A un año de haber derrotado a Sergio Massa en el balotaje, Javier Milei se mueve solo, en el centro de la escena. Nació de las ruinas del sistema político y sigue caminando entre sus escombros. Un año después, el silencio del ex candidato presidencial de Unión por la Patria es más que resultado de una decisión personal. El líder de la extrema derecha argentina enmudeció a gran parte del arco político: o deciden no hablar, o especulan o hablan como si no fueran responsables del ascenso fulminante de un espécimen como Milei.
Un año después, el presidente no tiene una oposición política con capacidad de lastimarlo y solo se ve afectado en el Congreso por mayorías circunstanciales. Al contrario, gran parte de la dirigencia salió del closet y lo acompaña, subordinada al ajuste de shock que tiene como blanco principal los ingresos de jubilados y asalariados.
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El Círculo Rojo se divide entre los que lo aclaman y pagan 25 mil dólares para mostrarse cerca suyo y los que esperan que le vaya bien en silencio. Mientras tanto, la cúpula de la CGT pasa más tiempo en reuniones en la Casa Rosada que en la calle. La combinación de política represiva y contención social -Milei duplicó la AUH y la Tarjeta Alimentar en relación al final del Frente de Todos- hace de momento lo demás. La suerte del presidente solo puede cambiar cuando se eleve la temperatura social, algo que nunca puede descartarse. De hecho, se advierte en algunas situaciones en el conurbano bonaerense donde falta comida y los cortes de luz abren a un escenario incierto.
Sin embargo, con la dirigencia tradicional a precio de remate, Milei demuestra un manejo del poder muy superior al que le atribuían hace un año los mismos que lo engordaron de mil maneras, pensando que él los iba a beneficiar a ellos. Va de Donald Trump a Kristalina Georgieva con escala en Xi Jinping y el premier indio Narendra Modi. En el camino, el ex economista jefe de Eduardo Eurnekian descargó sobre las espaldas de la clase media empobrecida y los trabajadores postergados la furia del mercado. A la Ley Bases, le sumó el decreto 70/2023, que desreguló 350 actividades y solo fue impugnado ante la Corte Suprema en el capítulo laboral.
Un debutante en el poder, que era apenas un panelista, avanza con su intento refundacional sin depender del Congreso, una institución en desuso. Muestra así más decisión para aplicar su plan que la que tuvieron Alberto Fernández y Mauricio Macri, dos ex presidentes que más allá de sus pretendidas diferencias hoy despiden olor a cala. Macri se queja con razón: sigue afuera de las decisiones y orilla el ridículo cada vez que finge un poder que no tiene. Más todavía, al lado de Milei, hoy buscan redimirse del fracaso los que se cansaron de fracasar con el ingeniero. Luis Caputo, al que nadie le atendía el teléfono después de la aventura de Macri, es un ejemplo, pero no el único. Su vínculo con el Fondo, que apura un nuevo préstamo para Argentina, habla de esa reinvención. Milei es el garante que Macri no fue: el que asegura que todo el ajuste será para pagar la deuda que Caputo contrajo durante su primera escala en el Estado, cuando -principio de revelación- se fumó irresponsablemente 15 mil millones de dólares de reservas.
Disminuido y a contramano de su historia, el peronismo opositor gobierna apenas cinco provincias y no sale del aturdimiento. Al contrario, hasta el viejo kirchnerismo, alguna vez monolítico, hoy exhibe en público sus diferencias. Cristina sigue en el centro de la escena, ahora de gira nacional, y Axel Kicillof busca un perfil de presidenciable que le discuten desde los municipios del AMBA. En la vereda de enfrente, La Libertad Avanza.
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Con los dólares del blanqueo y la derrota política del agronegocio -que ahora liquida vencido ante la ausencia de devaluación-, el gobierno ganó aire para llegar a fin de año. La fiesta en los mercados, el dólar planchado y la desaceleración de la inflación son parte de un esquema que dura más de lo previsto, pero contiene en su interior un potencial explosivo. Milei hace la danza de la lluvia para que las inversiones lleguen de una vez para disimular la salida de dólares, el talón de Aquiles de su modelo.
El famoso acto de San Miguel, en el que se anunció el nacimiento del brazo armado de Milei, dejó algo tal vez más importante. Fue organizado por los socios libertarios de Joaquín De la Torre: la cofradía que integran el secretario de Culto Nahuel Sotelo, el diputado nacional Santiago Santurio y el bonaerense Agustín Romo. Para los sectores alineados con el Papa Francisco -que recibió a Sotelo un mes atrás- son representantes del Frente Joven y la Fraternidad de Agrupaciones Santo Tomás de Aquino (FASTA), una poderosa agrupación católica que se inspira en la falange española. Las reminiscencias del fascismo no eran casuales. Los tres dirigentes de la extrema derecha fueron los que arrimaron a Pablo De la Torre al megaministerio de Sandra Pettovello, hasta que la amiga del presidente lo echó y lo denunció por corrupto.
En San Miguel, la verdadera estrella fue Agustín Laje. El politólogo de ultraderecha hizo una arenga contra lo que llamó “el partido del Estado”, la casta en sus diferentes cepas, desde políticos, hasta sindicalistas, empresarios y periodistas. Junto con su guerra verbal contra los zurdos -con debida omisión de China-, Laje pidió no descansar en los datos de la economía y llamó a dar la batalla cultural para que a Milei no le pase lo que pasó en Chile. Llamó a organizar un gramscismo de derecha que convierta en sentido común las ideas de la extrema derecha y permita construir una nueva hegemonía, donde los fundamentalistas del mercado adaptan el plan de la última dictadura militar a las necesidades de la época. No fue lo único. Además, dio por hecha la expresión de deseos del presidente y su triángulo de poder: “Nos quedan siete años más por delante”, dijo. Si la oposición no reacciona, si no se inventa otra cosa a tiempo, es probable que todo colabore con los delirios de Milei.