La directora del FMI, Kristalina Georgieva, le informó al presidente Alberto Fernández durante el encuentro que mantuvieron el miércoles pasado en Bali que en la próxima reunión del board del organismo se abriría una discusión para evaluar los "costos de la guerra", un reclamo que impulsa el Gobierno, que asegura que gastó 5.000 millones de dólares de más por el incremento de las importaciones de combustibles y de fertilizantes. Sin embargo, Georgieva puso en duda la cifra, porque dijo que según los técnicos del Fondo era menor. El ministro de Economía, Sergio Massa, que partici´pó en la reunión, puso en sus manos el informe elaborado por su cartera donde se calculó el monto del perjuicio, que en el Gobierno esperan que se traduzca en un nuevo reparto de DEGs por parte del organismo o, al menos, en una flexibilización acorde de las pautas del acuerdo firmado.
Fue un tema que el Gobierno llegó decidido a plantear fuerte en cada oportunidad que tuviera durante la Cumbre del G-20. Los costos que la guerra que se está produciendo en el Norte -y que poco esfuerzo se hace por detener- le representan a los países del Sur, que resultan también víctimas aunque sean meros espectadores del conflicto. Otro reclamo, más antiguo, tiene que ver con los sobrecargos que el FMI le cobra a los países que se endeudaron por encima de lo que les corresponde según su porcentaje en el organismo. Para este segundo reclamo reforzaron el argumento con el absurdo que también se los estuvieran cobrando a la invadida Ucrania. Por segundo año consecutivo, consiguieron que el documento que los jefes de Estado del G-20 recomendaran a los organismos financieros que los revisaran. Pero en el anterior documento también lo escribieron y luego nada sucedió.
Ya asumieron que lo de los sobrecargos demandará una discusión más larga. Por eso generó más expectativa lo que se podría conseguir en el FMI con respecto a los costos de la guerra. Georgieva tuvo la deferencia de trasladarse junto a tres importantes funcionarios de su staff desde la sede del G-20 al hotel Meliá donde Fernández hacía reposo luego del bajón de presión que le había ocasionado la gastritis erosiva. La directora el FMI elogió las medidas tomadas por Massa y recomendó hacer todo lo necesario para conseguir poner la inflación en caja. Pero mostró sus reparos cuando le hablaron de los 5.000 millones de dólares extra que había gastado el país. Por eso el ministro le dejó el informe -escrito en inglés- donde enumera los costos asumidos. El trabajo que revisarán los técnicos del Fondo, al que tuvo acceso El Destape, detalla:
* El valor de las importaciones de combustible aumentaron en 5.756 millones millones de dólares de los 1.999 millones de dólares proyectados a precios de antes de la guerra, lo que resultó en un aumento neto 3.757 millones de dólares . En relación al complejo agroexportador, las exportaciones netas fueron de 617 millones de dólares superiores a las proyectadas antes de la guerra. Finalmente, el costo de envío de exportación sufrió un aumento de 1.800 millones de dólares con respecto a las estimaciones previas. El impacto final del aumento de los precios internacionales por el conflicto en Ucrania se estimó exactamente en 4.940 millones de dólares.
* En el apartado de los precios relacionados a la importación de los combustibles para los sistemas de gas y electricidad, hubo aumentos del 233% para el gas licuado, 114% para el gas boliviano, 85% para el gasoil y 63% para el fuel oil, midiendo esta variación de precio como el cambio entre promedios anuales. Un gráfico inserto en el informe mostró las diferencias de los precios promedio de las principales importaciones de energía en 2021 y las que se debieron pagarse en 2022.
Para que el FMI entienda que el Ejecutivo no se quedó de brazos cruzados ante esta situación que puso en nivel de alerta a las reservas del Banco Central, el trabajo también enumeró las iniciativas que se pusieron en marcha para intentar paliarlo. Aumento de la producción local de gas, renegociación del contrato de Gas Natural de Bolivia, iimportación de electricidad de Brasil a precios competitivos, desplazamiento de las paradas programadas de mantenimiento de las centrales nucleares y flexibilización de las reglas de cambio de combustible para priorizar el combustible más barato durante los picos de demanda. Así y todo, el resultado fue un abultado saldo negativo que ahora esperan sea compensado de alguna manera por el FMI.
Que Georgieva anunciara que abriría una discusión al respecto en el próximo encuentro del board resultó una de las dos muy buenas noticias que la comitiva presidencila pudo traerse de Bali junto al anuncio del presidente de China, Xi Jinping, de flexibilizar el uso del swap en 5.000 millones de dólares, cifra que casualmente viene a coincidir con las reservas perdidas por la guerra. Gracias a las gestiones realizadas por el embajador Savino Vaca Narvaja, en Gobierno esperaban el anuncio de Xi pero por una cifra menor, de alrededor de 3.000 millones, así que la novedad fue doblemente bien recibida. Massa pudo anunciar luego la duplicación de las reservas disponibles en el Banco Central: tenía -según declaró- 5.000 millones de dólares producto de lo recaudado con el dólar soja y ahora se agregaba otro tanto del swap chino. Un punto clave para tranquilizar los mercados.
Otro efecto del encarecimiento de la energía es el mayor gasto en subsidios para mantener las tarifas a niveles razonables de acuerdos a los salarios de los usuarios. En el informe se detalló que, según las estimaciones, las transferencias por subsidios escalarán hasta la friolera de 1.800.000 millones durante este año. Este último dato seguramente será puesto sobre la mesa en la misión que Economía enviará a fin de mes a Washington para cerrar la revisión de las metas del tercer trimestre y asegurar un nuevo desembolso de 5.900 millones de dólares. Con esos recursos, el Gobierno cancelará las cuotas que tiene que abonarle al propio organismo: 2.640 millones de dólares en diciembre, 2.600 millones de dólares en enero y 600 millones de dólares en febrero. Massa no tiene dudas acerca de que las metas de todo este 2022 serán aprobadas sin contratiempos, pero a veces esa visión no es compartida en Washington.