En los últimos quince días, desde el cierre de listas, los candidatos de Juntos por el Cambio se vieron envueltos en una cantidad inusual de escándalos que solamente se explican por las fisuras que la interna opositora, con sus fricciones, abrió en el blindaje mediático que protegía hasta ahora a sus dirigentes. A la luz de esas peleas quedó en evidencia que el armado centrista que proponía Horacio Rodríguez Larreta quedó desdibujado en listas donde abundan el negacionismo, la violencia y la antipolítica:
El precandidato a diputado nacional, Ricardo López Murphy, que había comenzado la campaña con un spot que trataba de borrar con el codo su segundo apellido para que no se recuerde su experiencia como eyectado ministro del gobierno de Fernando de la Rúa, no tuvo mejor idea que aprovechar sus primeras apariciones televisivas para poner en duda la cifra de 30 mil desaparecidos (“está altamente inflada”, dijo) y calificar el terrorismo de Estado como un “terrible conflicto interno”.
Esas declaraciones empujaron a toda la coalición al barro. María Eugenia Vidal esquivó una condena a su adversario interno, excusándose en que “es un número difícil de saber con exactitud”. En el mismo tenor, la titular del PRO, Patricia Bullrich, dijo que “no hay una realidad absoluta ni un número que sea el definitivo”. Desde la UCR tampoco encontraron palabras para condenar el negacionismo. Facundo Suárez Lastra dijo que esa cifra “no debe ser cuestionada” pero que “no es un hecho fáctico (sic) sino un tema opinable”.
Horas más tarde, la noticia era la historiadora Sabrina Ajmechet, cuando salieron a la luz publicaciones en redes sociales cuestionando la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas y asegurando que la Noche de los Lápices, cuando la dictadura asesinó y desapareció a seis estudiantes secundarios, “fue un operativo contra un grupo montonero”. De nuevo, desde la conducción partidaria se justificó a la candidata (que también está denunciada por plagio): “Fueron mensajes con tono irónico”, sostuvo Bullrich.
En la misma lista que Vidal y Ajmechet aparece el tucumano Pablo Walter, un consultor político que forma parte de la conducción del PRO desde hace casi dos décadas. Sus antecedentes son llamativos: antes de desembarcar en el macrismo hizo su carrera política en las filas de Fuerza Republicana, el partido que encabezaba el represor Antonio Domingo Bussi. Fue concejal, diputado provincial y gracias a su cercanía con el militar condenado a prisión perpetua por sus delitos contra la humanidad llegó a ser nombrado senador nacional.
En las boletas de Juntos por el Cambio también tienen lugar otros negacionistas notables como el youtuber Franco Rinaldi, el denunciador serial Yamil Santoro y el ex agregado de la AFI en Alemania Darío Lopérfido. No es el único candidato vinculado a los servicios de inteligencia: Paula Oliveto está imputada por su colaboración con el espía preso Marcelo D’Alessio y Darío Nieto, el exsecretario personal de Mauricio Macri, involucrado en la causa que comenzó en Lomas de Zamora y pasó a Comodoro Py.
Nada de eso le cuesta a la coalición opositora un solo voto. El contrato electoral con el núcleo duro antiperonista acepta y por momentos parece alentar las rasgaduras al consenso democrátrico siempre y cuando sea a favor de ellos, como sucedió a lo largo de toda la historia reciente y no tan reciente. No puede decirse lo mismo del último exabrupto machista de los diputados Fernando Iglesias y Waldo Wolff, que impactaron inmediatamente en los focus groups relevados a diario por el equipo de Rodríguez Larreta.
Y aún así no pudo ordenarlos. Los diputados no solamente no retractaron sus expresiones, ni siquiera con todo el periodismo corporativo dispuesto a tirarse encima de la granada, sino que redoblaron la apuesta. Cuando Vidal intentó despegarse del daño que estaban haciendo, Lopérfido la acusó a través de las redes sociales de actuar como “policía del lenguaje” de sus compañeros y el propio Iglesias, cuarto candidato en la lista de la exgobernadora, agradeció esa intervención. Se llaman Juntos pero están rotísimos.
El problema fue que para poder elegir las cabezas de las listas el jefe de gobierno tuvo que lotear del resto de la boleta, renunciando incluso al poder de veto. El resultado está a la vista y ya comenzó a traerle problemas. Simultáneamente, la idea de que ese reparto significa una aceptación tácita de su liderazgo duró pocos días. Desde Europa, Macri deja hacer. Puso candidatos en casi todas las canastas y sus delegados tienen la orden de jugar a dos puntas, con López Murphy en la ciudad y con Facundo Manes en la provincia.
A Rodríguez Larreta se le escaparon las riendas de su campaña a poco de partir. Se imaginaba, a esta altura, discutiendo cualquier cosa menos del terrorismo de Estado, la soberanía de las Islas Malvinas o el comportamiento de dos diputados de su bloque. Con las intervenciones de Iglesias y Wolff, el foco de la discusión dejó de estar en lo que sucedía en Olivos, algo que beneficiaba a los opositores, para posarse sobre los ejemplares menos presentables de la bancada de Juntos por el Cambio. Pura pérdida.
(Breve paréntesis: se apuran los dirigentes del peronismo que piden la remoción de Iglesias de la Cámara. Su mandato vence en diciembre y si es nuevamente electo volvería a asumir sin problemas. Además, no corresponde a nadie más que a la voluntad popular merituar los méritos de sus representantes y sería un antecedente grave pasar por encima de ella como castigo a una opinión, por horrible que sea. Si Iglesias no representa los valores de su espacio, puede ser removido de la lista; si es candidato, será evaluado en las urnas).
(Otro breve paréntesis: el apuro de algunos diputados del Frente de Todos por censurar a sus pares en este caso hace aún más ruidoso el silencio alrededor de la denuncia penal que llevó adelante Wolff contra tres periodistas por el contenido de una nota publicada en El Destape, en octubre del año pasado. Wolff sigue siendo el titular de la comisión de Libertad de Expresión de la cámara baja, donde los periodistas deberían poder denuncias este tipo de presiones. Ninguno de los legisladores del oficialismo pidió su renuncia todavía).
El corrimiento a la derecha de la oposición en el marco de esta interna desbocada abre una ventana de oportunidad preciosa para el gobierno. Si es cierto lo que repiten todos los analistas políticos cada dos años y la elección de noviembre se define por un conjunto de votantes de preferencia maleable que representa al 10 o 15 por ciento del padrón, entonces el peronismo tiene un penal sin arquero. Con la pandemia aún en curso y una economía en recuperación despareja, lo más razonable es no arriesgar y patear fuerte y al medio.
En esa clave deben leerse algunas de las decisiones que tomó en estos días el tándem de Alberto Fernández y CFK, desde la alianza con Omar Perotti en Santa Fe hasta el pago de vencimientos con el FMI utilizando los fondos que ese mismo organismo giró para financiar la recuperación económica. Son unos 1800 millones de dólares (y otro tanto en diciembre, si no hay acuerdo antes) que volverán a Washington en lugar de volcarse en la economía argentina, con los que el gobierno apuesta a comprar unos meses de paz cambiaria.
Lo que falta por un lado debe compensarse por otro y es por eso que el Presidente aceptó apurar el lanzamiento de una serie de medidas que desarman, lentamente, parte del andamiaje de restricciones que rigieron la vida desde marzo del año pasado. Ya no hay margen para que permanezca un comercio o una industria con las puertas cerradas a causa de la pandemia: generar trabajo para reactivar el mercado interno es la prioridad número uno, dos y tres. Habrá nuevos anuncios sobre este eje todas las semanas hasta las elecciones.
Es una apuesta arriesgada, con la variante delta ya en territorio argentino, amenazando con una tercera ola. En la Casa Rosada confían en que el alcance del operativo de inmunización sea suficiente para que cuando vuelva a escalar el número de casos eso no se vea reflejado en la cantidad de hospitalizaciones y muertes, como sucedió en Gran Bretaña o en España. Los estudios más recientes demuestran que una sola dosis de cualquiera de las vacunas que se aplican aquí protegen con alta efectividad contra casos graves y muertes por Covid.
Resulta clave avanzar ahora con la protección a los más jóvenes, que están desprotegidos ante esta nueva variante supercontagiosa. Ya se están aplicando dosis de Moderna a los adolescentes con comorbilidades y en las próximas semanas comenzará la inoculación de todas las personas de entre 12 y 18 años cuando lleguen los primeros cargamentos de Pfizer. Mientras tanto, se avanza en los estudios pediátricos de esas dos vacunas y la china Sinopharm para los de menos de 12, que podrían vacunarse antes de fin de año.
El éxito de los estudios de combinación de vacunas destrabó el cuello de botellas causado por la falta de dosis del segundo componente de la Sputnik. Mientras se aplican Moderna y AstraZeneca a aquellos que ya llevaban más de 12 semanas de demora, se confirmó la llegada al país de un nuevo vuelo procedente de Rusia con más vacunas y van a empezar a aplicarse las que se fabricaron en la planta de Richmond, en la provincia de Buenos Aires. En total, se espera completar 10 millones de esquemas más antes de las elecciones.