Nos encontramos en medio de un debate y una tensión mundial que tiene como eje el uso y la distribución de las vacunas contra el COVID-19, parte también de todos los conflictos que desató, o profundizó, la pandemia. Nace principalmente de su escasez, aunque al principio ocupó un lugar la inseguridad en ellas, punto que hoy parece superado, muy particularmente porque no hay alternativas. En nuestro país lo vimos: la oposición al gobierno advertía sobre el riesgo de ciertas vacunas y minutos después demandaba con el mismo énfasis la necesidad imperiosa de contar con más dosis. Aunque no es el tema al que quiero referirme es notable observar cómo la oposición no ha podido generar una agenda en torno de la pandemia y se limita a ir detrás de los hechos para señalar sus posibles defectos y si no los hubiera a suponerlos. Le garantiza minutos en los medios de comunicación, pero da un mensaje confuso, no pocas veces se ha contradicho como con las vacunas, y habrá que ver cómo lo lee su electorado.
Volvamos a las vacunas. Día a día vemos que el debate mundial se parece cada vez más a una guerra comercial de las que hemos conocidos decenas desde que existe el capitalismo, eso pareció en particular el minué de la Unión Europea en torno de la autorización o no de la vacuna de origen Inglés AstraZeneca. Finalmente fue validada, pero en algún momento se percibieron sombras que reflejaban el tipo de relación que existe hoy entre la UE e Inglaterra post Brexit.
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Por otra parte, los gobiernos de EE UU, el de Trump antes el de Biden ahora, han sido claros en cuanto que vacunar a sus ciudadanos no será solo una prioridad sino una exclusividad durante un buen tiempo. Así, la salida de esas vacunas producidas en su territorio hacia otras tierras ha sido extremadamente limitado, y solo algunos países han recibido unas pocas dosis. Es más, el gobierno del país del norte, ha denegado la salida de los frascos que demanda la vacuna AstraZeneca para ser envasada en México. Quisiera remarcar que estamos hablando de frascos, no de satélites. La convulsión en ese sentido es extendida. Se menciona que la empresa Pfizer pretendió alterar las condiciones de su contrato con el Estado argentino para entregar algunas dosis, emergiendo las antiguas condiciones de comercio entre el centro y la periferia que conocemos desde hace más de un siglo. Los países ricos acaparan vacunas e imponente las condiciones de venta al resto, o directamente les informa que esa operación será en algún futuro. Parece suficiente para pensar que las esperanzas en un mundo mejor pos pandémico, deben ser muy moderadas. Los organismos de regulaciones internacionales han tenido una actitud por lo menos conservadora durante la pandemia.
Piénsese que los EE.UU. ha retornado hace pocos días a la OMS luego que Donald Trump decidiera abandonarla peleado no solo con la globalización sino con cualquier mediación política entre Estados, es decir renuente a aceptar las formas "normales" de la política. Quizás eso fuera una dimensión clave para que organismos como la ONU tuviesen escasa imagen en todo esto, pero también sucedió algo semejante con organizaciones que nuclean a los países pobres para levantar la voz y exigir, con sus escasos recursos es cierto, una distribución más justa de la vacuna. El fin del mundo bipolar barrió también con las organizaciones como el Movimiento de Países no Alineados (que, aunque existe su peso político ya no es significativo); por estas geografías directamente desaparecieron algunas como la UNASUR o las que quedan, el MERCOSUR se lo dinamita desde dentro.
El viernes último Luis Lacalle Pou, presidente de Uruguay, dijo que el Mercosur debía abrirse al mundo, firmar acuerdos con otros bloques y usó la metáfora del lastre que debía ser arrojado sin la menor visión política para usar semejante palabra frente a socios que celebraban 30 años de intento de destino común. Es cierto que los socios menores de los acuerdos de este tipo deben siempre cuidar que los intereses de los más grandes no los dejen fuera de la discusión, pero afirmar que el acuerdo en sí mismo y por tanto el resto de los firmantes son un lastre…difícil hallar tan poca diplomacia en una sola palabra. Pero más allá de la semántica, Lacalle Pou dejó entrever otra cosa: le preocupa más la formación de una comunidad de negocios que el destino de una nación o de un Estado supra nacional. Dejó en claro que la soberanía nacional es un principio que ya no queda cómodo en el siglo XXI. Entiéndase: la soberanía nacional no es una cuestión de identidad sagrada o de principios morales.
El Estado moderno nació bajo esa premisa de contener la soberanía, pues el origen mismo de la palabra refiere a que "no hay poder por encima", por tanto el poder soberano es el que no reconoce ninguno por encima de sí. Bajo ese principio fue posible construir los estados modernos y con ellos dar un orden social y otorgar derechos de ciudadanía a sus habitantes, de modo que se convirtió en una herramienta fundamental para satisfacer las demandas sociales. Si se afirma que la soberanía estatal debe abrir paso a otros soberanos es decir al mercado, el objetivo ¿será satisfacer derechos de ciudadanía o expandir los negocios? ¿Será el de garantizar vacunas para todos y para todas o asegurar el poder de los laboratorios y la avaricia de los países ricos que pretender acumular más vacunas de las que necesitan? En esa línea se puede comprender que los diarios de Uruguay en general apoyarán en sus dichos a su presidente, pero también explica que en nuestro país los grande diarios tomarán una posición similar.
No es una disputa entre estados, sino entre Estado y mercado. Hay, con todo, algunas señales en otro sentido: Argentina recibió el domingo 218.000 dosis gracias al convenio por el mecanismo COVAX (Fondo de Acceso Global para Vacunas Covid-19) una iniciativa global. Fue promovido por la OMS, la Comisión Europea y Francia, con el objetivo de garantizar el acceso de todos los países a alguna vacuna. Este acuerdo lo suscribieron 172 naciones y busca que el acceso no se defina por los recursos económicos de los países sino por el derecho a su acceso. Todo lo contrario de las políticas de libre mercado y en favor de reconocer las soberanías nacionales. Son signos en medio de una lucha comercial, es lo que hace la política en estos contextos.