El plan económico de Javier Milei consiste en una hiperinflación que liquide definitivamente el valor del trabajo argentino, discipline a la sociedad y al círculo rojo para aceptar las reformas que propone y lo ayude a concretar un brutal ajuste del gasto público. Ese proceso puede dejar al país desahuciado y en medio de una conmoción social de consecuencias impredecibles. Ese es el escenario que preocupa a varios de los más importantes empresarios nacionales con los que conversó El Destape durante y después de los foros que celebraron esta semana.
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El propio candidato de la ultraderecha alimentó esos temores con declaraciones ante la prensa en Mar del Plata. “Cuanto más alto esté el precio del dólar, más sencillo va a resultar dolarizar”, confesó, alimentando una corrida cambiaria que, según descuentan en las tertulias de CEOs y accionistas, se seguirá profundizando a medida que se acerque el día de la elección y puede volar por los aires si Milei obtiene un buen resultado el 22 de octubre. No va a ser un efecto colateral sino, por el contrario, exactamente el objetivo buscado. Lo dijo él, con todas las palabras.
A medida que el valor del billete verde se acerca a los mil pesos recobran validez aquellas advertencias tempranas de economistas que avisaron que la dolarización sólo era sostenible a valor de 3000, 5000 o 7000 pesos por dólar. En su momento, el candidato desmintió esos cálculos y descalificó a quienes los publicaron. Hoy no parece un escenario tan lejano. Con reservas agotadas, una deuda impagable, dos dígitos mensuales de inflación y una demanda más grande que la oferta, si Milei no le pone techo, el dólar paralelo no tiene techo. Y Milei, lo dijo, no quiere.
Una hiperinflación causada intencionalmente también le serviría para hacer el recorte presupuestario que promete, equivalente a 15 puntos del PBI. Con una hiper el ajuste se hace solo. Basta con dejar de actualizar los programas de asistencia social para hacerlos desaparecer. Alcanza con aumentar las jubilaciones por debajo de los índices de precios para achicarlas al porcentaje deseado: diez, veinte, treinta por ciento o más. Sin pasar por el Congreso. Sin firmar decretos. ¿La obra pública? Afuera. ¿El sueldo de docentes, policías, enfermeras? Afuera.
El viernes por la tarde, en un panel transmitido a través de youtube por el canal oficial de Bull Market, la consultora del candidato a jefe de gobierno porteño de la Libertad Avanza, Ramiro Marra, se exhibió una presentación que detalla en nueve pasos los “detalles operativos del plan Milei / Ocampo” para dolarizar. Según esa explicación, el primer paso sería la liberalización del mercado cambiario; el segundo, la liberación de tarifas para “un reacomodamiento rápido de precios relativos” y así sucesivamente. El ítem número 5 permite leer con claridad: “Híper de 45-60 días”.
La inminencia de la colisión espanta incluso a quienes le dieron al piloto las llaves del avión. Eso explica las piruetas dialécticas de animadores televisivos que alimentaron durante años la misma violencia que ahora sienten como una amenaza. También el resultado de una encuesta que llevó a cabo la agencia Reuters en el coloquio de IDEA. De 125 empresarios consultados solamente dos (2) respaldaron la idea de dolarizar. Dos tercios mostraron predilección por el modelo bimonetario de Patricia Bullrich y Carlos Melconian; el tercio restante apuesta por Sergio Massa.
“Es realmente un desafío para las compañías basadas en Argentina pensar acerca de la dolarización”, dijo un empresario que eligió el anonimato, siempre según Reuters. Los casos de Ecuador y El Salvador no son espejos en los que el capital argentino le guste verse reflejado: si se lleva adelante el plan Milei “no nos quedaría ningún ancla para ajustar variables monetarias y las experiencias en otros países no fueron buenas”, agregó. El reporte advierte que “la fuerte oposición corporativa subraya uno de los desafíos” que Milei encontraría “para impulsar sus planes”.
Massa toma nota del espanto y multiplica los esfuerzos para construir una mayoría propia sobre la que apoyarse para llegar a la Casa Rosada. Inseparable de su teléfono, se encarga personalmente de la rosca, con el apoyo de un pequeño grupo de laderos históricos, como Raúl Pérez y Rubén Eslaiman, las artes del vicejefe de gabinete Juan Manuel Olmos y la ayuda inestimable de un Juan Manzur que, superado el trago amargo de la candidatura que no fue, ahora se convirtió en una pieza clave del esquema del ministro candidato.
El primer paso fue consolidar el vínculo con todos los sectores de Unión por la Patria. Era necesario preparar la relación para que no se resienta con la llegada de nuevos invitados, algunos (muchos) de los cuales fueron parte de la trinchera opuesta durante 15 años. Massa construyó, en los últimos años, vínculos estrechos por separado con Cristina Fernández de Kirchner, Axel Kicillof y Máximo Kirchner. Para tener chances sigue necesitando como el primer día los votos de ese sector. Lo sabe y hará lo necesario para retenerlos.
Lo mismo sucede con los gobernadores del norte del país, la zona donde el peronismo perdió en agosto más votos a manos de Milei. El pacto renovado con Manzur le dio un alfil en ese territorio. La eliminación de la cuarta categoría del impuesto a las ganancias y la iniciativa para reducir el IVA de la canasta básica selló su acuerdo con los sindicatos de la CGT y la CTA. En ese círculo también se encuentran empresarios y banqueros cuya relación con el candidato de Unión por la Patria es añeja y estrecha y están alineados en su proyecto político.
Ese esquema inicial Massa apunta a ampliarlo incorporando a espacios y figuras que no formaron parte de la experiencia del Frente de Todos pero de la mano del candidato podrían arrimarse para sumar a la construcción de una mayoría. Algunos son representantes de fuerzas provinciales, como pudo verse en Neuquén hace diez días. Hay movimientos similares con los jefes políticos de Río Negro y Misiones. Sus efectos ya pueden notarse en el Congreso, donde el aporte de los bloques minoritarios pudo destrabar la paridad y darle curso a proyectos oficialistas.
Además, el candidato quiere seducir a sectores del establishment que todavía no le confían dándole lugar a economistas con los que trabajó buena parte de su carrera pero se mantuvieron en la oposición estos años. Uno es Roberto Lavagna, que finalmente no fue anunciado como parte del equipo en el debate del último domingo, porque las réplicas se llevaron ese momento, aunque estaba en los planes. La noticia podría darse esta noche, si Massa lo considera pertinente. El exministro de Néstor aceptó ponerse a la cabeza de un órgano de consulta en materia económica.
Pero los esfuerzos proselitistas van aún más allá. Dirigentes como Miguel Angel Pichetto y Juan Manuel Urtubey ya comenzaron a desandar su camino de regreso al primer hogar político: el peronismo. También existen charlas avanzadas con gobernadores electos, como el puntano Claudio Poggi, el sanjuanino Marcelo Orrego y el santacruceño Claudio Vidal. Provincias que aparecen pintadas de amarillo en el mapa pero que ante la inminente disolución de Juntos por el Cambio buscan otro destino y encuentran en Massa el puerto más cercano.
El acelerado proceso de descomposición de la alianza que gobernó el país entre 2015 y 2019 es un terreno fértil para que el candidato peronista siga tejiendo una futura mayoría. En la segunda y la cuarta sección electoral de la provincia de Buenos Aires son varios los intendentes opositores que pidieron boletas de Unión por la Patria para entregar cortadas. Hubo contactos similares por parte de gente que trabaja con Julio Garro, intendente de La Plata. Hasta el 22, mientras Bullrich siga en carrera, será todo subterráneo, que no es lo mismo que secreto.
En términos similares están avanzadas las tratativas con un sector importante del radicalismo. A su vínculo histórico con Gerardo Morales se sumó recientemente una excelente relación con Emiliano Yacobitti, forjada en la cámara de Diputados. El exvicerrector de la UBA viene advirtiendo hace tiempo que “es muy difícil que los radicales voten a Milei”. Massa confía en que la mayoría de la UCR quedará de su lado, aunque algunos halcones van a orbitar en torno a Milei, de la mano de Mauricio Macri. Nada nuevo bajo el sol.
Por último existen incursiones en el corazón del mismísimo PRO, donde el daño causado por el fundador en la interna podría hacer volar todo en pedazos por el aire. Emilio Monzó ya dijo en público que en un ballotage elegiría a Massa por sobre Milei. Horacio Rodríguez Larreta no lo hizo ante un micrófono encendido, pero habla con frecuencia con el ministro de Economía, su amigo durante muchos años, al que le prometió apoyo después de la primera vuelta. Hasta entonces hará campaña por Bullrich, aunque sólo él sabe qué boleta va a poner en su sobre el 22.
El plan A de Massa es que esa suma de apoyos, con su correlato en logística, capilaridad territorial, recursos y aparato le permita primero descontar, al menos parcialmente, la desventaja que tuvo en las primarias, para asegurarse un lugar en la segunda vuelta y ser competitivo ante Milei. Si lograse concretar el triunfo, también va a necesitarla para afrontar los primeros meses de su gobierno, con una situación económica y social muy delicada, poca paciencia de la sociedad y una oposición abiertamente golpista.
Se habla, sin embargo, un segundo escenario, que ya forma parte de los cálculos de los principales empresarios y dirigentes políticos del país. Tiene que ver con las características del plan económico del candidato de ultraderecha: la posibilidad de que una crisis política causada por la hiperinflación autoinflingida termine llevándose puesto a su propio autor. Una especie de 2001 en cámara rápida. En ese caso, la sucesión podría quedar, como entonces, en manos del Congreso, y más precisamente, de quien tenga la habilidad de concertar una nutrida mayoría.