La gravedad de los hechos demandaba una tregua y el fin del duelo por la derrota electoral. La sanción de la ley de bases traspasó alguna clase de límite tácitamente compartido. Las tribus comenzaron a deponer armas. Intercambian mensajeros. Las tensiones persisten, seguramente resurjan, pero quedan, por lo menos por un tiempo, subordinadas a la necesidad de un reordenamiento que permita ofrecer una alternativa a lo está haciendo, con un veloz deterioro, Javier Milei. En ese marco, aparece una idea fuerza en la que todos pueden coincidir sin riesgos: el peronismo es la única expresión nacionalista posible en este escenario político.
“Es hora de los nacionalistas, no de los vendepatria”. Lo dijo Axel Kicillof en San Vicente, conmemorando los 50 años de Juan Perón, en un acto donde pudo poner en escena su centralidad, como gobernador de la provincia de Buenos Aires, en la reconstrucción del espacio. Sobre el escenario, la presencia de otro gobernador, el riojano Ricardo Quintela, y una exgobernadora y actual senadora, la catamarqueña Lucía Corpacci, daban cuenta de la búsqueda de una proyección nacional, mirando sobre todo hacia el norte, donde Unión por la Patria perdió en manos de Milei la mayor cantidad de votos en las elecciones del año pasado.
Después de varios meses de interna destemplada, la presencia de Máximo Kirchner, junto a la plana mayor de La Cámpora, en las primeras filas de la platea improvisada en el parque de la Quinta 17 de Octubre, fue la nota más destacada de la jornada, pero no la única. Gracias a la relación que el gobernador construyó en los últimos meses con la dirigencia de la CGT se pudo ver al triunvirato completo, codo a codo. Es una imagen poco habitual. Héctor Daer, Carlos Acuña y Pablo Moyano prefieren no coincidir. De hecho, ni siquiera estuvieron juntos en la actividad que llevó a cabo la central para conmemorar la fecha esa misma tarde en el edificio de Azopardo.
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Horas antes del acto, en su entrevista con Pedro Rosemblat, Cristina Fernández de Kirchner también dedicó un pasaje a plantear la hora de los nacionalismos y el final de la globalización como la conocimos hasta ahora, hablando acerca del escenario internacional (“un mundo que se va a ordenar en bloques”), y particularmente de las elecciones en Francia, pero marcando un rumbo para la oposición. Ante un gobierno que en sus primeros seis meses tomó decisiones que comprometen gravemente el desarrollo nacional por décadas, resulta urgente volver a pensar un proyecto en común para los 47 millones de habitantes de Argentina.
Es una premisa que llega lejos. Incluso el exsecretario de Comercio Guillermo Moreno, acérrimo crítico del gobernador bonaerense, lo reconoció como un referente del peronismo, al invitarlo, a través de Andrés Larroque, para que envíe un delegado al encuentro de economistas que organizó la semana pasada y que sirvió para deshacer algunos prejuicios que tenía instalados. Después de esa reunión, en una de sus habituales participaciones radiales, Moreno dio por terminado el debate en términos económicos porque “quedó en claro que” Kicillof “quiere una Argentina industrial” y esa va a ser la propuesta del peronismo en las próximas elecciones.
Haber encontrado un punto de encuentro es un gran avance pero no despeja de conflictos el horizonte. La interna bonaerense entre el gobernador y el presidente del PJ no está resuelta. Tampoco el rol que jugará CFK. Muchos dirigentes peronistas no ven con malos ojos encolumnarse detrás del liderazgo de Kicillof pero le piden que tome definiciones sin esperar lo que decida la expresidenta. Según esa lectura, es la única maner de espantar los fantasmas del vacío de conducción heredados de la experiencia del Frente de Todos. Lo que plantean en privado lo hizo público Martín Guzmán, otro exministro de Economía con aspiraciones electorales.
En una entrevista reciente señaló: “Yo creo que a Cristina le va a pasar algo parecido a alguien que aprecio mucho, que es Rafael Correa en Ecuador, que no puede ganar más una elección nacional, ni ella ni quien ella ponga. Entonces, si pone el dedo a Kicillof, Kicillof no gana. Ahora, si Kicillof se convierte en un líder, eso podría ser otra cosa. Eso implica una disputa como la que está viviendo con La Cámpora y con Cristina. No sé si le va a alcanzar el corazón. Eso lo tendrá que demostrar. El electorado, y la gente, como mi propio caso, lo que va a terminar evaluando es qué está ofreciéndole al país”.
El gobernador fue claro en su discurso en San Vicente: la tarea del peronismo “no puede limitarse a la denuncia o la resistencia”. Por eso, “como gobierno de la provincia más grande del país” y “como principal fuerza política de la oposición”, Kicillof propone dos tareas. Por un lado “crear un escudo y una red” para proteger a las personas de los efectos de las políticas de Milei, “sustituyendo en todo lo que se pueda a un gobierno nacional que abandona sus obligaciones. Al mismo tiempo construir “una alternativa que en el futuro permita revertir la destrucción que está en curso y poner al país en el camino del desarrollo”.
La ausencia más notoria en San Vicente fue la de Sergio Massa, que sigue postergando su reaparición, aunque por poco tiempo más, según advierten en su entorno. Su sociedad con los Kirchner sigue intacta y su centro de operaciones en Retiro volvió a estar activo. Por allí pasan gobernadores, diputados, senadores (no sólo del peronismo) y empresarios. Su futuro, asegura a sus interlocutores, sigue atado a Unión por la Patria, aunque tiene una estrategia de acumulación diferente. Para conmemorar los cincuenta años sin Perón en las redes sociales eligió la foto del histórico abrazo con Ricardo Balbín; ¿señal de sus próximos pasos?