Sin haber asumido el poder, el triunfo de Donald Trump ya tiene consecuencias dentro y fuera de Estados Unidos. El gobierno de Javier Milei supone que desde ahora una potencia global legitima su intento local de exterminar a las organizaciones colectivas que no responden al poder económico. Aunque Trump tiene una agenda complicada en todos los frentes, la extrema derecha es puro triunfalismo y apuesta a que la anuencia social le permita prolongar la fiesta financiera hasta las elecciones legislativas.
La doble victoria de Trump -en el Colegio Electoral y sobre todo en el voto popular, después de 20 años- aceleró en los últimos días un proceso discreto que se había iniciado antes del 5 de noviembre. El staff del Fondo Monetario Internacional comenzó a dar pasos agigantados para completar la Evaluación Ex Post del programa que el Frente de Todos firmó con el organismo. Aunque todavía queda pendiente un desembolso y el programa no finalizó, El Destape pudo confirmar que la burocracia del FMI tomó nota del cambio de aire y contactó al menos a tres importantes ex miembros de la gestión económica del peronismo para avanzar con un balance de algo que todavía no terminó. Hasta hoy oculto, el objetivo del staff del FMI es claro: cumplir con el reglamento interno que obliga a cerrar una evaluación antes de firmar un nuevo programa y tener todo listo para volver a darle un préstamo a la Argentina de Milei. La urgencia es del gobierno de Milei, que necesita nueva deuda para financiar el dólar electoral planchado, pero también del organismo que le prestó a Mauricio Macri la cifra demencial que representó un 1227% de la cuota permitida para Argentina y más que triplicó lo aceptado para los créditos Stand-By standard.
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Alcanza comparar cuánto tardó el Fondo en hacer la misma evaluación cuando el FDT canceló el préstamo que había tomado Macri y decidió prescindir de 13000 millones de dólares de los U$S 57000 que se le habían autorizado. Recién en diciembre de 2021 se conoció el balance que ahora se apura entre Buenos Aires y Washington. Si Caputo logra aumentar otra vez la deuda externa argentina, la pregunta es con qué condicionamientos y con qué objetivo lo hará el Fondo: si será para fortalecer reservas, para reeditar la formación de activos externos o para pagarle a los fondos de inversión de Wall Street que financiaron el primer festival de deuda del reincidente Caputo hasta que se dieron vuelta y desataron la crisis del macrismo.
La hipotética visita de Milei a Mar-a-Lago y la designación del nuevo embajador en Washington podrían colaborar con ese proceso. Si el converso Daniel Scioli tiene el aval de Guillermo Francos, el candidato preferido de Milei es Demian Reibel, el asesor estrella que vive en Nueva York, donde fundó el fondo de inversión QFR Capital Management. Reidel está obsesionado con Silicon Valley, acompañó a Milei en los encuentros con Elon Musk y repite que una Argentina sin dólares puede convertirse en el cuarto polo mundial de la Inteligencia Artificial.
Sin haber cedido jamás a la presión del partido republicano que trató de jubilarlo durante cuatro años, el proteccionista Trump volvió al poder con el bonus track del voto de trabajadores y sectores medio bajos que antes votaban a los demócratas. Entre el cúmulo de razones que explican su regreso, la primera es que no tuvo oposición. La interna se redujo a la de su ex embajadora ante la ONU Nikki Haley, que solo pudo ganarle en un estado en las primarias. La externa fue la de un partido capturado por los intereses del establishment y los límites de un imperio menguante, que ya no puede con todo. Los demócratas cambiaron de candidato en medio de la campaña pero no de mensaje. El eje principal continuó siendo el de plantear una elección entre democracia y autoritarismo, algo parecido a lo que intentó UP ante Milei sin siquiera plantearse la pregunta de cómo la dinámica actual del capitalismo convive o condiciona esa democracia.
Lo que hubo no fue solo una rebelión anti woke como dice la extrema derecha y sus satélites sino un castigo a un gobierno que dedicó demasiados esfuerzos en financiar guerras ajenas y no pudo revertir el deterioro del poder adquisitivo que provocó la inflación pospandémica. En la gran potencia de Occidente, el debate sobre el eventual default de la deuda estadounidense fue el tema con el que los republicanos arrinconaron a Biden durante los últimos dos años en el Congreso. En una carrera de discursos xenófobos, la oposición le exigia a Biden dejar de financiar a Zelensky para blindar la frontera sur y expulsar a los migrantes que cruzan la selva del Darién para huir de países demasiada veces afectados por políticas de Estados Unidos. También las juventudes demócratas y de izquierda reclamaron dejar de respaldar a Netanyahu con inéditas movilizaciones que Biden prefirió ignorar.
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Trump se convirtió en una excepción histórica, el único ex presidente que vuelve al poder en los últimos 150 años después de perder una elección. La pandemia, que lo eyectó del poder, ahora fue uno de los factores que lo trajo de regreso. “Es la economía estúpido”, el eslogan de Clinton, se volvió en contra de los demócratas. Aunque la inflación se redujo en 2024 a la tercera parte de lo que fue en 2022 no alcanzó para recomponer ingresos de una sociedad gobernada por el mercado. Entre el aumento de precios y el pleno empleo, las nuevas generaciones se plegaron al sindicalismo en grandes compañías como Amazon, Starbucks y Apple, algo que no pasaba hace décadas. Biden tuvo que competir con Trump para ganar el respaldo de los grandes sindicatos y perdió el apoyo de la clase trabajadora. A sus 83 años, Bernie Sanders lo vio mejor que Biden.
Ahora, el multimillonario republicano tiene la posibilidad de liderar una ofensiva inédita contra el deep state que no le respondió como hubiera querido en su primera aventura. Con más poder, decisión y conocimiento y sin reelección, Trump debe resolver una serie de dilemas sin solución. No va a ser fácil, como lo advierten algunos analistas que ya empiezan a hablar de “Trump-flation”. Es lo que puede pasar si el proyecto MAGA intenta cumplir con todas sus promesas: abandonar la política antimonopolio de Biden en algunas áreas, permitir un boom de las fusiones empresarias como el que ya prevé Wall Street, aumentar el presupuesto, subir la tasa de interés y elevar los aranceles a los productos chinos. Además, por su baja tasa de natalidad y el grado de envejecimiento de la población, la economía depende de los migrantes que los republicanos desprecian y la política de fronteras cerradas podría impactar también en los precios.
Frente a demócratas que tuvieron el respaldo del establishment y de Wall Street, Trump se apalancó en las red de redes y la apuesta militante de Musk desde X. Ese vínculo asoma crucial para lo que viene. El magnate libertario estuvo en los festejos de Mar-a-Lago con su familia y destacó la apuesta de Trump a los programas de youtube como en el Joe Rogan que vieron 50 millones de personas, en su mayoría jóvenes.
Según un informe de AP, si Trump impone aranceles del 60% a todas las exportaciones chinas, puede afectar fuerte el crecimiento económico que proyecta el gigante asiático, hoy golpeado por alto desempleo juvenil, crisis inmobiliaria y deuda gubernamental. Es lo que hizo en su primer mandato, cuando impuso aranceles a más de 360 mil millones de dólares en productos chinos y forzó una negociación que derivó en una tregua comercial. Biden mantuvo la mayoría de esos aranceles y sumó este año otros al acero, los paneles solares y los autos eléctricos. Un acuerdo entre Trump y Xi Jinping para desactivar la guerra en Ucrania podría servir de acercamiento.
En Estados Unidos, algunos anticipan que el imperio de Musk puede cumplir un papel similar al de Google durante la presidencia de Barack Obama, cuando 29 ejecutivos de la compañía aterrizaron en la Casa Blanca y ocuparon puestos clave en las agencias federales. Musk, que presiona por apoyo estatal para pelear la carrera de la Inteligencia Artificial, ya recuperó parte de lo invertido en campaña con la suba de las acciones de Tesla. Detractor de la industria de los autos eléctricos, Trump puede quitarle subsidios al sector, algo que podría afectar sobre todo a los competidores rezagados de Musk.
Tan o más importante es el rol que el dueño de X puede jugar en la relación de Trump con China porque hoy la fábrica de Tesla en Shanghai -que abrió en 2020- produce la mitad de sus autos eléctricos. Según la revista de negocios Caijing, los ejecutivos chinos de autos eléctricos esperan que Musk incida en Trump para que abrace la industria y permita a las empresas chinas construir fábricas en Estados Unidos para aumentar la fabricación nacional y la creación de empleo. Musk, que estuvo en Shanghai en abril pasado, tiene un vínculo estrecho con la primera plana del gobierno de Xi Jinping. También el CEO de JP Morgan, Jamie Dimon - que rechazó ser secretario del Tesoro de Trump-, el de Starbucks, Laxman Narasimhan y el director ejecutivo de Apple, Tim Cook, tienen intereses en China. A principios de mayo, en la reunión anual de su fondo de inversión Berkshire Hathaway, el magnate Warren Buffett y su mano derecha Charlie Munger consideraron que las tensiones entre Estados Unidos y China eran "estúpidas" y plantearon que las dos potencias se necesitan mutuamente. Buffet tiene intereses en China desde hace años.
La asociación que el gobierno de Milei de la protesta con el terrorismo y la extorsión es parte de una ofensiva global de la ultraderecha, que el ideólogo Agustin Laje explicita con más detalle que Santiago Caputo. El influencer de la nueva derecha afirma que los demócratas ganaron las últimas elecciones con el voto de los ricos acomodados y el discurso de minorías victimizadas. Además, sostiene que el continente americano estuvo gobernado por la izquierda por un “accidente histórico”. “Ahora vamos a ver la derecha de verdad. Hasta ahora, estaba la tesis de que para enfrentar a la izquierda había que ir por el centro, había que ser bienpensante, políticamente correcto, había que fingir ideas que no teníamos simplemente para agradar y nadie podía decir ‘yo soy derecha’. Estábamos en el clóset. Lo que pasó en Argentina muestra que a la izquierda se la combate por derecha, no se la puede combatir por centro”, afirmó Laje el miércoles pasado, con alusiones críticas a Macri. Este miércoles, el politólogo de extrema derecha va a lanzar la Fundación Faro en Buenos Aires.
Una encuesta nacional de la consultora Sentimientos Públicos revela la profundidad del dilema opositor. Como contó El Destape, el trabajo muestra que el peronismo sigue siendo la opción predilecta de los que rechazan a Milei: el 51,5% de los consultados dice que existen chances altas -34%- o intermedias -17,5%- de votarlo. Su principal fortaleza está en la provincia de Buenos Aires, donde el 54% manifiesta voluntad de votarlo. Pero es un peronismo que ve envejecer a su base social y se aleja cada día más del voto joven: apenas el 37% de los menores de 29 años admite alguna posibilidad de votar peronismo, mientras el 63% de los jóvenes lo rechaza de plano.
Del análisis en función del voto en primera vuelta de 2023, hoy casi un 20% de los votantes de LLA se reconocen con chances de votar al peronismo: son, dice el estudio, los arrepentidos de Milei. La pregunta por qué tipo de peronismo hace falta es reveladora. El 45% dice que lo votaría solo porque las demás opciones son peores, el 25% apuesta por un kirchnerismo renovado, un 12% se inclina por un peronismo que vuelva a la doctrina de Perón, un 11% por un peronismo tecnológico postdemocrático al estilo chino y un 7% por un peronismo de centro con base en las provincias y apoyo de los sectores altos.
El estudio de la consultora que dirige Hernan Vanoli advierte una profunda mutación, de un partido de clases apalancado por el sueño argentino de inclusión y progreso, a un partido de clusters movidos por la ideología, la moral o la desesperación. Es, afirma, la opción de los desesperados, de los desahuciados por la recesión y de los indignados por la herejía simbólica libertaria.