El dólar blue superó la barrera psicológica de los 1500 pesos antes de lo que se esperaba, en una clara aceleración de los tiempos de deterioro del plan económico. Las otras cotizaciones también empujan todos los días al alza y la brecha con el dólar oficial ya está en 60 por ciento, un valor que ya era complicado en el marco de programas heterodoxos, como sucedió durante el gobierno del Frente de Todos, pero que para el experimento que conducen Javier Milei y Luis Caputo, anclado exclusivamente en el frágil consenso de que estamos mal pero vamos bien, puede resultar fatal en un plazo cortísimo.
No es muy distinto a lo que sucede con la inflación de 4,6 por ciento que informó el viernes el INDEC. Aunque los aparatos de comunicación oficiales y paraoficiales intentaron imponer una lectura positiva de ese dato, comparándolo con previsiones más pesimistas de algunas consultoras, la interrupción del camino a la baja que se venía trazando desde febrero pone en cuestión el mandato principal de este gobierno. Sólo la promesa de un país libre de inflación sostiene el apoyo que aún recibe Milei en un sector importante, si no mayoritario de la población. Esa esperanza es la piedra sobre la que se cimienta toda esta experiencia política.
Si terminar con la inflación es la condición no negociable del contrato entre el gobierno y su electorado, levantar el cepo ocupa el mismo rol en la relación con el círculo rojo. En ese rubro las novedades tampoco son alentadoras. Las reservas permanecen en niveles bajísimos en el momento del año en que deberían ser más altas. El campo no liquida sus exportaciones, que se acumulan en silobolsas al costado de la ruta en la zona núcleo. Los organismos internacionales demoran la ayuda que Milei y Caputo descontaban desde el verano. Con cepo no llegarán grandes inversiones. Las fichas, módicas, están todas puestas en el blanqueo.
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La estatización del rulo financiero habilitado por la brecha es, por ahora, el último volantazo de política monetaria sobreactuada en el intento de frenar la corrida que comenzó hace dos semanas después de otro volantazo similar. El Banco Central vende por 1400 pesos al sistema financiero los dólares que compró a 900 a los exportadores. Lo que busca es cerrar la brecha interviniendo en el contado con liqui y al mismo tiempo secar la plaza de pesos para que, cuando se levante el cepo, no haya plata para huir a otras monedas. El costo volverá a pagarlo la economía real, que tendrá por delante varios meses más de desierto, en el mejor de los casos.
Al venderse por una ventanilla los dólares que compra en la otra, la acumulación de reservas va a tender a cero a medida que se achique la brecha. Sin divisa en las arcas del Banco Central no solamente se profundizará la depresión de la actividad sino que probablemente entren en crisis la desinflación y el superávit, lo que a su vez volverá a presionar por nuevas devaluaciones y una mayor brecha, etc. El segundo problema más importante que tiene el plan económico de Milei y Caputo es que no consigue dólares y tiene por delante vencimientos de deuda impagables. Es cuestión de semanas hasta que la palabra default vuelva a ponerse de moda.
El problema más importante que tiene el plan económico es que está perdiendo la confianza de los que financian la fiesta. Para evitarlo, el gobierno hace anuncios cada vez más grandilocuentes, cada vez con más frecuencia, para lograr un efecto cada vez menos satisfactorio, como le pasa a los adictos. Primero fue la aprobación de la ley de bases, luego la conferencia de prensa de Caputo, después la designación de Federico Sturzenegger en el gabinete. Los mercados no reaccionaron de la manera esperada. Habrá que esperar hasta el lunes pero nada indica que después del anuncio de este torniquete las cosas vayan a ser diferentes.
El sistema está perdiendo la confianza en el gobierno por cinco motivos. El primero es la falta de resultados. Sin ir más lejos, el propio Milei prometía, en el verano, que para mitad de año no habría cepo. El segundo son las inconsistencias. Por ejemplo: nadie pudo explicar, todavía, cuál es el plan para bajar diez puntos el impuesto PAIS en septiembre sin que eso haga volar por el aire al superávit flojo de papeles que sostiene toda la estructura narrativa del gobierno. O por qué el presidente dice que levantará el cepo a fin de año porque la inflación va a tender a cero mientras publica un adelanto del presupuesto 2025 que proyecta entre 4 y 5 por ciento mensual.
El tercer motivo es el propio Caputo, reconocido como timbero y con el prontuario de haber causado pérdidas importantes por mala praxis durante su paso anterior por la función pública. El cuarto son las mentiras que dice. Esta semana el ministro de economía dio una entrevista radial en la que incurrió repetidamente en datos falsos. Dijo, por ejemplo, que durante esta gestión “el dólar subió apenas 16 por ciento”, cuando en realidad el oficial saltó de 380 a 940 (un 247 por ciento) y el blue de 990 a 1500 (un 50 por ciento). También anunció una negociación con el Fondo Monetario Internacional que el mismo organismo desmintió horas más tarde.
Caputo, que a principios de junio había dicho ante el Latam Economic Forum que el país ya estaba en “franca recuperación” ahora moderó su entusiasmo pero sigue diciendo que ve “claros síntomas de recuperación”. Los índices de consumo, de industria y de construcción muestran lo contrario. También dijo que se pudo “salir de terapia intensiva sin haber estallado en crisis”. Esta semana se conocieron dos datos que le discuten esa percepción. Desde diciembre se destruyeron más de diez mil PyMEs, de acuerdo a la cámara Enac. Y un informe de la Bolsa de Rosario apuntó que el consumo de carne vacuna en Argentina es el más bajo en un siglo.
El quinto y último motivo que dilapidó la confianza en el gobierno fueron los compromisos incumplidos. La deuda con las energéticas se sigue acumulando, aunque Caputo había prometido regularizar la situación. En plena ola polar las facturas son varias veces más altas que el año pasado, no obstante lo cual el Estado está volcando al sistema una cantidad de subsidios récord, que engrosan o bien el déficit o bien la deuda. La eliminación de la prioridad de autoabastecimiento sumado a la dolarización del servicio agrega volatilidad e incertidumbre ante cualquier salto del precio internacional de los hidrocarburos. La tormenta perfecta.