Sergio Massa está convencido de que las cinco prioridades son recomponer reservas, mejorar el perfil de vencimientos en pesos, “ordenar” el gasto, mejorar la distribución del ingreso y sostener la tasa de actividad y el empleo. Las mismas definiciones definen su doble rol: ministro de Economía y político con aspiraciones presidenciales, dos roles que habrá que ver si es posible sintonizar.
El bautizado super ministro avanza en el armado de su equipo. Marco Lavagna para vice ministro, Raúl Rigo en Hacienda, Lisandro Cleri en finanzas, Matías Tombolini en Comercio Interior, el vasco De Mendiguren en Desarrollo Productivo y Gabriel Delgado en Agricultura son los nombres que sonaban en las últimas horas. A la vez Massa charla con el ex ministro Roberto Lavagna, el consultor Emanuel Álvarez Agis y el gobernador de la provincia de Buenos Aires Axel Kicillof.
Además del peso individual de los miembros de su equipo hay que mirar los economistas con los que está conversando su plan económico y con los que piensa seguir hablando durante su gestión. Roberto Lavagna es el que manejó la economía luego de la crisis de 2001: su nombre pesa en los mercados y entre el empresariado. Agis es el consultor estrella del momento, un hombre con un listado de contactos de primer nivel, experiencia de gestión y una reconocida creatividad en el momento de planificar medidas. Kicillof fue quien comandó el equipo que salió de la crisis de 2014 y entregó para las elecciones de 2015 una economía con la actividad creciendo y la inflación bajando. Hoy asesora a Cristina. Si él está de acuerdo con las medidas seguramente lo estará la vicepresidenta.
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Massa intentará cumplir con el FMI o acercarse a la meta lo más posible. Ajuste fiscal u “orden fiscal”, como él dice, y ajuste monetario, con tasa de interés por arriba del ritmo devaluatorio son dos de los consejos que recibió. No devaluar es el otro.
Cuando presente los “objetivos” de su plan este miércoles hará hincapié en el incremento de reservas. Pero Massa no piensa que todo el peso debe caer sobre el campo. Cree que puede conseguir dólares en otro lado. Organismos multilaterales, acuerdos con bancos centrales con bonos en garantía y otros instrumentos para que el Central engorde sus reservas están en estudio.
Cuando se habla del gasto, Massa habla de orden, pero también habla de subsidios. Sabe que es ahí donde está la plata grande. El funcionario cree que el gas, la electricidad y el agua están “regalados” en Argentina y asegura que avanzará en la baja de subsidios.
Mientras trabaja para ordenar la macro sabe que trabajadores y jubilados la pasan mal y que hay que ayudarlos. Le parece interesante la idea de una suma fija para los trabajadores, pero cree que no todos los sectores son iguales. En eso se trabaja. También se le saca punta al lápiz para ver cómo hacer para que en este trimestre de altísima inflación los jubilados no queden postergados. Habrá que ver si la caja alcanza.
Los mercados lo recibieron con una fiesta. Un poco porque confían en él y otro poco porque pensaban que “se venía Cristina” y , como se sabe, aunque gobernó 12 años y todos ganaron, siguen viéndola como la comunista del barrio. Ahora llega la hora de la verdad. Las primeras medidas tienen que consolidar la mejora en los mercados. Al menos sostener la baja de los dólares financieros para que la disminución de la brecha desactive los incentivos perjudiciales en materia de comercio exterior que se dispararon en los últimos tiempos.
La herencia maldita, la pandemia, la guerra, el lawfare, las internas y su propia audacia lo llevaron a este lugar en el que si le va bien es Gardel y si le va mal se hunden todos. Es decir, todos necesitan que sea Gardel. Quizá en esa necesidad general encuentre su punto de apoyo para torcer el destino de un gobierno que se asomó al precipicio.