un terremoto. Le dijo que partiera esa misma noche con su hijo. Ella podría salvarse por el gesto bondadoso que tuvo con el misionero.
Antes de irse, el misionero advirtió a la mujer que caminara hacia adelante sin voltear atrás. Si no lograba dominarse, también sería alcanzada por un castigo. La mujer obedeció y salió con su hijo esa madrugada.
A la noche un trueno estremecedor anunció la catástrofe. La tierra se abrió y el fuego surgía en todas partes, mientras casas y habitantes se hundían en aquel abismo.
Curiosa por los gritos, la mujer se giró para observar cómo caía la gran ciudad. En ese momento fue convertida en piedra, mientras sostenía a su hijo. Dice la leyenda que todos los años, la mujer baja a la ciudad de Salta.
El Ahorcado de Chacarita
Otra de las leyendas argentinas dice que alrededor del cementerio de Chacarita, todas las noches de jueves deambula un espíritu. Es un hombre ahorcado en una de las ramas más altas de un árbol de la calle Jorge Newbery, a pocos metros del camposanto.
En el siglo XIX la fiebre amarilla azotó la capital y se creó con urgencia el cementerio de la Chacarita y el tranvía fúnebre. Por ese tiempo, un joven se suicidó colgándose de un árbol cerca del cementerio donde se encontraba su amada, víctima de la epidemia.
Son muchos los testigos que afirman haber visto con claridad una figura cadavérica, semitransparente y en un estado avanzado de putrefacción. Dicen los testigos que tiene los ojos abiertos y la mirada perdida.
El crespín
El crespín es un ave de canto extraño que habita en el norte argentino, especialmente en los montes santiagueños. Un pájaro misterioso que tiene su propia leyenda.
La historia dice que había por esos pagos un matrimonio de campesinos que se dedicaban a labrar y cultivar la tierra. El hombre -llamado Crespín- era trabajador, paciente y resignado, pero la mujer era haragana y tenía pasión por el baile.
Un año de cosecha abundante, Crespín sesgaba su trigo bajo el sol de verano. Trabajaba muchas horas, y lo hacía todo él solo, pues su mujer estaba muy ocupada bailando.
Un día se enfermó y pidió a su mujer que fuera al pueblo a traerle medicamentos. Le dijo que volviera pronto pues necesitaba sanar lo antes posible para seguir la cosecha.
La mujer fue hacia el pueblo y vio fiesta en uno de los ranchos del camino. Se acercó y comenzó a cantar y bailar. De repente la vinieron a llamar, pues su marido había agravado y la necesitaba.
Pero ella dijo que la vida era corta para divertirse y larga para sufrir. Lo mismo respondió al segundo y tercer día. Cuando finalmente le avisaron que su marido había muerto, no le dio importancia y siguió bailando.
Varios días después, cuando la fiesta terminaba, volvió la mujer a su hogar y se encontró en la más terrible soledad. Lloró y lloró su pena, y por varios días y noches deambuló por los campos, llamando a su marido.
Enloquecida de dolor, le pidió a Dios que le diera alas para seguir su búsqueda, y Dios la convirtió en ave. Desde entonces, es el pájaro solitario que en épocas de cosecha llama a su compañero: cres pín, cres pín.
El lobisón
Según la mitología guaraní, el lobisón -o lobizón- es el séptimo y último hijo de Tau y Kerana. Sobre él cayó una maldición que pesaba sobre sus padres. En las noches de luna llena se transforma en un animal, mezcla de perro muy grande y de hombre.
En la transformación, el maldecido comienza sintiéndose un poco mal. Luego, presintiendo lo que vendrá, busca un lugar apartado, como la partes frondosas del monte. Allí se tira al suelo y rueda tres veces de izquierda a derecha, diciendo un credo al revés.
El hombre-lobisón se levanta con la forma de un perro inmenso, de color oscuro, ojos rojos como dos brasas encendidas y patas muy grandes. Aunque otras veces, también tienen forma de pezuñas y despide un olor fétido. Luego se levanta para vagar hasta que caiga el día.
Se alimenta de las heces de gallinas, cadáveres desenterrados de tumbas y, a veces, come algún bebé recién nacido que no haya sido bautizado. El lobizón es reconocido porque son hombres flacos y enfermizos, y cae enfermo del estómago los días después de su transformación.
Nahuelito
Mirando imponente a la ciudad de Bariloche, la increíble belleza del lago Nahuel Huapi esconde algo en las profundidades de sus frías aguas. Dice el mito, una de las leyendas argentinas más famosas, que una horrenda criatura acuática vive en el lago.
Este misterioso animal recibe el nombre del lago y es parte de las creencias populares argentinas. Su mito se viene difundiendo desde los pueblos asentados en la región antes de la llegada de los conquistadores.
De acuerdo con algunos avistamientos reportados, se describe a Nahuelito como un animal prehistórico, de cuello largo y aletas. Su piel se asemeja a un cuero de gran espesor y está plagado de lo que parecen ser escamas.
Los testigos que lo vieron afirman que la bestia mitológica mide entre 5 y 7 metros de largo. Además, dicen que cuando se eleva por sobre el agua alcanza los 2 metros.
Cuentan además los lugareños que Nahuelito es un animal carnívoro y se alimenta de animales del mismo lago. Aunque también puede atacar a los animales de la orilla. Esta afirmación se basa en varias huellas de gran espesor encontradas a la vera del lago, las cuales tienen la forma de la pisada de un pato gigante.
Otra característica sobre esta criatura salvaje, es que acecha embarcaciones cuando no tiene alimento. Lo terrorífico del mito es que Nahuelito devora a sus tripulantes en el fondo del lago.
La estación poseída
Abierta en diciembre de 1913, la línea A es la red de subterráneo más antigua de Argentina y de todo Iberoamérica. Cuenta la leyenda urbana que esa línea alberga seres fantasmagóricos.
Una noche de julio de 2011 un estudiante volvía a casa y se quedó solo en el subte, entre las estaciones Pasco y Alberti. En ese momento pudo ver, según dice, a "aquellos seres fantasmales que no pudieron descansar en paz".
Durante la construcción de esa parte de la línea A, dos italianos perdieron la vida al ser aplastados por una viga. La constructora ocultó el accidente y abandonó un pequeño tramo "por cuestiones operativas", aunque sin dar más explicaciones.
En 1951, las semiestaciones Pasco sur y Alberti norte fueron clausuradas, permaneciendo activas solo las dos semiestaciones opuestas. Ese ramal se encuentra ahora abandonado y tapiado, y permanece su estado original por dentro.
Desde unas rejas de ventilación se pueden observar los azulejos de las antiguas estaciones, todavía intactos y unas imperiales escaleras en la penumbra. Quién sabe si los fantasmas aún deambulan por allí.
La Difunta Correa
La Difunta Correa es un personaje mítico de nuestro país. Su nombre original era Deolinda Correa y detrás de su leyenda hay una conmovedora historia de amor y fidelidad.
Luego de su muerte, Deolinda se transformó en objeto de culto y devoción. Como santa popular se le atribuyen numerosos milagros. Su santuario está en la localidad de Vallecito, provincia de San Juan. Allí es visitada cada año por miles de creyentes de todo el país, que llegan para pedir favores, cumplir promesas o agradecer por la ayuda o el milagro realizado.
La historia cuenta que, mientras se vivían las luchas entre unitarios y federales, la joven Deolinda Correa estaba casada y acababa de tener a su primer hijo. Una tropa montonera pasó entonces por San Juan para robar víveres y reclutar hombres a la fuerza.
A pesar del intento de resistirse, su marido fue reclutado y Deolinda quedó desamparada. El comisario del pueblo, aprovechó esta situación y comenzó a acosar a la madre y esposa. Ella decidió escapar tras los pasos de su amado esposo, llevando a su hijo en brazos.
Pero, según cuenta la tradición oral, Deolinda huyó sin provisiones suficientes y a pie. Intentó seguir el camino de la tropa, pero se perdió y deambuló por los cerros hasta llegar a Vallecito, exhausta y deshidratada. Sin esperanzas, se sentó e intentó amamantar a su hijo.
Ella moría de sed sin dejar de alimentar a su niño, y así la encontraron los arrieros. Su hijo seguía vivo alimentándose de sus pechos, por los cuales aún fluía la leche materna. Este es el primer milagro que se le atribuye a la Difunta Correa.
La Difunta Correa se convirtió con el tiempo en una santa popular. Se levantaron pequeños santuarios por todo el país, en donde los devotos le dejan botellas de agua como ofrenda.
La leyenda de la flor del ceibo
La leyenda de la flor del ceibo cuenta que esta nació gracias a Anahí. Específicamente, cuando la muchacha fue condenada a morir en la hoguera, después de un combate entre su tribu y los guaraníes.
Anahí conocía todos los rincones de la selva nativa, todos sus árboles, todos los pájaros que la poblaban, todas las flores. Y cantaba feliz en ese paisaje, con una voz tan dulce que hasta los pájaros callaban para escucharla.
Pero un día resonó en la selva el ruido de las armas y hombres extraños se internaron en la espesura. La tribu de Anahí se defendió contra los invasores. Ella, junto a los suyos, luchó para impedir que aquellos extranjeros se adueñaran de su selva, de sus pájaros, de su río.
Anahí fue apresada por dos soldados enemigos. La llevaron al campamento y la ataron a un poste. Pero ella rompió sus ligaduras, y en la oscuridad de la noche, dio muerte al centinela. Buscó un escondite entre sus árboles, pero no pudo llegar muy lejos.
Sus enemigos la persiguieron y Anahí volvió a caer en sus manos. Culpable de haber matado a un soldado, la condenaron a morir en la hoguera. La indiecita fue atada a un árbol de anchas hojas y a sus pies colocaron leña, a la que dieron fuego.
Las llamas envolvieron el tronco del árbol y el frágil cuerpo de Anahí, que pareció también una roja llamarada. Ante el asombro de los allí estaban, Anahí comenzó a cantar. Era una invocación a su selva, a la que entregaba su corazón.
Cuando se apagaron las llamas que envolvían Anahí, los soldados que la habían sentenciado quedaron paralizados. El cuerpo de la indiecita se había transformado en un manojo de flores rojas como las llamas que la envolvieron, adornando el árbol que la había sostenido.
La leyenda de la joven Anahí y su muerte en la hoguera explica el nacimiento de la flor del ceibo. Se trata de una historia de origen guaraní.
Así nació el ceibo, la bella flor que ilumina los bosques de la mesopotamia argentina. La flor de ceibo fue declarada Flor Nacional Argentina un 23 de diciembre de 1942.
La leyenda de la Salamanca
Una de las principales leyendas argentinas es la de la Salamanca. Se trata de un lugar diabólico, donde el "supay" enseña sus artes, las brujas hacen sus reuniones y donde van los que se inician en la práctica del maleficio.
A la Salamanca va también, el famoso cantor, guitarrero o bailarín del pago, la vieja bruja que prepara los "gualichos", la curandera, entre otros. Generalmente, la Salamanca es un lugar oculto, de difícil acceso, cuya entrada conduce a una cueva amplia y oscura.
Pero para entrar se necesita gran valor. El hombre o mujer neófito debe introducirse a la Salamanca desnudo, acompañado de un iniciado. A la entrada de la caverna hay un Cristo cabeza abajo al que hay que pegar y escupir.
Durante la reunión, se hace música con bombo, violín, arpa y guitarra. También se queman bombas de estruendo y se celebran bacanales, orgías y aquelarres que duran toda la noche.
La tradición popular dice que la música de la Salamanca solo deja de sonar cuando alguien se arrima a la cueva. También se cuenta que los animales que pasan por cerca de ella se espantan y huyen despavoridos.
La leyenda de la yerba mate
Yarí-í era una joven guaraní que vivía en la selva misionera. Era hermosa y cuidaba con mucho amor a su padre anciano y casi ciego. Él no había querido seguir el camino de su pueblo nómade, porque no tenía fuerzas para el largo viaje.
Por eso les pidió a sus hermanos que llevaran a su hija con ellos. Pero la joven se negó a dejarlo y prometió aprender a cazar para conseguir el alimento para ambos.
Al poco tiempo Yarí-í cazaba, pescaba y recogía frutos como los hombres guaraníes. Su padre rogaba a su dios Tupá, para que la colmara de bendiciones.
Entonces, un día apareció en la puerta de la casa un caminante. Este resultó ser el mismísimo Tupá. La joven, sin saber su identidad, fue muy hospitalaria con él. Le brindó comida y techo donde descansar.
A la mañana siguiente, antes de seguir su viaje, el hombre le dijo: “Fuiste muy generosa conmigo y cuidas de tu padre con amor, por ello te haré un regalo especial. Haré brotar una planta nueva que llevará tu nombre: se llamará Caá-Yarí”. Entonces Tupá hizo nacer la yerba mate.
La luz mala
La luz mala tiene un lugar especial en el folclore nacional y es uno de los mitos y leyendas argentinas más difundidos en ambientes rurales. Se trata de la aparición nocturna de una luz brillante que flota a poca altura del suelo.
Esta luz puede permanecer inmóvil, moverse o, según algunos relatos, perseguir a gran velocidad al asustado observador. Otras veces aparece a una distancia cercana al horizonte.
Normalmente se identifica a la luz mala como un “alma en pena”. Es decir, el espíritu de un difunto que no recibió sepultura cristiana.
Ante un encuentro, la creencia popular recomienda una oración y luego morder la vaina del cuchillo. En caso de que la luz mala no desaparezca, y como último recurso, se la debe enfrentar con un arma blanca, ya que las armas de fuego no resultan efectivas.
En el noroeste argentino también se le da el nombre de luz mala a la aparición del farol de Mandinga. Esta fosforescencia suele verse en cerros y quebradas, en especial durante los meses más secos, después de ponerse el sol.
Se cree además que el farol de Mandinga aparece en lugares en donde hay enterrados tesoros de oro y plata. La tradición dice que la luz es el espíritu del antiguo dueño tratando de alejar del lugar a los extraños.
La luz mala es una de las leyendas argentinas más difundidas. En el Noroeste también se la conoce como el farol de Mandinga.
La leyenda también cuenta que el 24 de agosto -día de San Bartolomé- estas luces son más brillantes por influencia de Satanás. Se trata del único día del año en que el diablo se libera de la vigilancia de los ángeles, y aprovecha para atraer las almas.
Por lo general nadie cava donde sale la luz, debido al miedo que la superstición les produce. Los pocos valientes que revisan bajo la luz suelen encontrar objetos metálicos o alfarería indígena.
Se dice que, al ser destapada, esta alfarería antigua despide un gas a veces mortal para el hombre. Por lo tanto, los lugareños recomiendan tomar mucho aire antes de abrir el objeto encontrado. O aconsejan abrirlo cubriendo nariz y boca con un pullo (manta gruesa de lana) o con un poncho.
Gauchito Gil
Por último llegamos a un personaje de características míticas dentro del folclore nacional. Hablamos del Gauchito Gil. Es una importante figura religiosa, objeto de gran devoción popular en la Argentina.
La leyenda del Gauchito tiene su fundamento histórico en el gaucho Antonio Plutarco Cruz Mamerto Gil Núñez, de quien poco se sabe a ciencia cierta. Gil nació en Pay Ubre, cerca de Mercedes, en la provincia de Corrientes, alrededor de 1840. Fue asesinado el 8 de enero de 1878, a unos 8 kilómetros de la misma ciudad.
Antonio Gil fue un gaucho rural, quien tuvo un romance con la hija del comandante del lugar. Esto le hizo ganar el odio de los hermanos de la mujer, y del jefe de la policía local, quien también la había cortejado.
Como consecuencia del peligro que representaba, Antontio Gil dejó el área y se alistó para luchar en la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870). Después de regresar, fue reclutado por el Partido Autonomista para pelear en la guerra civil correntina contra el opositor Partido Liberal, pero Gil desertó.
Debido a que la deserción era delito, Antonio fue capturado, colgado de su pie en un árbol de espinillo, y degollado. Antes de ser ejecutado, este le dijo a su verdugo que debería rezar en nombre de Gil por la vida de su hijo, el cual estaba muy enfermo.
Al principio, el verdugo desconfió de las palabras del ajusticiado. Pero al regresar a su hogar, encontró a su hijo casi agonizando, desesperado. El verdugo le rezó entonces a Gil y su hijo sanó milagrosamente.
Luego de recibir esta ayuda, el verdugo le dio al cuerpo de Gil un entierro apropiado. Las personas que se enteraron del milagro construyeron un santuario, el cual creció hasta hoy.
En la actualidad existen incontables santuarios que veneran al Gauchito Gil a lo largo y ancho del país. Es fácil reconocerlos, ya que resalta el color rojo de sus banderas o paredes.
La tradición popular es la de envolver con banderas rojas o pintar de rojo los santuarios que veneran al Gauchito Gil. Esto se debe a que es el color que caracterizaba al Partido Autonomista en la provincia de Corrientes.
Conclusión
Los argentinos amamos las buenas historias. No es algo nuevo, sino que forma parte de nosotros desde antes incluso de la formación del Estado-Nación. Por eso hoy hicimos un recorrido por algunas de las más famosas leyendas argentinas.
Estas leyendas dan cuenta de la aparición de flores, plantas y fenómenos paranormales. Por ejemplo, seres fantasmagóricos en una estación de subte o cuevas diabólicas. Aunque también se recuerda la vida de personas que se transformaron en santos populares, como el Gauchito Gil o la Difunta Correa.
Y vos, ¿qué mitos y leyendas son tus preferidas? ¿Cuáles vas a contarle a tus amigos y familiares? Para encontrar más artículos sobre tradiciones argentinas, seguí leyendo El Destape.