Ecos del pasado se hacen presentes, un León Gieco en Obras Sanitarias cantando…Solo le pido a Dios, canción que podría describir de manera diáfana el fenómeno de la aporofobia, neologismo creado por Adela Cortina, filósofa española, a partir de los términos (áporos -sin recursos- y fobos -temor, pánico-): Rechazo al Pobre.
Solo le pido a Dios que el dolor no me sea indiferente.
La canción arrulla de fondo, mientras las pantallas digitales reflejan un collage de imágenes, una mujer gritando ¡Váyanse a tomar mate al conurbano! alejándose cargando una bolsa de la que asoman palos de golf, al tiempo que vislumbramos el cuerpo de otra mujer que yace boca abajo sobre el césped verde. Un cambio rápido de escenario, nos sitúa en una calle en la que un señor pretende desalojar de “su barrio” a unos manifestantes al son de: ¡Vos y todas esas banderas de mierda! Una mujer policía que lo acompaña para alejarlo de la escena, obligando al sujeto a elevar aún más la voz ¡Yo soy rico y ustedes son los negros de mierda! ¡La gente rica no va presa!
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Solo le pido a Dios, que lo injusto no me sea indiferente…
Aporofobia: Gieco la hizo canción, Cortina la hizo nombre y la realidad la hizo vivida, descarnada, a flor de piel. El lenguaje crea mundo, realidad, permite a los seres humanos constituirnos como tales, diferenciándonos de los animales por el carácter reflexivo del mismo. Las reproducciones que se viralizan por los dispositivos digitales podrían pertenecer a episodios de una serie de terror, cuyas temporadas parecen no tener fin. Elijo esta figura y no una película, en la medida que se están convirtiendo en estampas de la vida cotidiana.
… Solo le pido a Dios, que el engaño no me sea indiferente. El estupor es percibir cómo mansamente vamos naturalizando el lenguaje de la violencia, el vehículo de inoculación: los medios digitales y el veneno: los discursos de odio. Este tipo de discursos que se oponen a la pluralidad y a diversidad, deslegitiman voces de colectivos favoreciendo prácticas discriminatorias, generando un entorno que normaliza las actitudes violentas.
...Solo le pido a Dios, que el futuro no me sea indiferente.
El lenguaje, con su capacidad para moldear percepciones, puede perpetuar desigualdades o desafiar estructuras de poder, en este caso, las redes sociales amplifican los discursos de odio, debido a algoritmos que refuerzan las posturas extremas y explotan la emocionalidad exacerbando la polarización y favoreciendo interacciones basadas en lo político.
Sara Ahmed, profesora y escritora británica, alerta sobre cómo en la era digital se legitiman este tipo de discursos que, gracias a su repetición constante termina por convertirlos en "verdades" transmutando a la sociedad en una más tolerante a la violencia. La autora, remarca que el odio no es un sentimiento individual, sino un fenómeno social que se construye a través del lenguaje.
… Solo le pido a Dios, que la guerra no me sea indiferente
Los discursos de odio no solo amenazan la convivencia democrática, también pueden encender conflictos graves, incluso guerras. A lo largo de la historia, se han usado para deshumanizar a ciertos grupos por su origen, religión o ideología, creando un clima donde la violencia masiva parece justificable.
…Es un monstruo grande y pisa fuerte toda la pobre inocencia de la gente
Solo le pido a Dios…