Moyano, de barrera para la reforma laboral de Macri a puente para la de Milei

El líder camionero ejerció en la “mesa chica” de la CGT el rol inverso al de su hijo mayor en el debate que la central obrera sostuvo con Cambiemos en 2017. 

01 de mayo, 2024 | 16.45

El apellido Moyano, omnipresente en el sindicalismo de los últimos 30 años, fue tan decisivo en la reforma laboral malograda de Mauricio Macri de 2017 como en la que esta semana avanzó con fuerza en el Congreso. Aunque el protagonista en el primer caso fue Pablo, adjunto vitalicio de Camioneros, y en el de esta semana fue Hugo, número uno del gremio, para ambos la contraparte resultó la misma: Miguel Ángel Pichetto, correa de transmisión entonces y ahora entre el Legislativo y el Ejecutivo. 

De hecho el rol de Hugo Moyano en la factibilidad del proyecto oficial fue darle el sustento gremial uniforme del que careció el experimento de Cambiemos. Para ello fueron necesarios dos movimientos simultáneos: la poda de la mayoría de los artículos lesivos al poder de fuego de los sindicatos y a su estructura financiera y su reducción a un puñado de normas perjudiciales para el “derecho individual”, por un lado, y por otro la incorporación del exlíder de la CGT y fundador del MTA a la “mesa chica” de la central obrera a la par de los “gordos” de los grandes sindicatos de servicios, sus rivales históricos, y de los “independientes” de permanente diálogo con el poder de turno.

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El Gobierno, por su parte, escenificó la tregua con la convocatoria el 10 de abril a la Casa Rosada de varios dirigentes (entre ellos Hugo y no su hijo mayor) para una reunión con el jefe de Gabinete, Nicolás Posse, el ministro del Interior, Guillermo Francos, el secretario de Trabajo, Julio Cordero, y la aparición estelar del asesor sin cargo Santiago Caputo, que hizo las veces de alter ego de Javier Milei y garantía última de cumplimiento de compromisos. Así el Ejecutivo cauterizó las heridas que había dejado la fallida negociación de la CGT con Francos en el período previo a la asunción del Presidente. 

En esa oportunidad, libertarios y gremialistas retomaron el debate por la reforma laboral en el punto en el que se había interrumpido: eliminación de multas a empleadores irregulares, fondos de cese optativos y extensión del período de prueba. La inclusión en el proyecto aprobado de la figura de “trabajador colaborador” fue, dicen los convocados, “una picardía” del oficialismo posible de ser volteada en el Senado.

Desde entonces creció la figura de Moyano senior reconvertido a negociador y siempre a espaldas de Pablo, recluido a su papel disruptivo y como referente de un Frente Sindical por el Modelo Nacional en hibernación. Hugo completó el rompecabezas que conformaron Héctor Daer (Sanidad), Carlos Acuña (estacioneros, portavoz de Luis Barrionuevo), Gerardo Martínez (Uocra, albañiles), Andrés Rodríguez (estatales, UPCN) y José Luis Lingeri (Obras Sanitarias) en la “mesa chica” y que destrabó la propia paritaria de Camioneros mediante un dibujo numérico (mismo aumento, presentación diferente) que dejó satisfechos a la cúpula del sindicato y al Gobierno. 

La reaparición del expresidente de Independiente en los espacios de conducción de la CGT (también frecuenta un sello de gremios de la energía, Catheda, y la versión más proempresa de las 62 Organizaciones) guarda directa relación con la deriva económica del sindicato de los choferes y, en particular, de la obra social (Oschoca) que maneja en los hechos su esposa, Liliana Zulet. De ser el sindicato guía de las paritarias y dueño de la llave de los recursos de las obras sociales en el apogeo kirchnerista, Camioneros se estancó en los últimos años con aumentos salariales incapaces de asimilar la inflación y una prestadora de salud sometida a estrés permanente por ausencia de recursos, pagos fuera de término a su personal y prestaciones deficitarias para sus afiliados.

El deterioro financiero, que la familia buscó compensar con el acuerdo que selló con Axel Kicillof para el tratamiento de pacientes bonaerenses durante la crisis del Covid, contrasta con la prosperidad que circunda a la gerenciadora de Oschoca y que derrama en los hijos de Zulet. De ahí la inquina que Pablo Moyano manifiesta con su madrastra y subsidiariamente con su padre, obligado a equilibrar las tensiones.