Todas las tribus del peronismo se darán cita esta tarde en la Plaza de Mayo para escuchar y dar su apoyo explícito a Alberto Fernández, cuyo discurso, el único en la celebración del día de la Militancia, dará comienzo a una nueva etapa del gobierno, un mandato corto de dos años donde deberá recuperar lo que se perdió durante la pandemia y cumplir con sus compromisos con la sociedad, postergados por culpa del coronavirus.
A 78 horas de la jornada electoral, el oficialismo buscará prolongar el curioso período de gracia que, en su peor momento en las urnas, le devolvió al Frente de Todo la iniciativa política, y trasladó los nervios y la urgencia al ganador. Para eso cuenta con la participación popular (los organizadores hablan de cien mil personas, como un cálculo conservador) y con el mensaje del presidente, que convocará nuevamente al diálogo.
El destinatario de ese mensaje conciliador en realidad no va a estar en Plaza de Mayo sino más lejos, en Washington. El Fondo Monetario Internacional pide que el gobierno muestre un amplio apoyo político y social, dentro y fuera de la coalición oficialista, para aceptar un plan económico a varios años que permita proyectar cuentas equilibradas sin sacrificar crecimiento. Esa es la puesta en escena que prepara el gobierno.
El acuerdo de todo el peronismo y de los trabajadores con el rumbo que Fernández señalará en su discurso estará explícito en la plaza. Se esperan nuevos guiños de empresarios medianos y grandes, de firmas nacionales y extranjeras, que hablan a diario con miembros clave del gabinete. Si la única resistencia al plan de desendeudamiento es de aquellos que contrajeron el préstamo, algunas cosas quedarán en blanco sobre negro.
Será, también, un acto que ya apunta al 2023, como lo indica desde el propio nombre de la convocatoria: “Todos unidos triunfaremos”. Existe en el oficialismo la certeza común de que la suerte electoral de cada uno está atada a lo que el gobierno nacional logre hacer con lo que resta de este mandato. Eso, antes que la promesa de unas PASO aún muy lejanas, es lo que hace que nadie saque los pies del plato demasiado pronto.
La lectura fina de los resultados dejó otra conclusión: no hay peronismo por afuera del Frente de Todos, según reflejan las experiencias de Florencio Randazzo en Buenos Aires, quinto detrás del FIT y de José Luis Espert, del gobernador Mariano Arcioni en Chubut, que fue cuarto, y de Juan Schiaretti en Córdoba, al que muchos soñaban como un Duhalde para estos tiempos y terminó perdiendo en su provincia por treinta puntos.
Con respecto al peronismo mediterráneo, único distrito díscolo a la conducción nacional, desde el Frente de Todos cordobés ya están planteando la necesidad de intervenir el PJ local para normalizar su situación e incorporarlo a la estructura del resto del país. Por ahora es solamente una idea en el ámbito provincial, pero puede echar raíces: no contar con una estructura propia en Córdoba ya condujo a la derrota en una elección presidencial.