El viernes a las 13.30 el presidente Alberto Fernández salió del Centro Cultural Kirchner satisfecho: había lanzado el Consejo Económico y Social, un proyecto político y económico de largo plazo, que, además aporta electoralmente. Mientras caminaba hacia la salida un colaborador le contó la bomba que había lanzado Horacio Verbitsky. De inmediato lo llamó a Ginés González García.
- ¿Qué es esta locura? ¿Es cierto lo que dice Verbitsky?
- No es nada. Vacunamos a algunos amigos que lo necesitaban, gente mayor. Lo arregló mi secretaria.
-Quiero un informe por escrito de todo lo que pasó.
Dos horas después el presidente había eyectado de su gobierno a Ginés González García, un prócer del peronismo, que armó el plan Remediar, impulsó la Ley de Genéricos, diseñó el plan de lucha contra el COVID-19, consiguió millones de vacunas para los argentinos, pero que terminó jugando a ser una especie de Dios que decidía en secreto quién era inmunizado y salvaba su vida, mientras las vacunas se demoran y el resto de los argentinos está en peligro.
Ahora que salió a la luz muchos cuentan que Ginés le ofrecía vacunas a sus amigos con total naturalidad. La mayoría declinó el convite. Sin duda, este hombre respetado por todos, nunca comprendió la gravedad de esa conducta.
Enterado de la actitud del ministro, fue Ricardo Roa, el número dos de Clarín, quien se comunicó con Ginés para pedirle una dosis para Jorge Aranda, uno de los accionistas mayoritarios de Clarín. “Pero que no sea la rusa”, aclaró, quizá para remarcar su coherencia editorial. Ginés le dijo que si a Clarín.
El otro que llamó para pedir una vacuna fue Horacio Verbitsky, quien también recibió una respuesta positiva.
Todas estas gestiones eran secretas e iban quedando en manos del sobrino y jefe de Gabinete del ministro, Lisandro Bonelli, el mismo que operaba contra Carla Vizzotti en Clarín habitualmente.
El jueves a media noche le llegó al ministro la versión de que un periodista de Clarín estaba investigando su sistema de vacunación de amigos y que iba a ser la tapa del diario del viernes. Llamó a Roa y se quedó tranquilo. Nadie iba a publicar nada sabiendo que quedaban todos pegados.
El problema fue que la misma versión le llegó a Horacio Verbitsky, quien decidió encargarse personalmente del tema. El periodista, que se había vacunado a escondidas, armó un guión con una versión edulcorada de su vacunación y la tiró en la radio como si fuera lo más normal del mundo. ”Estaba yendo para el Posadas y me avisaron que los médicos estaban en el Ministerio. Por eso fui para ahí”.
Luego de cortar con la radio le dejó un mensaje a Ginés: “Mirá como le mojé la pólvora a Clarín”. A las pocas horas la pólvora estalló.
Clarín no pagó ningún costo porque el pedido de la vacuna no quedó registrado en ningún lado y pudo limpiarse con una simple desmentida. Verbitsky sí.
El que entendió que las acciones del ministro eran gravísimas, que había repartido entre amigos un bien escaso que salva vidas mientras millones de argentinos que salen a trabajar todos los días con miedo a contagiarse y morirse, que era un acto inmoral, que ponía en peligro al gobierno en particular y a la confianza en la democracia en general, fue Alberto Fernández, que lo echó de inmediato.
En un país con once millones alimentándose en comedores, 50 mil muertos y una oposición dispuesta a cargarse al gobierno a cualquier precio, una indecisión del presidente en castigar los privilegios podía haber desatado un incendio de proporciones incalculables.
Días antes, Eduardo Valdés le había pedido personalmente al presidente que lo vacunara para poder viajar. Alberto le dijo que estaba loco. Valdés fue y se lo pidió a Ginés, seguramente sin comprender la gravedad de su conducta.
Jorge Taiana, de 71 años, enfermo del corazón y a poco de operarse, aceptó el ofrecimiento de Ginés antes del viaje a México. Otro héroe del peronismo, un hombre íntegro como pocos, que no quería aceptar y fue convencido por su familia. Tenía que viajar a México, una de las ciudades de mayor circulación del virus.
No todos en la clase política comprenden la gravedad del tema. La desazón y el desanimo que genera en la sociedad ver que hay privilegios en un momento de tanta gravedad. Una sociedad empobrecida, maltratada por el macrismo, que confió en el gobierno y que espera una vacuna que le asegure que no se va a contagiar y morir. El hecho de que los vacunados sean mayores no cambia la cuestión. Hay millones en su situación, muchos de ellos enfermos, que esperan su turno.
Ginés es cien veces más que la mayoría de los que lo critican. Esto no lo convierte en una mala persona ni niega su gran obra humanitaria. Pero no comprendió el daño social y político que generaba y pagó su precio.
La actitud crítica de la oposición es desfachatada y miserable. Hicieron campaña para que la gente saliera a la calle a contagiarse, dijeron que la vacuna era veneno, denunciaron al ministro y ahora se horrorizan y quieren mostrarse como los reyes de la moral.
El día que habló Verbitsky la noticia debió ser que colapsó el sistema de inscripción de la Ciudad. Ese colapso no fue casual; se debió a que Larreta se tomó su tiempo para abrir la inscripción porque no quería apoyar al gobierno nacional en su deseo de pronta inmunización de la sociedad. Así vacunan los anti vacunas. En la ciudad aún hay médicos que se juegan la vida, muchos mayores de 70 años, sin vacunarse. En el mismo tiempo Axel Kicillof vacunó al 100% del personal de salud que requirió la vacuna -159.900 personas-, y en total, a 302 mil bonaerenses.
Las vacunas de Putin
Esta semana llegará a la Argentina un millón de dosis de la vacuna china Sinopharm y 600 mil dosis de Sputnik V desde Moscú. Si bien la producción de India avanza, hay un retraso en la aprobación de parte del Centro Gamaleya, que exigió una segunda prueba de calidad.
El contrato de Argentina era de un millón de vacuna semanales, pero Putin está teniendo problemas políticos para cumplir desde Moscu las vacunas que no llegan de India. Si bien en Rusia hay millones de dosis en stock porque un porcentaje alto de rusos no fue a vacunarse, la oposición acusa al gobierno de priorizar a los argentinos. Mañana viaja Cecilia Nicolini para reclamar la entrega del millón semanal comprometido.
Guzmán: dólar, tarifas e inflación
El jueves se conoció que la inflación mayorista de enero fue del 5,6 %: fue una luz roja. Los empresarios están tratando de recuperar márgenes de rentabilidad que, dicen, perdieron durante 2020.
Guzmán espera que en febrero la inflación sea aproximadamente del 3,3% y que en marzo se repita el guarismo. De ahí en más espera una baja gradual. Para eso está buscando que la evolución del dólar actúe como un freno que vaya ralentizando la suba de la moneda gringa. En febrero subirá el dólar oficial un 2,7% y seguirá frenando hasta llegar al 1,2% a partir de mitad de año y hasta diciembre.
El ministro piensa que las dos causas que impulsan hoy la inflación son el dólar y la emisión. “Los pesos que emitimos de más terminan en algún momento en ahorro, que en este país es en dólares. Cuando sube el dólar impulsa la inflación”, señala.
Sabe, también, que en el país hay una puja distributiva difícil de manejar. “Los empresarios quieren recuperar márgenes ya y eso es imposible”, explica.
Otro tema del año que influirá en la inflación son las tarifas. Guzmán dice que los más pobres deben pagar la tarifa social, la clase media debe tener una suba inferior a la inflación y los de mayor poder adquisitivo ir avanzando hacia un esquema sin subsidios.
Otro round decisivo de 2021 es la pulseada con el FMI: un arreglo aliviaría las tensiones cambiarias. Según Guzmán la única diferencia vigente es la brecha cambiaria. El FMI quiere que acumule reservas rápido para bajarla. Otras fuentes señalan que el fondo quiere que el país llegue al déficit cero en 2023. Y que Guzmán ofrece alcanzar ese registro en 2025. La frase déficit cero suena mal en cualquier año.
Para seguir bajando la brecha el ministro piensa comenzar a bajar el adelanto de impuesto a las ganancias que forma parte del precio del dólar ahorro.
Respecto a la discusión sobre los precios de los comodities, Guzmás cree que la soja, el trigo y el girasol están bien. Pero duda sobre qué hacer con el maíz, que viene empujando el precio de la carne. No descuenta imponer un cupo o subir las retenciones, pero señala que es “una decisión política, que tiene en cuenta los distritos electorales de Santa Fe y Córdoba”.
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En el Frente de Todos hay quienes se preocupan por la posición “fiscalista” del ministro, por su preocupación por la emisión, por su idea de que cada peso que recibe alguien, aunque sea de abajo de la pirámide social, termina en el dólar. Guzmán asegura que la inflación anual no superará en 30 o 31 por ciento y que con ese registro los salarios podrán ganarle a los precios. Con esa batalla ganada y más empleo espera que la economía crezca bastante más que lo que señala el presupuesto.
La elección se juega con vacunas y con salarios que le ganen a la inflación. El Gobierno está en condiciones de, con dificultades, cumplir con ambos requisitos. Alberto es acosado por una oposición compuesta por Juntos por el Cambio, los grandes medios y una parte del poder judicial. La semana pasada el presidente reafirmó su autoridad con dos medidas: La decisión de ANSES de poner en su lugar a los jueces que especulaban con tener la jubilación lista por si tiene problemas legales y con las imputaciones a la empresas formadoras de precios. En los próximos días se verá como leyeron esos actores el suceso de los privilegios en las vacunas. Si creen que dañó al Gobierno olerán sangre y atacarán de nuevo. Si la decisión rápida del presidente alcanzó para palear el daño, el gobierno tendrá mayor espacio para imponer sus políticas.
Fue una semana difícil, en un año complicado en una pandemia maldita. En un país con once millones de personas alimentándose en comedores y 50 mil muertos, no hay lugar para errores ni para privilegios.