La Argentina ha sido escenario de una feróz campaña de desinformación e intoxicación informativa. El uso de los medicamentos/vacunas y los alimentos transformados en falsos venenos constituye el A,B,C de cualquier manual de operaciones de acción psicológica. Quienes crean que la publicación de The Lancet pone fin a esa campaña se equivocan: la vacuna Sputnik V ha sido el blanco circunstancial de una campaña articulada por la oposición y el periodismo de guerra que tiene por objetivo torpedear la campaña de vacunación como forma de horadar al Gobierno.
Para estos sectores, aliados y/o megáfonos del fondo de inversiones Blackrock-que es uno de los principales accionistas de Pfizer y que controla medios de comunicación en todo el mundo-, resulta intolerable que la Argentina haya osado desafiar a Pfizer y cerrar un acuerdo de Estado a Estado y peor aún que ese contrato haya sido rubricado con el Fondo Ruso de Inversión Directa (FRID). En este contexto internacional de guerra de vacunas es válido parafrasear al teórico de la guerra Claus Von Clausewitz, quien sostenía que “la guerra es la continuación de la política por otros medios”.
En el siglo XXI la guerra es la continuación de la política por otros medios...de comunicación, apalancados por las redes sociales. Lamentablemente, los únicos que han visto el final de esta guerra son los muertos por la pandemia.