El desembarco de Sergio Massa en el Ministerio de Economía no solamente significa el inicio de una nueva etapa para el Frente de Todos, necesitado de encontrar una nueva configuración; él mismo necesita reinventarse si quiere que este paso por el asiento más caliente del país le sirva como plataforma para convertirse, sucesivamente, en candidato, presidente y, por último líder.
Las vueltas de ese extraño lugar que llamamos política argentina: Massa, que durante muchos años fue considerado, de forma unánime, el menos confiable de los dirigentes de primera línea, a causa de sus atolondrados vaivenes y de la volatilidad de sus alianzas, estará encargado ahora de devolver la confianza en el manejo de la economía, en particular, y en el gobierno peronista en general.
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A tres años del café que selló su ingreso al Frente de Todos, este Massa, que dice haber hecho en ese momento su decisión definitiva, el salto para no volver a dar saltos, pone a partir de hoy las fichas que le quedan en la mesa más difícil. Eterno candidato a presidente, si logra domar las encrespadas aguas financieras en las que divaga el país y al mismo tiempo traer algún alivio a la sociedad, dejará la vara alta para los otros.
¿Qué puede aportar Massa en concreto a este gobierno, una vez que se disipe el humo que acompaña su desembarco? En primer lugar, espalda para ganar tiempo, un recurso casi tan escaso como los dólares a esta altura del partido. En segundo, un elenco de gestión con experiencia en el uso de la botonera estatal que garantiza un trámite menos tortuoso para la ejecución de las decisiones políticas.
Sin embargo el aporte más significativo es que la llegada del tigrense a ese sitio clave en la administración trae consigo el sponsor de un sector notable del gran empresariado local, que siempre apostó por él pero hasta ahora aparecía, casi sin fisuras, parado en la vereda de enfrente al gobierno del Frente de Todos, por convicción o cálculo. Massa llega para meter una cuña entre facciones distintas del capital argentino.
Esas certezas, que alcanzaron para convencer a Cristina Fernández de Kirchner sobre la necesidad de darle pista, no llegan, sin embargo, a indicar cuáles serán las decisiones nodales de un dirigente que hizo del pragmatismo prácticamente una religión. Los anuncios que comenzará a hilvanar a partir de hoy, una vez que haya prestado juramento y asumido el cargo, permitirán despejar, al menos parcialmente, esa incógnita.
En principio hay que decir que el equipo con el que llegará al ministerio es ecuménico: compuesto por viejos colaboradores suyos, funcionarios de probada experiencia en el Estado y una larga lista de asesores que, con o sin cargo, hablaron con él estos días y él quiere que participen de la toma de decisiones: desde Daniel Marx y Guillermo Nielsen hasta Axel Kicillof y Emmanuel Alvarez Agis, pasando por los Lavagna.
Massa consiguió, antes de asumir, el certificado ISO-9001 de respaldo que significa una foto con la vicepresidenta, algo que no llegó a obtener Silvina Batakis. No debe leerse como un voto de confianza sino de necesidad, un vínculo que los une de forma recíproca, en un momento de urgencias políticas, económicas y judiciales. No fue solo un gesto sino el resultado de casi un mes de diálogo permanente, prácticamente diario.
También es cotidiano, sigue siendo, el trato entre el flamante ministro y Máximo Kirchner, el hacedor de la reconciliación de CFK con quien fuera, durante un año de su primer mandato, jefe de Gabinete, y luego enemigo público número uno hasta que Macri lo desplazó de ese podio. A diferencia de la vicepresidenta, el diputado estará presente hoy en la ceremonia de asunción del flamante ministro. Más señales.
Allí, en el Salón Blanco de la Casa Rosada, comenzará hoy esta nueva etapa para el país, para el peronismo y para Massa, el político que se reinventó varias veces y espera que esta sea la última, la que lo eleve a la posición de hombre de Estado, ese traje que tantas veces se probó frente al espejo. Su futuro, ahora sí, está atado al de todos, y al de Todos, con un nudo que ya no se puede deshacer.