Los cien días que había planteado en su llegada al Palacio de Hacienda, a principios de agosto, tuvieron su propia inflación y ahora son doscientos. Sergio Massa apunta a marzo como punto de partida para una recuperación económica que se sienta en los bolsillos de forma contundente y sostenida, justo a tiempo para llegar a la temporada electoral en el momento de aceleración del despegue. A partir del segundo trimestre del año que viene la inercia acompañará al oficialismo, según la hipótesis sobre la que trabajan sus equipos, proyectando tres años consecutivos de crecimiento de la economía, elemento clave para que el Frente de Todos llegue a las urnas con una propuesta competitiva.
Antes, hay que pasar el verano. Una temporada difícil para las cuentas argentinas, en particular cuando hay pocos dólares en caja, como ahora. La ecuación es fácil de entender y difícil de resolver. Para ganar la elección debe recuperarse, fuerte, el poder adquisitivo. Para que los salarios pasen a valer más, es imprescindible reducir la inflación. Para que la inflación se calme, además de hacer la tarea con las cuentas públicas, como está haciendo el ministro de Economía, es necesario que las cotizaciones del dólar no sufran sobresaltos. Para eso, hacen falta reservas, sobre todo en estos meses de alta demanda y poca oferta de divisas. Un puente que permita llegar sin sustos a la próxima cosecha.
Los primeros escalones ya se colocaron. El swap ampliado con China, confirmado en el G20 de Bali, permitió sumar cinco mil millones de dólares a las reservas de libre disponibilidad, que ya duplican esa cifra. La segunda versión del plan soja, anunciada el viernes, aportará otros tres mil millones a las arcas del Estado antes de fin de año, estiman en el equipo económico. Son parches con los que esperan calmar un mercado cambiario que se recalentó esta semana, llevando la brecha nuevamente a la zona del cien por ciento. Es importante frenar estos movimientos cuando todavía son incipientes, no impactaron en los precios ni determinaron un nuevo piso para la cotización.
Por eso, el equipo económico prepara una serie de anuncios que apuntan a robustecer ese frente. El más importante, entre ellos, será la firma del acuerdo de cooperación fiscal con los Estados Unidos, que permitirá el intercambio automático de información sobre cuentas bancarias de argentinos en ese país. Eso no solamente permitirá ampliar la base impositiva en más de cien mil millones de dólares y la recaudación anual en unos cinco mil millones. Antes de la entrada en vigencia del entendimiento se ofrecerá un nuevo blanqueo que --a diferencia del que impulsó Macri-- promoverá la repatriación de los fondos y contemplará sanciones onerosas para quienes persistan en el ocultamiento.
Massa viajará en los próximos días a Washington para firmar el acuerdo con las autoridades norteamericanas y también cerrar la tercera revisión del Fondo Monetario Internacional al acuerdo firmado por Martín Guzmán para refinanciar la deuda que tomó Mauricio Macri “para ganar las elecciones” de 2019, un hecho que ya reconocieron exfuncionarios tanto del organismo (Mauricio Claver Carone) como de la administración de Juntos por el Cambio (Carlos Melconián). Ese exámen destrabará un nuevo desembolso de 5800 millones de dólares, de los cuales una parte deberá volver al FMI como repago de los compromisos pero quedará un saldo de más de mil millones para engrosar las reservas.
Adicionalmente, en diciembre el directorio del Fondo volverá a discutir dos reclamos del gobierno nacional que significarían un alivio extra. Es difícil que accedan a la eliminación de los sobrecargos en la tasa de interés que se cobra a los países más endeudados con un costo de varios miles de millones de dólares anuales. En el gobierno se muestran, en cambio, más confiados con otro mecanismo: una nueva emisión de DEGs para paliar los gastos extraordinarios causados por la guerra en Europa. A la Argentina le pueden tocar entre 3 y 5 mil millones de dólares, de acuerdo a los cálculos que se hacen en Washington y en Buenos Aires, respectivamente. Todo al colchón para pasar el verano.
Servirán para redondear la cuenta otros acuerdos con organismos multilaterales, como los 500 millones que desembolsará esta semana el BID, que a partir de la salida de Claver Carone regularizó sin demora las obligaciones que tenía con el país. Otras iniciativas que apuntan al mismo objetivo todavía se encuentran en una etapa muy prematura o experimental, entre ellas la posibilidad de establecer un swap con Brasil o acordar la radicación de un fideicomiso milmillonario con fondos de origen árabe destinados a inversiones en el sector energético durante los próximos años. Todo vale (o casi) si la misión es evitar que falten divisas.
Hasta ahí, la hoja de ruta. Su cumplimiento deberá surfear las encrespadas aguas del verano argentino. Hasta ahora, el historial de Massa desde que asumió al frente del ministerio de Economía deja un balance agridulce. Lo que pase en los próximos meses torcerá la balanza hacia un lado o el otro. Aunque esta semana repitió sus comentarios sobre un final para su carrera política, sabe que si su plan llega a buen puerto tendrá la posibilidad de ser candidato a presidente y también una presión muy fuerte de sectores políticos y empresarios para que la acepte. Él por ahora espera. Llegado el momento, si las cosas salen bien, entiende, tendrán que ir a buscarlo.