Javier Milei, la cátedra de un sacrificio que agota y el objetivo de Cristina Kirchner

El presidente ignoró a la sociedad y le dedicó el discurso a los mercados. Política del veto, represión y oraciones para volver a endeudar a la Argentina con el Fondo. Por qué CFK no se retira.  

16 de septiembre, 2024 | 00.05

Esta vez la casta y la sociedad estuvieron alineadas y mostraron un cansancio similar. Javier Milei habló ante un Congreso semivacío, con números de rating que estuvieron lejos de sus expectativas, para decir lo mismo de siempre. El presidente hizo un discurso de 45 minutos que parecía escrito para agradarse a sí mismo y no aportó novedades. La cátedra del déficit cero fue un mensaje a dos bandas: a los mercados, les prometió que el ajuste más grande de la historia de la humanidad tiene como objetivo principal pagar la deuda con los bonistas. A la dirigencia política, le advirtió que la política del veto es innegociable y a los gobernadores los intimó a ejecutar un ajuste de 60 mil millones de dólares que, según la extrema derecha, todavía está pendiente. A Mauricio Macri le respondió sin nombrarlo: le dijo que gestionar es ajustar y lo demás es puro verso.

Sometida a frustraciones recurrentes que desembocaron en Milei presidente, la sociedad argentina estuvo ausente en el discurso del presidente. El líder de ultraderecha solo aludió a sus fieles para presentarlos como parte de un “pueblo rebelde” que quiere la cabeza de los políticos que gobernaron en el pasado. A los que padecen desde hace nueve meses una recesión histórica, perdieron el trabajo o se arrepintieron de votarlo, los ignoró durante la mayor parte de su mensaje. En la fábula de Milei, hacer historia es achicar el Estado para engrandecer al mercado, una idea que repitieron desde Martinez de Hoz a Cavallo y Caputo.

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Cada semana, Milei somete a sus rivales a un subibaja de emociones. Pero, nueve meses después, su gobierno se parece al juego de la oca. Con represión en las calles y compra de voluntades en el Congreso, La Libertad Avanza hace un enorme despliegue de recursos para sostener el ajuste. Es un triunfalismo de patas cortas: consiste en impedir que la oposición imponga su agenda, pero no tiene horizonte.

La autoridad del presidente, que se vio obligado a involucrarse en negociaciones que detesta, está basada en el rechazo. Pasó con el veto a la ley que recomponía parcialmente las jubilaciones y va camino a reeditarse con la de financiamiento universitario. Milei no sale indemne. Expuesto ante la clase media que lo votó y entregado a una ministra que fomenta el autogobierno policial, el presidente paga costos ante el electorado fluctuante y enfurece a socios de su proyecto que se ven operados como principiantes. 

Patricia Bullrich estuvo a un paso de cerrar una de sus mejores semanas como ministra de Milei. Se había sentado en la mesa política para las selfies del gobierno y había cooptado a los doblados de la UCR de la mano del tucumano Mariano Campero. Pero la ficción de supuestos manifestantes que gaseaban a una nena de 10 años se le volvió en contra. Bajo conducción política, Bullrich puede servir a la ultraderecha, pero su esencia descontrolada atenta contra cualquier líder y la delata en su brutalidad. Por algo, hace apenas un año, se quedó afuera del balotage.

La debilidad cruzada es el rasgo principal del escenario político. Por eso Milei vende una fortaleza que no tiene. Mientras monta el show de la autocelebración, el presidente mendiga el apoyo de la casta para la política del veto y hasta se sienta con los “socialistas” de la UCR. Hace décadas, el radicalismo es otra cosa. Con un pie adentro y otro afuera, Facundo Manes rechaza a los radicales que están más cerca de Milei que de Alfonsín.

Como en el tema universidades, el neurólogo decidió abandonar el perfil bajo y dijo que Milei usa en contra de los jubilados a la misma casta que prometió combatir. En Diputados, el bloque que en teoría conduce Rodrigo De Loredo está partido en cuatro: los que responden a Bullrich, los alineados con Manes, el grupo de Emiliano Yacobitti y el de los gobernadores como Gustavo Valdes o Maximiliano Pullaro, que viene de aprobar su propia reforma contra los jubilados. Las elecciones del 6 de octubre en la provincia de Buenos Aires, donde la alianza Manes-Lousteau enfrenta a Maximiliano Abad, puede ser el inicio de una ruptura más profunda. Abad postula a Miguel Fernández, el ex candidato a vicegobernador de Néstor Grindetti. Así como el delfín de Ernesto Sanz pretende reemplazar a Eduardo Vischi -hombre de Valdés- como jefe de los senadores de la UCR, Manes y Yacobitti podrían confluir para terminar con De Loredo en diciembre. 

Enemigo de exhibir en fotos un rejunte de moderados unidos en el fracaso, Manes se mostrará este lunes en Almirante Brown con el intendente peronista Mariano Cascallares. Quiere construir un nuevo centro de base popular y busca involucrar a dirigentes de la sociedad civil en la política. Los focus groups le sugieren que no le conviene recostarse sobre la UCR y que necesita pararse por encima de los partidos para capitalizar el descontento con Milei. En busca de la clase media arrepentida, Manes coincide con que la nueva grieta divide casta de no casta. Pero piensa que Milei se cruzó de bando y que la desilusión con él incubará a un segundo outsider. 

Desde el peronismo, Cristina volvió a polarizar con el presidente en Merlo y planteó parte de lo que sostiene en privado: Milei vino a reventar a los sectores medios y precisa que vendan los dólares que habían atesorado para sostener su nivel de vida. En cambio, el líder de la extrema derecha se cuidó desde el primer día de elevar la Asignación Universal por Hijo un 102% en términos reales. Justo lo opuesto que hizo el Frente de Todos en sus últimos dos años. La última semana, Capital Humano anunció un nuevo aumento en la AUH y la Asignación por Embarazo (AxE), que pasaron a $84.275. También subió el monto de la Tarjeta Alimentar. Milei aludió a eso ante el Congreso, cuando afirmó que no abandonaron a los sectores más vulnerables.

Aunque dentro y fuera del peronismo piensan que Cristina no debería hablar de economía y le recuerdan el agotamiento de su modelo, la ex presidenta está decidida a explotar ese eje para vincularse con sus históricos votantes. CFK se ríe y piensa que los ultraliberales argentinos descubrieron el mundo de las restricciones cambiarias tras el fracaso de Macri y la llegada de Milei. En Merlo, aludió al hiperortodoxo Daniel Artana, que postuló una flexibilización del cepo que conviva con “restricciones para el atesoramiento de empresas, bancos e individuos”. El economista de FIEL habló de un cepo “menos dañino” para la inversión, pero recomendó controles para evitar una “disrupción”.

En su reaparición en el conurbano, la ex presidenta también se refirió a la entrevista que Esteban Domeq le dio a La Nación. Ahí, el presidente de Invecq y docente en la Ucema declaró que el levantamiento del cepo vendrá por capas, pronosticó restricciones por mucho tiempo y sugirió “cuotificar” el giro de utilidades de las empresas. Domecq dijo que Milei sueña con que se alineen los planetas, defendió una recalibración y coincidió con la definición de Martín Redrado, que ve a la extrema derecha como “cepodependiente”. Según CFK, Milei es un ex libertario, el primero en traicionar al fundamentalismo de mercado. 

En el documento que difundió hace 10 días, Cristina había incluido una frase que al final decidió tachar. Donde escribió que la escasez de dólares le impidió a Milei cumplir con su promesa de dolarización, había escrito “por ahora”. Quienes dialogan con ella dicen que todavía piensa que el presidente sigue con ese plan, pero tiene una sola carta: rezar por el triunfo de Donald Trump, algo que no puede descartarse ni darse por seguro. Según un dirigente que la frecuenta en forma  periódica, la ex presidenta piensa que el cambio que hicieron los demócratas en mitad de la campaña no ofrece garantías de éxito.

Milei logró que Rodrigo Valdes se aparte de las negociaciones del FMI con Argentina y hasta es posible que consiga un nuevo préstamo. El venezolano Luis Cubeduu cumplirá el rol que tuvo Julie Kozack bajo la gestión del Frente de Todos y responderá directamente a la subgerenta Gita Gopinath, representante del Tesoro de Estados Unidos en el organismo. Pero la caída de Valdés también es una derrota de Federico Sturzenneger, el coloso del ajuste que propiciaba una salida inminente del cepo.

En poco tiempo, la Oficina de Evaluación Independiente del Fondo difundirá su balance sobre el crédito excepcional que recibió Macri y todo indica que confirmará que su gobierno incumplió todas las metas. Pese a eso, Martín Guzmán sostiene que el sistema financiero y los accionistas del Fondo están dispuestos a potenciar la adicción argentina a la deuda. Lo que no quieren el Instituto de Finanzas Internacionales y los fondos de inversión de Wall Street es que los dólares se usan para dolarizar y exigen una devaluación. Guzmán cree que la eliminación de los sobrecargos que reclamó durante su gestión será finalmente una realidad, que beneficiará a Milei. 

El ex economista jefe de Eduardo Eurnekian ya dio muestras de que puede reinar en el caos y combinar recesión y deuda para disimular la falta de dólares. Cristina nunca compartió la tesis que propagaron dentro y fuera del peronismo sobre un Milei que no iba a poder gobernar. Estaba convencida de que el sistema político iba a girar para allanarle el camino a la extrema derecha y que el poder económico lo iba a respaldar. El interrogante sin respuesta pasa por la tolerancia social al ajuste más grande de la historia. En medio de la caída del consumo, la recesión, el cierre de empresas y la destrucción de empleo, a Cristina le atribuyen dos frases, que enmarcan la incertidumbre general. La primera es: “Hay que respetar los tiempos de la sociedad”. La segunda es: “Esto es Argentina”. Nunca se sabe qué puede pasar mañana. 

CFK piensa que Milei tiene mucho poder porque detrás suyo están los dueños de la Asociación Empresaria Argentina, la UIA, la Sociedad Rural y el Círculo Rojo. Con algunos empresarios, muy cercanos a Milei, incluso mantiene el diálogo. Sin embargo, el sueño presidencial de liderar una era de transformaciones estructurales como la de Menem le parece excesivo. Milei no solo no tiene dólares. Tampoco, un equipo comparable al que Menem puso en funciones. Carlos Corach, Alberto Kohan, Eduardo Bauzá, José Luis Manzano, Domingo Cavallo, una liga de profesionales dispuesta a ejecutar el plan del poder financiero y los grupos transnacionales que compraron a precio de remate. 

Frente a Milei, el peronismo tiene dos grandes dificultades. La primera es la fuerza disminuida que hoy conserva a nivel institucional. Los bloques del Congreso son mayoritarios, pero los gobernadores no subordinados a Milei se cuentan con los dedos de una mano. De los 8 que ganaron las elecciones sin integrar la zona de Juntos ni colaboracionistas provinciales, hoy solo 5 peronistas mantienen independencia de la Casa Rosada. El sexto es un radical sui generis, Gerardo Zamora, con el que Cristina tiene un diálogo fluido.

En ese cuadro, el primer objetivo de la ex presidenta es conservar su poder en la provincia de Buenos Aires, el territorio donde reside la fortaleza que todavía le queda y al que siempre pensó como la retaguardia de su proyecto. Habrá que ver si el reencuentro con Axel Kicillof sirvió para disipar las tensiones dentro del viejo kirchnerismo. Si va a ser candidata o no, lo que preguntan sus fieles, es un debate prematuro, pero hay un antecedente: en 2017, cuando se lanzó como senadora desde Unidad Ciudadana, el que la convenció fue Máximo Kirchner.

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