Javier Milei quiere anunciar la salida del cepo durante el acto por el 25 de mayo, lo que dice bastante acerca de su idea de libertad. El problema sigue siendo el de siempre: faltan dólares. No hay fideos ni tuco, mal que le pese. La liquidación de la cosecha gruesa de soja tuvo el arranque más flojo desde 2016 y no solamente por razones climáticas. Las negociaciones con el FMI no facilitaron, todavía, un nuevo desembolso, ni siquiera con una pequeña ayuda de la mismísima CIA. Los inversores extranjeros piden garantías. No es nada personal, ya le conocen la cara a Luis Caputo y Federico Sturzenegger.
Aunque Milei volvíó a bajarle el precio esta semana, cuando dio un espectáculo en la cena de la Fundación Libertad, en el gobierno creen que la aprobación de la ley de bases puede darles la inyección de confianza necesaria para ablandar corazones corporativos que faciliten los fondos necesarios para la salida del cepo y que eso, a su vez, abrirá las tranqueras para que fluyan los dólares del agro. El tiempo apremia. El dictamen, como en enero, volvió a eludir el trabajo en comisiones, con apenas una pantomima de debate el jueves por la tarde. El lunes comenzará la discusión en el recinto de la cámara baja, con resultado incierto.
MÁS INFO
Este proyecto lo hacemos colectivamente. Sostené a El Destape con un click acá. Sigamos haciendo historia.
El oficialismo cuenta con una mayoría amplia para aprobar la ley en general, como en enero. Sin embargo el diablo está en los detalles, es decir en el tratamiento en particular, donde otra vez corren riesgo varios artículos clave. El gobierno todavía no puede garantizar el número para aprobar la delegación de facultades extraordinarias, ni la reforma del Estado, ni varias partes de la reforma laboral y del pacto fiscal, incluyendo el blanqueo y la restitución del impuesto a las ganancias. Son los mismos obstáculos contra los que chocó la ley en el verano. La pregunta, en todo caso, es cuánta motosierra aceptará Milei en su proyecto antes de tirar todo atrás otra vez.
Durante el fin de semana continuaban los contactos formales e informales para tratar de conseguir las voluntades necesarias, de a un voto por vez. En la oposición advierten que si esos votos que no estuvieron en enero y no estaban la semana pasada se dan vuelta en las vísperas, deberá prestarse atención a aquello que había dicho el presidente en febrero respecto a los diputados “que buscan coimas”. En la bancada de UP se preguntan, también, por qué el presupuesto de gastos reservados de la AFI pasó de 650 a 1500 millones de dólares y por qué el oficialismo traba la conformación de la comisión bicameral de control de los organismos de inteligencia.
El impulso a la ley de bases encontró respuesta opositora, sincronizada con el plan de lucha nacional que comenzó el martes con una manifestación histórica. La fallida sesión especial del miércoles pasado, para tratar el presupuesto universitario, el Fondo de Incentivo Docente y la fórmula jubilatoria, aunque no llegó a concretarse, fue una advertencia para el gobierno. La cita, convocada unilateralmente por el peronismo, juntó 124 diputados, a sólo cinco del quórum, y con un par de ausentes en la tropa propia. Fue el termómetro que se utilizó para tomar la decisión de ir a fondo contra el DNU 70/23 con una nueva sesión especial esta semana.
Como sucedió en el Senado, La Libertad Avanza intentará poner obstáculos, jugando al fleje del reglamento. El presidente de la cámara baja, Martín Menem, ya rechazó el pedido de sesión para el martes, porque posiblemente se superponga con la de ley de bases, que empieza un día antes. Podrá, quizás, postergarla, pero no evitarla. Tarde o temprano, como en el Senado, va a suceder. Cuando llegue el momento en el oficialismo confían en juntar los 129 diputados para dar quórum a la sesión y que a la hora de votar se sumen algunos más para conseguir lo que nunca antes en la historia: que el Congreso rechace un decreto del Poder Ejecutivo.
Aquí es importante detenerse. Si el gobierno cuenta efectivamente con los votos para aprobar, al menos en general, la ley de bases, y, al mismo tiempo, la oposición puede articular una mayoría para rechazar el DNU, es porque hay legisladores que van a apoyar al el gobierno en una votación y hundirlo en la siguiente, apenas algunas horas o días más tarde. Aunque suena contraintuitivo, porque una y otro forman parte del entramado normativo del mismo proyecto de país, hay diputados que creen que es una forma de simular cierta equidistancia y guardan la esperanza secreta de que el Senado tenga el valor para hacer lo que ellos no se animaron.
Pero esa inestabilidad nace, antes que nada, de un problema estructural que abriga las condiciones ideales para ese tipo de conductas. Es el problema de la fragmentación política en el Congreso. Hoy no solamente existe la dispersión en muchos bloques minoritarios sino que existen diferencias y movimientos al interior de cada bancada que transforman la tarea legislativa prácticamente en un ejercicio de negociación mano a mano, voto a voto. Un campo fértil para las aventuras individuales, la ambición de los valijeros y los community managers de diputados/influencers, y muy pobre para hacer política.
La integridad de La Libertad Avanza en la cámara baja duró menos de cinco meses y ya sufríó su primera ruptura, cuando el exjefe de bloque, Oscar Zago, se llevó a otros dos diputados después de que lo corrieran de la jefatura. Zago, titular del MID, trabaja junto a la santafecina Rocío Bonacci, de Unite, para armar una confederación de sellos de goma entre todos los que se resisten al avance de Karina Milei. La secretaria general de la presidencia tiene como prioridad que LLA sea un partido de alcance nacional y de esa forma no tener que negociar con quienes le dieron personería en 2023 a cambio de lugares en las listas y otros favores.
El problema del bloque ahora conducido por el cordobés Gabriel Bornoroni (uno que, a diferencia de Zago y Bonacci, aceptó quemar su sello y ponerse al frente del capítulo local de la franquicia) es que después de la ruptura quedó con 38 diputados y si se materializa la salida de dos más perdería su condición de segunda minoría ante el PRO, que tiene 37 bancas. Como Menem demoró hasta ahora la conformación de varias comisiones y la elección de sus autoridades, eso le permitiría a los amarillos reclamar para sí lugares que hasta este momento le corresponden al oficialismo, que ya perdió la presidencia de la comisión de juicio político.
En el PRO la situación no es mejor. La tensión entre Mauricio Macri y Patricia Bullrich sigue escalando, como quedó claro esta semana por el trato que se dieron en la cena de la Fundación Libertad. El expresidente la desplazó de la conducción del partido pero ella apunta a un premio mayor: arrebatarle la Ciudad de Buenos Aires. En la división de bancas aparece un tercero en discordia, con otros planes. Horacio Rodríguez Larreta reapareció esta semana en la marcha universitaria y movíó piezas en el Congreso: la senadora Guadalupe Tagliaferri, de su escudería, puso su firma para convocar a una sesión especial por el presupuesto universitario.
Esa sesión fue impulsada por Martín Lousteau, que conduce una de las facciones que aún conviven bajo el mismo paraguas rojo y blanco. Rodrigo De Loredo intenta encabezar otra, pero cada vez le quedan menos indios. Facundo Manes construye sin estridencias su propio rancho. Hay gobernadores y exgobernadores que apadrinan sus propias líneas internas. El envión de la marcha del martes pasado, que le ofrecía a la UCR una bandera exitosa y una narrativa hacia adelante, no duró ni 24 horas. A la mañana siguiente, más de la mitad del bloque de diputados se negó a dar quórum para discutir mejoras al presupuesto universitario.
Hacemos Coalición Federal, el espacio cuyo rostro más visible es el de Miguel Ángel Pichetto, ni siquiera debería ser considerado como un bloque porque nunca, desde que se conformó, todos sus miembros votaron juntos. Es, en todo caso, una Unión Transitoria de Escaños que permite a varios entrepreneurs legislativos negociar mejor sus lugares en el reparto de comisiones, y poco más. Incluso Unión por la Patria ya sufrió la deserción de tres diputados tucumanos. Otros podrían salir al rescate del gobierno este lunes: en Casa Rosada esperan una pequeña ayuda de santiagueños y catamarqueños si se empantana algún artículo, como el impuesto a las ganancias.
Esa volatilidad obliga a todos, oficialistas y opositores, a inventar alquimias llamativas para juntar mayorías ley por ley, o incluso artículo por artículo. Por ejemplo, para aprobar la ley de bases y el pacto fiscal en el gobierno van a tener que sumar votos de LLA, ex LLA, PRO línea Bullrich, PRO línea Macri, UCR línea De Loredo, varios partidos provinciales e incluso algunos peronistas. Y para rechazar el DNU la oposición va a necesitar apoyos de Unión por la Patria, la izquierda, la UCR línea Lousteau y Manes, el Partido Socialista, la Coalición Cívica, partidos provinciales y hasta, quizás, alguna ayuda de ex LLA como Carolina Píparo.
Cristina Fernández de Kirchner advirtió sobre esta situación en marzo de 2023, en Neuquén, durante una de las charlas que precedieron a la campaña presidencial. “¿Qué es la fragmentación política?”, se preguntó, “miremos un poquito en la región. En el año 2011 dos partidos políticos en Perú tenían el 65 por ciento de las elecciones. Hoy, para juntar el 50 por ciento de los parlamentarios se necesitan cinco partidos políticos. El problema es que la gente se la agarra con la política y piensa, además, que viene uno y promete una cosa, viene otro… y la gente sigue convencida de que los políticos son los malos. No, son los modelos económicos”.
Lo que falta es justamente eso: el modelo económico. El martes pasado quedó claro que existe una coalición social en condiciones de construir la mayoría necesaria para ponerle límites a la capacidad de daño de Milei. Este miércoles el movimiento obrero será protagonista en otra marcha multitudinaria. Afortunadamente, la vara quedó alta. Lo que falta para completar el cuadro no es (todavía) un candidato, sino una propuesta económica superadora, no solamente a la de ahora sino también a las que nos trajeron hasta acá. La nostalgia, es evidente, no gana elecciones. El futuro sí. Y es el gran ausente en la interna que atraviesa a la oposición.
Discutir nombres antes que ideas encuentra siempre los mismos límites. Sucede que liderar no es lo mismo que conducir. La conducción es liderazgo con sentido. Según la RAE, “guiar o dirigir a alguien o algo hacia un lugar”. Sin una idea clara de país, sin tener una idea clara de hacia dónde ir y cómo hacerlo, no es posible la conducción. Sin una idea clara de hacia dónde ir se puede tener un candidato competitivo, como Daniel Scioli, se puede ganar una elección, como Alberto Fernández, y hasta se puede, excepcionalmente, encontrar un líder, como pasó brevemente con Sergio Massa durante la campaña. Pero nunca un conductor.
Las internas, necesarias, inevitables, serían más fructíferas para la patria, el movimiento y por último para las personas que aspiran ocupar ese lugar, si en lugar de escudriñar fotos y celebrar efemérides se discutieran soluciones concretas a problemas concretos. ¿Cuál es la receta de Axel Kicillof para la restricción externa? ¿Qué propone Máximo Kirchner respecto a la deuda? ¿Cómo recuperaría los salarios Martín Llaryora? ¿Qué plan tiene Sergio Massa para bajar la pobreza? ¿Cómo piensan combatir la informalidad y avanzar contra el núcleo de miseria estructural? ¿Quién tiene un proyecto estratégico para el desarrollo de la Nación?
¿Quién puede, además, contarlo con palabras que inviten a millones a imaginar un país próspero, atravesado por anchas autopistas y vías infinitas que unen los campos con las fábricas y las fábricas con puertos que nunca se quedan quietos y junto a ellos el hormigueo de astilleros botando barcos con bandera argentina para atravesar todos los mares del mundo, y en sus panzas industria nacional, y en el cielo titilan satélites argentinos, y la bandera flamea en la Antártida y en todos los barrios del país el humo de un millón de asados al mismo tiempo, y la risa en cada uno de esos hogares donde al final del día una familia se encuentra alrededor de la mesa para compartir la cena?