La discusión sobre la suspensión de las PASO que finalmente salió a la luz esta semana esconde, apenas, la tensión dentro del Frente de Todos respecto a cómo se organizará la oferta electoral en 2023 y la forma en que transcurrirá el último año de gestión de Alberto Fernández. El Presidente intuye que junto a la suspensión de las primarias abiertas podrían irse también las pocas parcelas de poder que mantiene y así terminar el mandato como figura decorativa, haciendo campaña por un armado en el que no tuvo voz ni voto. Con las PASO vigentes, imagina estirar las definiciones mucho más allá, con la posibilidad latente de una boleta que no responda a Cristina Kirchner, ya sea como cabeza -como reiteró esta semana- o como su organizador. En el kirchnerismo su figura suma día a día nuevos niveles de rechazo.
La total normalidad del funcionamiento actual del Frente de Todos hace posible que Alberto Fernández diga el miércoles en el estudio de El Destape Sin Fin que las PASO son un gran instrumento que hay que mantener porque la mejor forma de dirimir las diferencias es que la gente vote y que -al otro día, sentado en la misma silla- su ministro del Interior comunique que hará todo lo posible por convencerlo de lo contrario. Wado de Pedro estaba obligado a transmitir la posición del "cien por ciento" de los gobernadores, aseguró, pero principalmente la del kirchnerismo, que todavía no había sido explicitada.
Un dirigente que los conoce bien explicaba que Cristina y Máximo Kirchner tienen un impedimento emocional con las PASO: se trata de una idea de Néstor Kirchner aprobada durante la primera gestión cristinista. Néstor las imaginó como forma de resolver la fragmentación política que había dejado el estallido de 2001 y favorecer la formación de dos grandes realineamientos, uno que fuera del centro a la derecha y otro del centro a la izquierda, como sucede en Estados Unidos y, hasta entonces, en muchos países europeos. También para que ordenara la situación electoral, evitando las jugadas de ocasión a las que el propio Kirchner había echado mano como el corrimiento de fechas y las candidaturas testimoniales, cada vez con menos resultado.
Así, en diciembre de 2009 se aprobó la “Ley de Democratización de la Representación Política, la Transparencia y la Equidad Electoral”, que incluía las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias, estableciendo un piso de 1,5% a las agrupaciones para poder acceder a la elección general. Algunos de los objetivos se cumplieron y hoy existen dos grandes reagrupamientos con Juntos por el Cambio a la derecha y el Frente de Todos a la izquierda, con el FIT más allá, una alianza troskista resultado directo del nuevo sistema. El problema fue que desde el vamos el peronismo hizo muy poco uso de la herramienta mientras que el PRO, la UCR y la CC la convirtieron en la base de su acuerdo electoral. Esa situación parecería potenciada en 2023.
Es evidente que eliminar las PASO le generaría un gran problema a Juntos por el Cambio, con una interna explosiva que le costaría mucho ordenar de manera autogestionada. En cambio, no está tan claro que en igual medida la suspensión beneficie al kirchnerismo, por más que el eje ordenador en el oficialismo vuelva a ser la opinión de Cristina. Analistas políticos como Mario Riorda y Juan Courel opinaban en las redes acerca de la conveniencia del kirchnerismo de ir a una primaria contra su oposición interna para cuantificar su amplia mayoría y ratificar un liderazgo incuestionable dentro del peronismo, que amaga rebeldías como las de la CGT y el Movimiento Evita. Pero la relación entre Alberto y el kirchnerismo entró en una dinámica tal que todo posicionamiento se hace en función del otro. "Buscan la forma de esmerilar a Alberto, van a tratar de tensionar con él pero cuidando el vínculo con Sergio (Massa)", comentaba un funcionario cercano al Presidente.
En esa línea, resultó significativo el tuit que escribió la vicepresidenta casi en simultáneo con el cierre del reportaje a Alberto Fernández en El Destape Sin Fin. No tanto por el cuestionamiento al nuevo aumento de la medicina prepaga sino porque hablara de "el Gobierno", como si ya le resultara algo ajeno. En su entorno decían ver al Presidente decidido a ir para adelante en esta beligerancia interna aunque -lo conocen bien- por personalidad luego en algún momento baja la lanza y busca sentarse a conversar. Pero, hasta que llegue ese momento, lo ven decidido a no dar el brazo a torcer respecto a las PASO y a hacer más visible su presencia en una gestión que quiere que sea reinvindicada. Buscará fortalecer ese protagonismo también en materia internacional, un rubro en el que le va mejor que en el promedio. Si la cosa marcha bien, es posible que viaje este domingo a San Pablo para acompañar a Lula en caso de que gane la segunda vuelta mientras que en unos días tiene en agenda una cumbre en Francia por la paz y el encuentro del G-20 en Bali.
Mientras pueda, también insistirá con la carta de la reelección. Se lo aconsejan sus funcionarios más cercanos para no padecer una debilidad temprana que podría complicarle mucho la gestión el año que viene. Después se verá qué hace efectivamente. "Tiene que estar entero", justificaban cerca suyo. La evolución de su imagen dependerá de lo que suceda en los próximos meses respecto a la inflación y la dramática pérdida del poder adquisitivo de los salarios, temassobre los que sigue oficiando de comentarista. Fernández va a cada presentación con las filminas que muestran los índices favorables de su gestión y la posibilidad de que la economía crezca en 2023 por tres años consecutivos, algo que hacía 15 años no sucedía, pese a la pandemia y la guerra. "A Cristina tampoco le conviene que Alberto quede nocaut. El kircherismo no puede hacer campaña contra el Gobierno, sería ridículo", analizaban en un despacho.
Eran mayoría en el oficialismo los que suscribían la frase de Máximo "creo que Cristina no va a ser" respecto a las candidaturas de 2023. Principalmente por el nivel de desgaste que significará esa puja con una derecha cada vez más desatada. El kirchnerismo salió a poner en juego la carta de Wado de Pedro, quien contribuyó a la idea sumando propuestas programáticas en sus últimas apariciones. Con todo, la suerte del oficialismo, como la de Alberto, está atada a lo que suceda en la economía. Si los números mejoran un poco, si la inflación desciende a niveles de la normalidad argentina y va a la baja, entonces habrá 2023. Y si la economía se encarrila, es la impresión mayoritaria, quién mejor que Massa para representar al oficialismo.
Curiosamente, el ministro es uno de los que empuja dentro del frente de Todos la suspensión de las PASO. No tanto por razones de política interna sino porque así tendría dos meses más de margen -desde agosto a las generales de octubre- para tranquilizar las variables. En ese sentido, ya camina una posible solución que dejaría a todos contentos: trasladar las PASO a septiembre, para achicar el margen de días entre las elecciones y evitar el desgobierno que se vivió con Mauricio Macri luego de su abultada derrota en agosto de 2019. Lo planteó Máximo, lo vio posible Alberto y hasta en Juntos por el Cambio dijeron que era algo que se podía conversar. Massa así por lo menos ganará un mes y, tal vez, más chances de quedarse con el premio mayor.