¿Hay vacuna contra la injusticia?

03 de enero, 2021 | 00.05

Terminó por fin un año infinito que sin embargo pasó volando. Hace diez meses que entramos en una capitulo de Black Mirror o en un cuento de Mariana Enríquez: un universo distópico, un lugar que reconocemos como propio pero que sin embargo tiene pliegues que no reconocemos como propios. Tenemos nuestros propios ritos de barbijos, alcohol en gel, zapatos afuera y pies descalzos adentro, afecto a distancia y angustias recurrentes. Quienes gozamos de la suerte de poder trabajar en nuestro living extrañamos la oficina y el café pero también aprendemos a gozar con la isla desierta, la rutina del fóbico o el festejo de a dos. ¿Cómo será volver a la vida de antes, en el improbable caso que eso ocurra?

El año infinito y veloz termina con grandes noticias. Luego de décadas de lucha, el colectivo de mujeres logró por fin la legalización del aborto. Es algo de lo que hablarán nuestros hijos y nietos, como nosotros hablamos del voto femenino o del divorcio vincular. Como ocurrió con el matrimonio igualitario o la identidad de género, este país de mierda marca de nuevo la agenda de ampliación de derechos en la región. Vaya asombro, esa ampliación de derechos siempre viene de la mano de los gobiernos peronistas, tan alérgicos a la libertad como violentos en su accionar.

Recordaremos los argumentos de nuestros orcos parlamentarios en contra de la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE), como la inconstitucionalidad imaginaria o los principios absolutos inexistentes (si un embrión tuviera la misma entidad que un ser humano, el aborto debería ser equiparable a un homicidio doloso agravado por el vínculo, algo que nuestra legislación no prevé ni tampoco nadie exige, y las clínicas de fertilización asistida que descartan óvulos fecundados deberían ser condenadas por genocidio). Pero sobre todo recordaremos con vergüenza como las personas gestantes, incluso menores, fueron tratadas como incubadoras. El pensamiento reaccionario oculto detrás del candoroso color celeste defiende los embriones como no defiende la vida de los seres humanos que tomaron la precaución de nacer. Al parecer, el embrión es ingeniero hasta que nace y luego se convierte en planero.

Con encomiable ahínco, nuestros medios serios, que denunciaron tanto las medidas sanitarias como la cuarentena, hoy operan contra una vacuna en plena pandemia. Jorge Lanata señaló que la vacuna rusa es “peligrosa” y que el gobierno “no empezaría a vacunar en diciembre” para luego denunciar que “dan vacunas por la mitad” (es decir que se quejaba porque ese producto peligroso sólo fuera administrado en una dosis) y concluir que el kirchnerismo intervino la ANMAT. Estaremos atentos a la próxima calamidad denunciada ya que Lanata nunca se equivoca, es la realidad que le pifia.

En este nuevo Nado Sincronizado Independiente (NSI) de medios y políticos opositores (dos colectivos que cuesta cada vez más diferenciar), el teledoctor Castro logró brillar con una serie de críticas hacia la vacuna rusa, incluyendo su nombre, y una epifanía final: según el conocido periodista con cara de tránsito lento, “lo que el gobierno quiere es vacunar a 10 millones de personas para mostrarlo en la campaña electoral”. Comprendemos la indignación del teledoctor Castro, como señala Ariel San, el gobierno debería evitar los planes de vacunación en un año electoral.

El ahínco con el que nuestros periodistas serios hacen campaña en contra de la vacuna Sputnik V y a favor de la vacuna del laboratorio norteamericano Pfizer es tal que podemos suponer que lo harían incluso gratuitamente.

La vuelta al antiguo cálculo previsional, con el que durante 12 años las jubilaciones ganaron poder adquisitivo, fue otra gran noticia de fin de año. Tal vez eran demasiadas noticias buenas y por eso un juez presionado por los medios decidió mandar de vuelta a la cárcel a Amado Boudou un 30 de diciembre, sin siquiera esperar los informes que él mismo había pedido y adelantando a los medios su decisión, como ya es tradición. Un nuevo capítulo de eso que según nuestras almas de cristal no es persecución política que sigue al de la Corte, que rechazó analizar las irregularidades de la causa Ciccone denunciadas por los abogados de Boudou, incluyendo el pago de un testigo por parte del gobierno anterior, el premio al juez que condenó a Boudou, ascendido a dedo por Mauricio Macri al día siguiente del fallo, y el espionaje ilegal en la cárcel, incluyendo a las comunicaciones entre el ex vicepresidente y sus abogados o su familia.

Como bien dijo la Chica que nos gusta, el objetivo final del lawfare no es mandar a la cárcel a ex funcionarios sino disciplinar a los actuales. El problema, entonces, no es solamente Amado Boudou, Milagro Sala, Julio De Vido, Luis D'Elía y el resto de los presos políticos sino la posibilidad de que una minoría poderosa impida que el gobierno lleve adelante la agenda política votada en 2019. Así como las Fuerzas Armadas no se autodepuraron en 1983, luego de décadas de condicionar la política, tampoco se va a autodepurar esta asociación ilícita entre medios, servicios y jueces que seguimos llamando justicia.

 

Hace un año que el gobierno comenta lo que ocurre en materia judicial. Tal vez haya llegado el momento de dejar de ser sólo un espectador.

 

Imagen: Uno de los primeros vacunados con la Sputnik V sufre algunos efectos secundarios (cortesía Fundación LED para el desarrollo de la Fundación LED)