Macri y Milei pulsean por el control del nuevo gobierno

El presidente electo desconfía del expresidente, pero no puede prescindir de su apoyo. La interna a cielo abierto por conducir el gobierno y repartir los negocios pega bajo la línea de flotación de la legitimidad ante el electorado.

26 de noviembre, 2023 | 00.05

Lo más peligroso de la insatisfacción democrática es que funciona bajo una dinámica que tiende a retroalimentarse peligrosamente, en una espiral que, si no se detiene a tiempo, puede arrastrar consigo lo que queda en pie en este país tan maltratado. Primer paso: la justa demanda por una mejora sustancial en la calidad de vida abrió las puertas a la aceptación mayoritaria de un proyecto que corre peligrosamente los límites del sistema, porque en ese sistema ya no se encontraba representación. Segundo paso: una vez en el poder, ese proyecto se demuestra incapaz de resolver esa demanda. Por el contrario: sus políticas agravan la situación. Tercer paso: vuelva a comenzar. 

Ese mecanismo fue transparente esta semana, en los días posteriores al contundente triunfo en segunda vuelta de Javier Milei. Una amplia mayoría votó a un economista que decía saber cómo arreglar la economía “con o sin dinero” y prometía que el ajuste iba a recaer sobre los políticos, culpables de esta situación. Sin embargo, lejos de hallar una respuesta a ese mandato, esta semana los argentinos fueron testigos de una disputa a cielo abierto por el control del gobierno que todavía no empezó y sus oportunidades de negocios. Una interna de la que depende, entre otras cosas, el rumbo de la economía y el bolsillo de 47 millones que no van a tener buenas noticias por mucho tiempo.

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El botín es jugoso. Entre las joyas que el flamante gobierno discute cómo sacar a remate se destacan YPF, dueña del 40 por ciento de Vaca Muerta, la segunda reserva mundial de shale gas y la cuarta de shale oil, y el Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la ANSES, una caja de más de 60 mil millones de dólares, incluyendo capital accionario en las principales empresas del país. En el medio de la danza de nombres en torno al elenco que asumirá el 10 de diciembre los únicos dos confirmados por escrito en un comunicado oficial de “la oficina del Presidente electo” fueron justamente los titulares de la petrolera, Horacio Marín, hombre de Techint, y de la caja de pensiones, el cordobés Osvaldo Giordano.

El tira y afloje por el joystick comenzó la misma noche del ballotage. La primera instrucción que dio Milei a los suyos, antes de que Mauricio Macri y Patricia Bullrich se apersonaran en el búnker del ganador, fue que había que cuidar la gobernabilidad. El presidente electo conoce las limitaciones del armado político que lo llevó al poder y sus carencias en el plano legislativo y judicial. También desconfía de muchos de los dirigentes que incorporó cuando no tenía demasiado para elegir y sabe que en el círculo rojo existen dudas sobre su capacidad de llevar a buen puerto las reformas que propone. Su principal temor es una alianza entre Macri y la vicepresidenta electa, Victoria Villarruel, para correrlo de la cancha.

Esa sombra justifica las concesiones que hizo Milei esta semana. Aunque pulsea una dura paritaria con el expresidente, está condicionado por el paquete accionario que Macri reclamó para sí después del triunfo. Ya resultan irrelevantes los compromisos que se hayan hecho en campaña; lo que pesa, ahora, a la hora de cortar el bacalao, es que sin su padrinazgo el proyecto político queda a la intemperie. No puede darse el lujo de perderlo. Al mismo tiempo, hasta donde puede, y como puede, intenta marcarle la cancha para que no se desdibuje tan rápido la idea de que el que manda es él. Al fin y al cabo, ya aprendimos que el que tiene la firma tiene la última palabra, siempre.

Los dos se encuentran enfrascados en una especie de juego del gato y el ratón en el que ambas partes se autoperciben felinas. Milei explica a sus interlocutores que el equipo económico que acercó Macri, con Luis “Toto” Caputo a la cabeza, y un plan “de mercado” para desarmar las Leliqs, será un fusible que se encargará de limpiar la cancha, dar las malas noticias y acomodar la macro, dejando todo listo para dolarizar en una segunda etapa. Macri, por su parte, impulsa a Milei a tomar las medidas de shock que él no quiso implementar cuando estuvo en el gobierno, a sabiendas de que probablemente le generen un desgaste insostenible, y ya piensa en la siguiente jugada.

Desde Arabia el expresidente sigue las negociaciones de forma personal y permanente. Cuando hace falta, interviene. El miércoles le dio un impulso a la designación de Caputo al frente del ministerio de Economía, es decir: a su plan económico y de negocios entre otros que estaban en oferta. Un día más tarde aprovechó el envión para darle un putsch al gabinete. A través de una operación coordinada que contó con ayuda en los medios y dentro de La Libertad Avanza, Macri no solamente quiso imponer en el plantel nombres que no había consensuado sino que le inventó un nuevo ministerio, el de Modernización, que no estaba en los planes originales. ¡Adentro!

Milei se defiende demorando la confirmación oficial del financista pero al mismo tiempo le da carta blanca para hablar en nombre del gobierno entrante con interlocutores/acreedores de primera línea, como la banca privada o el Fondo Monetario Internacional. El problema es que en esos encuentros Caputo muchas veces dice cosas que contradicen abiertamente lo que asegura, en público o en privado, el presidente electo. La situación se vuelve insostenible. El viernes Cristian Ritondo transmitió una amenaza que llegaba desde el desierto: si no lo confirman como presidente de la cámara de Diputados, en el tercer lugar de la línea sucesoria, no habrá coalición parlamentaria ni ley ómnibus. Es a cara de perro.

En el mejor de los casos alguno de los dos logrará imponer su voluntad y marcará el camino del próximo gobierno, para bien o para mal. Lo más probable, sin embargo, es que el conflicto no tenga un saldo definitivo sino que se prolongue a lo largo de todo el mandato, profundizando lo peor de la experiencia del Frente de Todos: el doble comando o el vacío de poder, las disputas palaciegas, las operaciones cruzadas, esta vez con la violencia como un recurso más en la caja de herramientas, validado de forma explícita por quienes encabezan el proceso. Ese será solamente el ruido de fondo de la tragedia principal, la crisis económica y social que se cierne sobre el futuro de los argentinos.

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