La sensibilidad selectiva del periodismo serio

21 de marzo, 2021 | 00.05

El jueves a la mañana encontraron a M., la nena de 7 años buscada desde hacía tres días cuando un hombre se la llevó en bicicleta desde Villa Lugano- que pese a lo que piensa la ineludible Viviana Canosa no es una localidad del conurbano sino un barrio porteño- hacia la provincia. Fue encontrada gracias a la denuncia de una vecina de Luján que vio pasar al captor en bicicleta con la nena dormida atrás y alertó al 911. La denuncia ocurrió gracias al operativo policial pero sobre todo a la enorme presencia mediática del tema.

Sin el corte de la autopista Dellepiane que llevaron a cabo los familiares y allegados de M. apenas desapareció- práctica que denuncian nuestros medios serios- el reclamo nunca hubiera llegado a esos mismos medios y la vecina de Luján nunca hubiera reconocido al captor.

Muchos periodistas serios lamentaron las condiciones precarias que padecen tanto M. como su mamá. Si ambas vivieran en Formosa, Jony Viale, Edu Feinmann, Alfredo Leuco, Luis Majul y el resto del coro estable nos hablarían de Gildo Insfrán y del peronismo, pero como viven en la CABA, denunciaron el “fracaso de todos los argentinos" y, accesoriamente, también el del peronismo. Si el intendente es peronista, la culpa es suya; si es macrista, la culpa es de todos los argentinos. No parece difícil de entender.

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En una larga columna sobre el caso de M., el incansable Miguel Wiñazki no mencionó ni una sola vez el distrito en donde vive la nena, la CABA, ni al partido que lo gobierna desde hace 14 años, el PRO, ni tampoco a su jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta. En cambio, ya desde el título señaló a CFK. Niños: no lo intenten en sus casas, se podrían hacer daño.

A partir del caso M., nuestros periodistas serios y economistas ídem volvieron a lamentar la pobreza sin por eso aceptar debatir sobre la riqueza. Al parecer, se trataría de dos universos que no se tocan ni tienen relación alguna entre sí.

M. volvió a reunirse con su mamá y esperamos que el gobierno de la CABA pueda encontrarle un mejor hogar que la calle. Quedan, sin embargo, más de 7000 personas como ellas, viviendo a la intemperie en el distrito más rico del país. ¿Larreta aumentará la inversión en el área social para integrar a esos ciudadanos o una vez reunida con su mamá, M. y otras nenas como ella pasarán al olvido? ¿Eliminará al menos los picos de hormigón que hizo colocar bajo los puentes para que los expulsados del sistema no los usen como refugio?

¿Nuestros periodistas serios pasarán de preocuparse por M. a denunciar otra vez los cortes de rutas y denigrar a quienes ocupan el espacio público por falta de otro, tratándolos de delincuentes, parásitos o planeros, y exigiendo como toda respuesta los palos y la cárcel?

Pronto lo sabremos.

La semana pasada Mauricio Macri presentó su primer libro. Como relata su paso por el poder lo llamó, hábilmente, Primer tiempo. Uno de los momentos epifánicos de la presentación fue cuando el ex presidente le explicó a Pablo Avelluto que en el 2015 la Argentina estaba quebrada pero que esa quiebra era “asintomática”. Es decir que estábamos en bancarrota pero nadie se había dado cuenta. Lo más extraño es que no fuimos los únicos distraídos ya que tampoco los mercados, conformados por hábiles analistas y aguerridos inversores, percibieron esa quiebra desprovista de síntomas, lo que los llevó a prestarle a Macri a destajo hasta cortarle el chorro en 2018, al ver que ya no tenía capacidad de pago. Lo relevante, en todo caso, es que eso permitió que en sus cuatro años de gobierno se fugaran casi 90.000 millones de dólares, un saqueo que no podemos calificar de asintomático.

Tal vez la quiebra asintomática haya sido el antecedente directo del famoso crecimiento invisible.

Otro gran momento de la presentación fue el elogio de Vargas Llosa. El escritor comentó que había leído el libro y que podía asegurar que lo había escrito Macri. Además del asombro de escuchar una afirmación tan categórica frente a Avelluto, uno de los escritores en las sombras del texto, no deberíamos descartar una fina ironía del autor de Lituma en los Andes y La fiesta del Chivo.

Alberto Fernández llevó a cabo su primera cadena nacional- esa herramienta de comunicación tan temida por una parte del entorno presidencial- para alertar sobre la falta de vacunas y la dificultad de hacerse de las dosis necesarias, además de prevenirnos sobre la inminente llegada de una nueva ola de contagios. Causó un cierto asombro que el mismo día la ministra de Educación de la ciudad de Buenos Aires anunció el relajamiento de las restricciones sanitarias en las escuelas. Así como Villa Lugano podría no estar en la ciudad de Buenos Aires, tal vez la ciudad de Buenos Aires no esté en la Argentina.

Luego de presentar una denuncia penal contra Alberto Fernández por buscar envenenarnos con el plan de vacunación, desde Juntos por el Cambio lamentan que el gobierno no consiga más veneno. Por su lado, la ex ministra Pum Pum propuso que cada ciudadano pueda comprar la vacuna en las farmacias y que la adquisición no se lleve a cabo sólo a través del Estado sino que los privados puedan también adquirirla. Parece una buena solución, quien tenga la plata que se vacune y que los otros esperen ayuda de la providencia. Por otro lado, cuando vemos que los países más poderosos del planeta acumulan vacunas y que la Unión Europea analiza prohibir a los laboratorios de su territorio que la exporten hasta tanto sus ciudadanos no estén vacunados, descentralizar la compra de vacunas sería sin duda un acierto.

En todo caso, mientras la oposición denuncia y los medios serios se indignan, el gobierno sigue vacunando. Es un verdadero trabajo en equipo: cada uno hace lo que mejor le sale.

 

Imagen: El último Banderazo en contra de la vacuna por ser un veneno y en contra del gobierno por traer pocas vacunas (cortesía Fundación LED para el desarrollo de la Fundación LED)