Elecciones 2021 (y 2023): la guerra adelantada entre Macri y Larreta pateó el hormiguero opositor

La disputa entre Macri y Rodríguez Larreta por el liderazgo abrió la puerta a otros conflictos. El radicalismo imagina que esta es su chance y Lilita tensiona para negociar. El problema de la abundancia de candidatos. Vidal tiene que definir si juega para su equipo o para ella.

19 de junio, 2021 | 19.00

A un mes del cierre de listas la oposición es un hormiguero en estado de alerta y movilización permanente. La interna a cielo abierto entre Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta removió el sustrato de siete años de problemas asordinados y puso en movimiento varias capas geológicas de conflicto, que deberán saldarse, para bien o para mal, antes del 24 de julio. La división en las filas del PRO abrió una ventana de oportunidad para los socios menores, que se entusiasman con la ocasión para dejar los papeles de reparto. El radicalismo reincide en sus sueños de grandeza y hace un casting de candidatos atractivos para disputar el protagonismo. Elisa Carrió, que no tiene los mismos problemas de autoestima, hace cuentas menos ambiciosas pero más terrenales y aprovecha el entuerto para mover sus fichas con el fin de engrosar su representación parlamentaria.

Macri y Rodríguez Larreta decidieron anticipar la conflagración cantada entre los dos para dirimir el liderazgo de cara a 2023 sin calcular los efectos secundarios. Como en el juego de la gallina, aceleraron cuando estaban a tiempo de evitar el choque, cada uno pensando que el otro se apartaría del camino. En los últimos días se iniciaron algunas gestiones para desactivar la escalada, pero el esfuerzo parece ser too little, too late. En ambos boxes se preparan dirimir el asunto en las urnas, sin dar crédito a la posibilidad de un alto el fuego. Una interna para terminar con todas las internas. Una primaria proxy, en la que los verdaderos protagonistas no van a aparecer en la boleta. Un ajedrez jugado con fichas que tienen sus propias agendas y no siempre coinciden con la del jugador.

El alcalde porteño tiene motivos para forzar una resolución en las urnas. Los diputados y senadores que ingresen este año formarán parte del Congreso que acompañará la primera mitad del mandato del próximo presidente, lugar al que aspira públicamente para sí. Macri, como en los últimos dos turnos electorales, buscará llenar las listas de ultras que lo defiendan a cal y canto en las redes y los medios de comunicación y de colaboradores que podrían tener problemas judiciales en el futuro cercano. No es precisamente la materia prima que se imagina Rodríguez Larreta para construir una bancada que lo acompañe en su eventual gobierno. Tampoco quiere que esta campaña gire en torno a la gestión nacional de Cambiemos, tanto en materia económica como en cuestiones espinosas de las que prefiere no hablar, como las causas por espionaje, la mesa judicial o la corrupción.

Mientras los dos aspirantes están concentrados en ese duelo, otros aprovecharon para asomar la cabeza, abriendo una segunda interna. Este miércoles, el Comité Radical celebró un plenario para recibir al neurocientífico Facundo Manes, que será (si no vuelve a bajarse a último momento como en 2017) el primer candidato a diputado nacional en la lista que presentará la UCR para las PASO opositoras. De ese encuentro participaron con asistencia perfecta todos los dirigentes de primera línea del partido, que se comprometieron a trabajar para romper el aislamiento entre los liderazgos territoriales en pos de recuperar la construcción de un proyecto político a nivel nacional. Ven el quiebre dentro del PRO como la primera oportunidad real de una primaria competitiva en Juntos por el Cambio (o como vaya a llamarse en septiembre). Piensan en voz alta en un candidato propio para el 2023.

Los radicales, expertos en la cuestión, tienen su propia interna. Manes, a través de su hermano Gastón, diestro operador en territorio bonaerense, abreva en el sector que se referencia en el reciente ganador de la elección de autoridades de la UCR de la provincia, Maximiliano Abad. Por eso, ante la aparición de este nuevo jugador en el tablero, el otro bando, conducido por el eterno Enrique Nosiglia, comenzó a sopesar la idea de que juegue en esta elección Martín Lousteau, al que le quedan todavía cinco años como senador. El economista piensa suceder a Rodríguez Larreta en la jefatura de gobierno aunque también tiene en el radar una candidatura presidencial, si la ocasión parece propicia. El gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, en tanto, sueña con un dream team para 2023: él encabezando la boleta para presidente, Lousteau jefe de gobierno, Manes gobernador.

Cuantas más partes tienen expectativas de salir ganando en una primaria, más difícil es acordar. La incorporación de figuras como José Luis Espert, Ricardo López Murphy y Margarita Stolbizer añade dificultad a la tarea de confeccionar listas que dejen a todos contentos. A cambio, aportan una cantidad de votos incierta. El pronóstico no es auspicioso: ninguno corta muchas entradas. En 2019, Espert fue el candidato presidencial menos votado en la provincia de Buenos Aires; López Murphy estuvo en una boleta por última vez hace diez años, cuando se postuló a jefe de gobierno porteño y obtuvo 25 mil votos; Stolbizer viene de secundar a Sergio Massa en el magro 11,3 por ciento de las elecciones de 2017 y en las últimas apoyó a Lavagna, que apenas alcanzó los 6 puntos. Ninguno garantiza un caudal de votos pero todos van a negociar como si así fuera.

Rodríguez Larreta, que apuesta a esa acumulación para pavimentar su inevitabilidad como líder de la oposición de cara a 2023, ofrece a los que quieran sumarse un piso bajo, de entre el 10 y el 15 por ciento, para que las listas puedan obtener representación en la oferta para noviembre. El amontonamiento de candidatos deja en una posición incómoda a Elisa Carrió, que necesita renovar cinco bancas de la Coalición Cívica y planea sumar por lo menos dos más, algo que se haría muy difícil cuando el botín tiene que repartirse entre tantas manos. Por eso esta semana salió a sentar posición, primero con un tuit donde advirtió que “no hay derecho moral alguno que permita que la dirigencia política juegue con fuego, tanto del oficialismo y de la oposición”, y luego en una entrevista en la que criticó abiertamente al PRO y se propuso a sí misma como candidata de consenso para la unidad.

La pirotecnia de Carrió apuntó en la misma medida contra Macri y contra el jefe de gobierno, que hasta hace pocas semanas parecía su aliado en el juego de tronos opositor. "Hay mucho destrato a los que acompañamos y a mi personalmente que trato de estar con todos. El radicalismo y mi partido se cansaron del destrato”, dijo. “Si no hay un llamado a la grandeza, yo puedo mediar pero no me dejan unir a la oposición. Las ambiciones personales son superiores. Hay mucha política que no entiende eso porque solo vive de la ambición y así no se puede salvar a un país”. Para repartir. Sin embargo, mientras le muestra los dientes a los dos, la exdiputada cuida su vínculo con otra dirigente del PRO con ambiciones presidenciales, María Eugenia Vidal, con la que este lunes compartirá un seminario de “acción política” por zoom organizado por el Instituto Hannah Arendt.

Aunque suele mostrarse como una socia subalterna de Rodríguez Larreta, la exgobernadora de la provincia de Buenos Aires se anotó ella misma como precandidata presidencial, un proyecto en el que viene trabajando desde el año pasado y que antes había sido blanqueado por otros dirigentes, como el presidente de la bancada del PRO en la cámara de diputados, Cristian Ritondo. No queda claro si prevalecerá la que acompaña o la que desafía. Vidal también guarda la llave del secreto más taquillero de este cierre de listas. No será candidata bonaerense, como le pidió Mauricio Macri. Allí podría ser prenda de unidad pero se expone a una nueva derrota que la sacaría de carrera para el 2023. No informó aún si volverá a radicarse en el territorio porteño o si dejará pasar este turno para concentrarse en el premio mayor. La respuesta a esos dos interrogantes es inseparable.

Porque en el fondo, Vidal y Rodríguez Larreta protagonizan la última interna de la oposición de cara a las próximas presidenciales. La más subterránea, tapada por capa tras capa de conflictos y duelos que atraen los focos. Pero acaso la decisiva. La incógnita deberá resolverse (not with a bang but with a whimper) antes del próximo cierre de listas. La presencia de Vidal en una boleta puede cambiar el equilibrio de las PASO. Si ella acepta ser candidata en CABA contra Patricia Bullrich, jugará para allanar el camino a la Casa Rosada de Rodríguez Larreta: si gana, capitaliza él y si pierde, la que arriesga su chance es ella. Sería una verdadera jugada para el equipo. Si, por el contrario, decide no participar, preservará intactas las chances que ella cree tener de cara al 2023 al costo de lesionar la oferta de su sector, que no tiene otra figura del mismo calibre para dar batalla este año.

Muchas puntas abiertas y poco tiempo para resolverlas permite prever un trabajo acabado a las apuradas. En 35 días, con el cierre de listas, tendremos algunas respuestas. Las demás deberán esperar a septiembre. Los opositores más optimistas imaginan que una primaria robusta con muchos candidatos competitivos sirva para darle volúmen a la oferta política de cara a las generales de noviembre. Otros temen que una interna no negociada, con tantos actores y tan poca organicidad, en estas épocas de sobregire e hipérboles ideológicas, termine tomando una deriva que, más tarde, resulte difícil de corregir. Como sea, queda claro que Juntos por el Cambio no saldrá de este proceso como lo empezó. Y no solamente por los ensayos para cambiar el nombre y el logo. Si Macri se impone en la maraña de internas, habrá consecuencias. Y si pierde, será el fin de una época.