La cámara acompañaba al auto en el que Javier Milei llegó al Congreso, rodeado de Granaderos. El sonido de las cacerolas se coló en el audio de la cadena nacional. “En ambas aceras laterales el público se ha agolpado observando y reconociendo de manera plausible la llegada del presidente de la Nación a este recinto”, mintió el locutor, para no dejar que su silencio enmarcara el repiquetear quejoso de los utensilios domésticos.
Todo, esa noche, fue un gran engaño, desde el banquito que utilizó el presidente para disimular su escasa estatura, tema que parece tenerlo sumamente preocupado, hasta una transmisión oficial que, por primera vez en la historia, sólo enfocó, durante más de una hora, a la bancada oficialista. Un montaje que no dejó registro de que casi tres cuartas partes de la asamblea legislativa no aplaudió ni celebró las ocurrencias del orador.
La oferta que puso Milei sobre la mesa también es un engaño, que vende como generosidad un retroceso táctico que significa, para él, la claudicación de sus principios más férreos. Al final hay plata y el presidente la puso sobre la mesa de negociación con las dos cámaras del Congreso, los cuatro jueces de la Corte Suprema y una audiencia de chiquicientos puntos de rating en todo el país como testigos.
MÁS INFO
No fue, desde ya, idea suya, sino una sugerencia que recibió casi al mismo tiempo, en pocos días, por parte del Fondo Monetario Internacional; de los dos funcionarios más importantes de la Casa Blanca, el secretario de Estado, Antony Blinken, y la de Tesoro, Janet Yellen; y de sus principales sponsors locales. Todos le hicieron saber que si no lograba darle sustentabilidad política a su ajuste buscarían a alguien más para esa tarea.
Si el espectáculo de Milei tendiendo la mano para una negociación fue algo incómodo es porque asistimos, en realidad, a una mímica, a un gesto sin intención. Pareciera que no entiende del todo la lógica que implican los consensos y solamente imita los gestos que cree que esperan de él, como alguien que intenta hacer que funcione un aparato repitiendo paso a paso lo que ve en un tutorial de youtube, pero sin comprender lo que está haciendo.
El éxito (o el fracaso) de esta maniobra va a poder medirse en tiempo, que es lo que empieza a faltarle al gobierno. El comienzo del período de sesiones ordinarias en el Poder Legislativo le ponía fecha de vencimiento al DNU, que el Senado iba a rechazar en pocos días y la cámara de diputados, casi indefectiblemente, un tiempo más tarde. Si el discurso logra detener ese proceso, si puede postergarlo por algunas semanas, es todo ganancia.
Esta semana prosperaron conversaciones inéditas entre distintos bloques para impulsar una agenda legislativa en contra del sentido que le imprime a la gestión la Casa Rosada: leyes que impactan en la recaudación (como coparticipar el impuesto PAIS), en el gasto (como la fórmula jubilatoria o el Fondo de Incentivo Docente) y en la gobernabilidad (un proyecto para facilitar el rechazo de los DNU en el Congreso). Un contraataque opositor.
Esas negociaciones eran doblemente peligrosas porque apuntaban a consolidar no una mayoría simple sino los dos tercios de cada cámara, que es la vara que pone la Constitución para que el Congreso revoque un seguro veto presidencial a cualquiera de esas iniciativas. Esos dos tercios proyectarían sobre el presidente la sombra de un juicio político. Cada obstáculo que Milei pueda poner en ese camino es un triunfo.
Van 84 días de gobierno. Faltan 84 días más para el 25 de mayo, la fecha elegida para la convocatoria al llamado Pacto de Mayo. La palabra pacto, en este caso, intenta suplantar la acción de pactar, que resulta ajena a la caja de herramientas del mandatario. Es parecido a lo que hace el gobierno porteño cuando abandona las obras de urbanización en las villas pero empieza a llamarlas “barrio”. Humo y fuegos artificiales.
Un espectáculo para darle tema de conversación a los voceros oficiosos durante las próximas semanas, y para distraernos mientras negocian lo que en verdad les importa: alivio fiscal a cambio de la aprobación de la ley de Bases y la ratificación del DNU. O, para decirlo más fácil: trocar dinero por facultades extraordinarias. “Tabula rasa”. Volver a diciembre del año pasado. Olvidar las ofensas. Entregar la suma del poder público.
Al final, el resultado de la batalla no depende tanto de las fuerzas del cielo sino del tamaño de la billetera. Recursos a cambio de votos: un mecanismo que no es nuevo y no debería ofender ni causar sorpresa a ningún miembro del elenco estable de la política argentina, a esta altura del partido, pero que nunca se había hecho como este viernes: en forma de un chantaje público, en prime time, por cadena nacional.
Los gobiernos neoliberales necesitan deshistorizar los procesos políticos para volver a aplicar las mismas herramientas que ya fracasaron. Por eso nos ponen en 2023 a discutir como si no hubiera existido un 2018 o un 1990. Esta versión enloquecida y acelerada que propone Milei necesita que discutamos en marzo de 2024 algunas cosas como si no hubiera existido enero de 2024. Es el día de la marmota, pero sin gracia y sin amor.
¿Hasta dónde están dispuestos a conceder los dirigentes que mueven la cola y dan la patita a la espera de un cariño que el presidente ya les negó tantas veces? ¿Cuánto más pueden soportar sin perder la sonrisa? ¿Van a darle facultades extraordinarias al hombre que los insulta a diario y que hasta un minuto antes de proponer un pacto los trató de ladrones y corruptos? ¿Al que ya demostró que está dispuesto a gobernar sin el Congreso?
Pasará a la historia la voltereta que ensayó el gobernador de Chubut, Nacho Torres. Hace una semana encolumnó a todas las provincias en un duro desafío al gobierno nacional. Fue humillado y hostigado por el presidente en persona y por sus soldaditos a sueldo. Dio duros discursos y amenazó con medidas grandilocuentes. Hasta ahora nadie pudo ganarle a Milei en el chicken game. Torres se fue al mazo y el viernes celebró la convocatoria al diálogo.
Es válido preguntarse si semejante viraje se explica por el carácter del gobernador o si fue receptivo a las sugerencias que recibió para cambiar el curso de colisión. Entre quienes se interesaron en el asunto, por supuesto, figuran las empresas que operan la extracción de energía en la Patagonia, pero también Mauricio Macri, que primero alentó el conflicto y luego se ofreció como broker de la paz. El hombre sabe crear demanda para lo que ofrece.
El expresidente ya se mueve como titular del PRO, cargo que ocupará formalmente el 19 de marzo. El viernes por la noche anticipó el apoyo de su fuerza política a la convocatoria a un pacto. Va a perder algunos dirigentes por el camino pero logró consolidar una mayoría del partido que seguirá detrás suyo. Todavía no puede resolver el dilema que lo atormenta: si a Milei le va bien, va a fagocitar al macrismo, si le va mal van a hundirse con él.
La prenda de esta sociedad entre paranoicos es un enemigo en común. En su discurso, como nunca antes, el economista definió como nunca antes los contornos de lo que llama “la casta” y coinciden con el viejo y conocido peronismo. Los mencionó con nombre y apellido: Cristina Kirchner, Máximo Kirchner, Sergio Massa, Pablo Moyano, Juan Grabois. Los “jinetes del fracaso”, curiosamente, pasan por alto lo que pasó entre 2015 y 2019.
Todas las medidas que anticipó en ese sentido, desde la reforma sindical hasta la privatización absoluta del financiamiento de partidos políticos, pasando por la ley de ficha limpia y la prohibición de usar aviones privados (!!!), son inconstitucionales e inaplicables, y sólo se anunciaron como un tributo a la minoría intensa antiperonista que alimenta de contenido las redes y los canales que consume el presidente para mantenerse informado.
Sus esperanzas están puestas en que el rechazo al peronismo, que caló hondo en la sociedad, pero más hondo todavía en la dirigencia (la casta), siga pesando más que el daño que su gobierno infringe a diario en los hogares y las empresas argentinas. Su apuesta es sostener la destrucción hasta que la inflación termine derrumbándose entre las ruinas de la economía argentina. El daño al final del camino no puede medirse.
Dicen que cuando uno pierde un brazo, o una pierna, por mucho tiempo continúa sintiendo dolor o picazón en esa extremidad que ya no está. Buena parte de la Argentina sigue rascándose el brazo fantasma, mientras que por el otro brazo, el que todavía sigue allí, avanza, sin control, una gangrena. Cuando se den cuenta que esas peleas que siguen dando ya no tienen sentido, y que el país pasó de pantalla, se termina la ventaja de Milei.
Los engaños y las simulaciones que preparan para el presidente pueden demorar ese proceso algunos días o semanas, pero no detenerlo. La gangrena, en este caso, es el deterioro sostenido de las condiciones de vida de los argentinos, que fueron los grandes ausentes del discurso: ni una palabra para quienes deben elegir entre comer y cargar la SUBE, los que se quedan sin laburo, los que venden un mueble para llegar a fin de mes.
No hay lugar para ellos en el Pacto de Mayo, como no hay lugar, tampoco, para un país con moneda propia, con soberanía territorial, con capacidades de defensa, con un tejido industrial robusto, con educación de excelencia, con clase media, con desarrollo científico y tecnológico, con cultura nacional, con una marca país, con estima por sí mismo, su potencia, su historia y su lugar en el mundo. Hagamos Una Argentina Cada Vez Más Chica.
El viernes, Milei terminó su discurso poniéndose en el lugar del rey Salomón. Cuenta la fábula más conocida sobre Salomón, un rey muy justo y muy sabio, que un día recibió en audiencia a dos mujeres que se disputaban la maternidad de un bebé. Sin saber cómo determinar quién tenía razón, el rey dispuso que a la criatura la partan por la mitad y le den un pedazo a cada una.
Por supuesto, la verdadera madre fue aquella que rechazó esa idea, que prefirió perder a su hijo antes que hacerle daño, porque ante determinadas propuestas la única respuesta aceptable es un no. Los verdaderos dirigentes políticos, aquellos que tengan en su corazón amor por la patria y respeto por quienes la habitamos, deben saber que ante la falsa solución que propone Milei también existe una sola respuesta posible.