Muchas noticias quedaron tapadas por el tsunami político del fallo supremo que suspendió, sólo cuatro días antes, las elecciones en Tucumán y San Juan y dejó sin efecto las candidaturas de dos dirigentes peronistas, Juan Manzur y Sergio Uñac. Una fue el final de las obras de soldadura del gasoducto Nestor Kirchner. El 20 de junio, cuatro días antes del cierre de listas, está previsto que comience a funcionar.
Será una ocasión ideal para que el triunvirato que fundó el Frente de Todos vuelva a mostrarse sobre el mismo escenario para darle un cierre a una etapa para la coalición oficialista y hacer que empiece otra, enfocada no en el futuro. Eso, al menos, imaginan algunos dirigentes que están trabajando de manera subrepticia para que eso suceda. Una foto que sirva para dejar ir, con el último despojo de de dignidad, esa relación fallida.
El gasoducto no es una excusa más sino una oportunidad servida por el calendario. Una obra estratégica, que después de haber sido abandonada durante la administración de Mauricio Macri este gobierno reactivó y terminó en los plazos previstos. Un hito que está llamado a torcer la historia argentina y su recurrente ciclo de agotamiento externo. Un símbolo efectivo de gestión y futuro para un oficialismo anémico de las dos cosas.
Este proyecto lo hacemos colectivamente. Sostené a El Destape con un click acá. Sigamos haciendo historia.
Hubo otro momento crucial que esta semana naufragó en la agenda. Ante el foro de la Cámara de Comercio de los Estados Unidos en la Argentina, los dos candidatos presidenciales del PRO, Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich, que se encargaron de resaltar sus diferencias, coincidieron, sin embargo, en una definición estratégica: bajo un gobierno amarillo, vaya paradoja, el país no va a formar parte del BRICS.
Los dos respondieron la misma pregunta, seguramente dictada por los organizadores, haciendo la misma salvedad. Proponen maximizar el comercio sin profundizar el vínculo geopolítico, como si tal cosa fuera posible. La apelación compartida a un carácter moral o ideológico en el orden mundial sólo puede explicarse desde la mala fe o una ignorancia preocupante que desembocará sin remedio en perjuicios para los intereses nacionales.
Macri ya intentó congelar las relaciones con China una vez que llegó a la presidencia en diciembre de 2015 y dos años más tarde tuvo que viajar a Beijing a mostrarle el video de sus habilidades futbolísticas a Xi Jinping (a quien él mismo había calificado como dictador), para sacar del freezer las inversiones comprometidas en el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Sin esa demora, el gasoducto estaría funcionando hace tiempo.
La promesa no sólo es de imposible cumplimiento y tendrá un costo altísimo para el país durante el próximo mandato, si ganan. Esa definición de esos candidatos ante esa audiencia también es un ataque directo a los acuerdos que necesita el país en el corto plazo. Como ante el FMI y con los acreedores en pesos, la oposición vuelve a boicotear el financiamiento del Estado para precipitar una crisis terminal antes del final del mandato.
En este caso, se trata de un acuerdo del que depende la relación con los dos socios comerciales y estratégicos más importantes, China y Brasil. El ministro de Economía Sergio Massa recibió esta semana de manos del embajador Zou Xiaoli la invitación para viajar a concretar varios de ellos. La visita podrá concretarse en los últimos días de mayo después de varias postergaciones causadas por las réplicas internas de la puja global.
En Beijing, Massa firmará la renovación y casi segura ampliación del SWAP, el financiamiento de obras de infraestructura que incluyen un nuevo gasoducto para Vaca Muerta, parques solares y mejoras en la red eléctrica del AMBA. También inversiones en el sector del litio (incluyendo una fábrica de baterías) y un acuerdo integral para que Argentina sea el primer país en la región autorizado post pandemia a recibir turismo chino.
Luego viajará a Shanghai donde está invitado a participar de la reunión de directorio del Nuevo Banco de Desarrollo del BRICS. Allí se discutirá la modificación del artículo 7 del estatuto, que establece que solamente los miembros plenos del BRICS pueden constituir un fondo para emergencias utilizando crédito de la entidad. Eso destrabará el acuerdo de importaciones con Brasil y ayuda líquida a las arcas del Banco Central.
También pondrá en apuros a Estados Unidos, que debe asegurar rápidamente una renegociación con el FMI que le acomode a la Argentina desembolsos y vencimientos si no quiere quedar atrás en el ajedrez global. El acuerdo podría cerrarse días antes o después del viaje a China. “Nothing is off the table”, aseguran desde el Fondo: nada está fuera de la mesa de negociación. El gobierno todavía desestima intentar una devaluación controlada.
Al mismo tiempo Massa empezó, esta semana, a hablar más de política, como no lo hizo desde que asumió en el ministerio de Economía. Reclamó unidad y terminar con “las pendejadas” porque “no cabe ni un problema más”; un clavo en el cajón de las PASO que imaginaba el presidente Fernández para “democratizar” el peronismo. Es una incógnita si él todavía se considera ese candidato o solamente lo pide como gestor de la crisis.
Con la inflación corriendo ya bien por encima del cien por ciento anual en el caso de los consumos populares, su candidatura parece cada vez más lejana, aunque él no va a dejar de contemplar la posibilidad, y trabajar en esa contingencia, hasta que la chance no se cierre del todo. Si logra los dólares suficientes para capear definitivamente esta tormenta podrá presentarse como el ministro que pudo frenar dos corridas sin reservas en el BCRA.
A medida que la realeconomik avanza sobre las aspiraciones presidenciales de Massa la misma marea vuelve a llevar a la orilla una candidatura de CFK, múltiples veces descartada por ella en público y en privado. La convocatoria de la militancia para un acto el 25 de mayo directamente se hace a nombre de un eventual lanzamiento presidencial; peligroso manoseo de las expectativas sociales, si finalmente no se cumple el deseo.
El redoblar de la apuesta de la Corte Suprema, en tándem explícito con la oposición; todos ellos, cómplices, a su vez, de la impunidad en el ataque terrorista en su contra, y algunos incluso, sospechosos de haber tenido intervención en esa trama; parecen maniobras destinadas a empujar a la vice a competir, lo que implica, a fin de cuentas, someterse a la ordalía que ellos mismos ejecutan. Quedar, en definitiva, en manos de sus verdugos.
La osada decisión de los cortesanos de avanzar sobre las autonomías provinciales para suspender una elección y dejar fuera de carrera a Manzur y Uñac, dos gobernadores peronistas, demostraron la hipótesis de CFK sobre su propia proscripción, a tiro de un fallo extemporáneo de esta mayoría automática en el máximo tribunal que modifique las reglas de juego a pocos días de las elecciones.
Las rupturas no solamente suceden por arriba. La incertidumbre aviva las internas del peronismo de cada provincia, cada una con su mapa de deslealtades y oportunidades tomadas. El fallo de la Corte no solamente intentó evitar otra jornada electoral difícil para la oposición y recordar la amenaza que pesa sobre Fernández de Kirchner. También juega con la frágil salud de la coalición oficialista, mientras calienta sus motores la ambulancia.
Juan Schiaretti lanzó esta semana la idea de un Frente de Frentes que contenga a todo el arco político excepto Javier Milei y el kirchnerismo. La avenida del medio con otro sombrero. En Córdoba ya hablan de una fórmula en conjunto con Rodríguez Larreta de candidato a presidente y el Gringo como vice. Si se concretara, las dos opciones electorales surgidas del PRO llevarían en la boleta a exmilitantes del peronismo radicalizado en los 60s y 70s.
Los hilos atrás del truco exhiben que un acuerdo de esa naturaleza termina de vaciar de sentido la candidatura de Luis Juez, challenger de Juntos por el Cambio a su preeminencia provincial. La campaña de Juez ya estaba renga desde que el radical Rodrigo de Loredo se bajó de la boleta, según las malas lenguas a partir de gestiones del propio Schiaretti. El gobernador, se sabe, piensa primero en conservar su terruño.
Para que el acuerdo nacional prospere, el radicalismo debería aceptar otra vez (3/3) quedarse afuera de la fórmula presidencial. Mal pero acostumbráu. Tienen algunos incentivos para aceptar nuevamente la humillación: el armado legislativo en varias provincias, un lugar en la fórmula bonaerense (¿Santilli - Abad?) y, por sobre todas las otras cosas, el camino despejado para que Martín Lousteau le arrebate la capital a la dinastía Macri.
Un problemón para el expresidente que de pronto se encuentra ante la chance de perderlo todo. La estructura territorial, de campaña y fiscalización que le brinda el radicalismo a nivel nacional; el círculo rojo, con el que arrastra viejas deudas y desconfianzas, receloso de su acercamiento con el impredecible Milei; y la formidable caja que había armado en el gobierno porteño y que financió durante dieciséis años de su ambición política.