El noticiero transmitía a pantalla partida: de un lado, el dirigente opositor lamentando que la impericia del gobierno haya dejado a la Argentina sin vacunas, unas pulgadas más allá, la cámara en vivo desde el aeropuerto de Ezeiza mostrando la llegada, con apenas trece minutos de diferencia, de dos vuelos provenientes de Moscú (otro partió hacia allá esta madrugada) y de Miami, con un total de 1.453.565 dosis. El cuello de botella que obligaba a regular la velocidad del operativo sanitario en todo el país parece haber quedado atrás.
Hoy Alberto Fernández anunciará junto a su par mexicano Andrés Manuel López Obrador el primer envío desde ese país. La Argentina contará, entonces, con cuatro canales abiertos para recibir vacunas: México, Estados Unidos (los dos con compuesto activo fabricado en el país), COVAX y Rusia. Además, se está negociando un nuevo contrato con Sinopharm (China) y a finales de junio podrían comenzar a distribuirse las primeras dosis de Sputnik que el laboratorio Richmond producirá en su planta bonaerense.
La Argentina, que hoy es el séptimo país del G20 que más vacunó respecto a su población y el número 20 en el mundo en cantidad total de dosis aplicadas, podrá aumentar aún más el ritmo de su operativo. No solamente por la cantidad de partidas disponibles sino por la previsibilidad de las nuevas llegadas que permite pisar el acelerador sin miedo a quedarse sin stock. La semana pasada fue récord: se inoculó a 1.146.638 personas. Si se cumplen las previsiones de inventario, ese número debería duplicarse pronto.
En el gobierno hay un objetivo que nadie se anima a verbalizar para no quedar preso de sus palabras, sabiendo que hay tantos factores que exceden la voluntad y la capacidad de ningún funcionario. Con la llegada de las vacunas previstas para los últimos días de mayo y los primeros de junio alcanza para terminar la inmunización de todos los argentinos que pertenecen, por edad o por condiciones clínicas, a cualquiera de los grupos de riesgo. A Fernández le gustaría superar ese mojón clave antes de la llegada del invierno.
El anuncio conjunto con AMLO será por videollamada en el marco de la tradicional conferencia de prensa “Mañanera” que cada día da el presidente mexicano. Todavía no está confirmada la cantidad de dosis que llegarán a la Argentina, ni las fechas, pero se habla de no menos de cuatro millones de dosis de AstraZeneca entre lo que queda de este mes y el que viene. Desde Estados Unidos se esperan cuatro millones de dosis este mes y otras tantas el que viene. El total del acuerdo con el laboratorio británico es por 22 millones.
El contrato con el Fondo de Inversión Directa Ruso por la Sputnik, en tanto, comprende 30 millones de dosis, la mitad del primer componente y la mitad del segundo. Hasta ahora, en dieciséis vuelos de Aerolíneas Argentinas, vinieron 6.585.550 de uno y 1.060.160 del otro. El decimoséptimo partió esta madrugada. La semana pasada, el presidente Vladimir Putin informó públicamente que “ya se han establecido envíos regulares”, de manera tal que en el gobierno confían en mantener el ritmo de dos viajes semanales.
El acuerdo con el laboratorio Richmond para producir la vacuna de Gamaleya en la Argentina prevé completar ese contrato por 30 millones antes de comenzar a exportar al resto de América Latina, pero incluso entonces podría ampliarse la provisión si el país lo necesitara. De las misma manera, la transferencia tecnológica a mAbxience, que fabrica el compuesto activo de la de AstraZeneca, podría completarse en el futuro para producir la vacuna de manera 100% local y existen charlas avanzadas en el mismo sentido con Sinopharm.
De esta forma no solamente se garantiza una cantidad suficiente de tratamientos como para alcanzar, antes de fin de año, a toda la población adulta del país. La Argentina también se blinda ante la necesidad de realizar un refuerzo algunos meses después de la segunda dosis, o ante la aparición de una cepa que obligue a una nueva campaña de vacunación. El desarrollo de capacidad de producción local permitirá ahorrar tiempos y tener una respuesta urgente en caso de que la pandemia lo vuelva necesario.
En los planes del gobierno, junio es un punto de quiebre para la pandemia. La vacunación de todos los argentinos de riesgo debería disminuir drásticamente la letalidad de la enfermedad y en menor medida la presión sobre el sistema de salud. En paralelo a una política de cierres y aperturas intermitentes (planificadas o de acuerdo a parámetros epidemiológicos) el avance del operativo podría comenzar a doblegar a la curva de contagios durante el invierno, a pesar de las bajas temperaturas, y terminar la faena con la llegada de la primavera.