El nombramiento de Gabriel Rubinstein como secretario de Política Económica (en los hechos, viceministro de Economía) no se frustró por un veto interno a causa de las invectivas antikirchneristas volcadas por él en las redes sociales hace algunos años. Si ese fuera el criterio, la mitad de los dirigentes del Frente de Todos debería volverse por donde vino. Sí es cierto que la exposición de viejos tweets lo puso en una situación delicada, de la que él mismo decidió hacerse a un lado, por temor al cruel escrutinio de la impiadosa opinión pública dos punto cero. Es entendible. Había escrito cosas como que “sumarse al kirchnerismo” equivalía a “decir: soy un idiota” y su nombramiento lo dejaba a la intemperie a merced de una buena parte del oficialismo y la totalidad de la oposición. Fuera de la ciudad cuando recibió el ofrecimiento, no llegó a tener ni una reunión.
Su paso al costado (o la postergación de su nombramiento) le ahorra un problema a Sergio Massa, que había acudido a él después de la negativa de por lo menos cuatro economistas de primera línea que fueron sondeados para el cargo. Para el viernes a la tarde, con el foco puesto sobre la activa vida digital de Rubinstein, el ministro ya dudaba de que fuera la decisión adecuada. No le molestaban sus arrebatos antikirchneristas de hace ocho años sino que consideraba inconveniente algunas expresiones recientes en las redes y en los medios respecto a la necesidad de una devaluación. Teniendo en cuenta que el éxito o fracaso de su gestión dependerá en gran parte de que pueda revertir las expectativas respecto a la estabilidad del tipo de cambio oficial, tener a cargo del diseño macroeconómico a una persona que había dicho varias veces lo contrario no era de ayuda.
Distinto fue el caso de Energía, otro área clave que sigue sin responsable confirmado; en este caso sí a causa de trabas inherentes a la naturaleza de la coalición gobernante. El todavía secretario, Darío Martínez, tiene las horas contadas, y no solamente por la necesidad de oxigenar el área que causó los principales cortocircuitos en la gestión hasta ahora. Sucede que sus aspiraciones a gobernar Neuquén, es decir Vaca Muerta, son incompatibles con los intereses de Daniel Vila y José Luis Manzano. Los empresarios, de estrechísimo vínculo con el flamante ministro, son socios juntos al gigante internacional con base en Suiza Mercuria, de Phoenix Global Resources, una startup creada el año pasado para ingresar en ese yacimiento de recursos no convencionales, y tienen en ese sentido una alianza con el oficialismo neuquino, que Martínez pretende destronar.
Massa había concordado con Cristina Fernández de Kirchner que lo reemplace el interventor de Enargas, Federico Bernal, uno de los dos funcionarios con el mismo nombre que desde el área de Energía cuestionaron la gestión de Martín Guzmán, demorando la segmentación de tarifas, a la que llegaron a negarse de plano. A diferencia del otro, Federico Basualdo, cuya continuidad en la subsecretaría de Energía Eléctrica también sigue en debate, Bernal, formado bajo el ala de Julio De Vido, asistió a la primera conferencia de prensa del ministro, el miércoles, y se sentó junto al resto del equipo económico. En este caso el veto llegó desde la Casa Rosada. Alberto Fernández lo responsabiliza por el bloqueo a su programa económico durante los primeros dos años y medio de gobierno. Cerca del presidente dicen que están evaluando alternativas.
Durante el fin de semana continuaba esa pulseada, la primera que da cuenta de las dificultades reales que debe afrontar Massa a medida que termina de disiparse el humo de diez días de anuncios y ceremonias que tuvieron una pompa y efervescencia algo ajena a los graves problemas que lo esperan cuando se apagan los focos. Aunque Borges haya escrito otra cosa, en las letras que conforman la palabra unidad no está la unidad, y hasta un chico en un jardín de infantes sabe que es difícil, por no decir imposible, hacer que un triángulo ruede. Su primer desafío político, mientras desarma las dos bombas de tiempo de la economía, será evitar que lo trague esa dinámica que trituró a todos los que intentaron surfear la ola antes que él. Las demoras para nombrar a los dos cargos más importantes de su estructura no son, en ese sentido, una buena señal.
También es cierto que detrás de una primera fila de funcionarios elegidos, entre otras virtudes, por su capacidad de dar cuenta de la gestión ante los medios, Massa se recuesta sobre una retaguardia de economistas con los que habla permanentemente y en los que confía para evaluar las decisiones de fondo. Entre ellos hay históricos colaboradores que prefirieron no asumir roles formales en su equipo, como el exsecretario de Agricultura Gabriel Delgado, consultores top como Emmanuel Alvarez Agis y Marina Dal Poggetto, figuras con ideas y/o aspiraciones incompatibles con un cargo en este gobierno, como Martín Redrado, y embajadores del ala kirchnerista del Frente de Todos, con el gobernador bonaerense, Axel Kicillof, que habla a diario con el ministro, al igual que CFK.
La opinión de ninguno de ellos pesa tanto como la del exministro de Economía y dos veces candidato presidencial Roberto Lavagna. Su papel durante el gobierno del Frente de Todos fue curioso. Rival en la campaña, amagó un acercamiento en los albores del gobierno de Fernández que fueron generosamente recompensados con cargos clave en la administración pública para dirigentes de su escudería. Sin embargo, cada aparición pública suya fue para criticar al gobierno y durante este tiempo el grupo de diputados que se referencia con él se constituyó en un obstáculo insalvable para que el oficialismo aprobara proyectos clave en la cámara de Diputados, muchas veces impulsados por el propio Massa desde la presidencia del cuerpo. En su primera conferencia de prensa, el ministro pidió nuevamente su aprobación. Se espera que esta vez acompañen.
Con una inflación que sigue muy alta a pesar de que se calmó la corrida, los cien días que pensaba tener para exhibir resultados se acortan: si la inflación de septiembre no baja un par de escalones respecto a los datos de julio y agosto, su margen de maniobra va a achicarse muchísimo. Esta semana las consultoras privadas estimaron que los precios de la comida volvió a crecer en torno al dos por ciento, en momentos en los que las cotizaciones paralelas del dólar en la Argentina y la cotización internacional de los alimentos está a la baja por la liberación de granos que estaban almacenados en Ucrania. Es probable que las mesas de diálogo que anunció el nuevo equipo económico no alcancen para moderar las conductas especulativas de las empresas formadoras de precios. El propio Massa impulsó en 2019 la Ley de Góndolas, que tiene otras herramientas. Puede usarlas.
Los equilibrios deberá reservarlos, en todo caso, para gestionar el perfil que tendrá su gestión en el vínculo con el mundo. Durante toda la semana estuvo siguiendo con atención la escalada diplomática y militar entre los Estados Unidos y China a partir de la visita de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, a Taiwan. Los vínculos de Massa con múltiples terminales del establishment de Washington son conocidos, pero como ministro de Economía de la Argentina deberá, necesariamente, fortalecer lazos con Beijing. Esta semana ya tuvo dos largas charlas telefónicas con el embajador Sabino Vaca Narvaja y le encomendó al vicepresidente del Banco Central, Lisandro Cleri, que cultive la relación con interlocutores chinos. El objetivo urgente es comenzar a revertir el déficit récord de 4 mil millones de dólares en el intercambio comercial.