El país comienza a derrumbarse ante el abandono de Milei

La denuncia de El Destape desató un cimbronazo para el gobierno de Javier Milei. El presidente pasa demasiado tiempo afuera del país, ¿Quién gobierna?

02 de junio, 2024 | 00.05

Sandra Pettovello está aterrada. No quiere ir presa. La investigación de Ari Lijalad para El Destape que dio con cinco millones de toneladas de alimentos inmovilizados en depósitos del ministerio de Capital Humano inició una sucesión de escándalos dentro de la cartera que la involucran directamente, incluyendo delitos graves como incumplimiento de deberes, malversación de fondos públicos y amenazas, en el marco de un conflicto a cielo abierto con Comodoro Py. 

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De acuerdo al relato coincidente de un testigo en Buenos Aires y otro en California, durante el viaje que hizo esta semana el presidente Javier Milei tuvo que interrumpir varias veces sus actividades para contener a la funcionaria, que volvió a amenazar con la renuncia, como ya había hecho otras veces. El respaldo también fue público, a través de sus redes sociales, de manera efusiva, reiterada y en horarios intempestivos de la madrugada en San Francisco, para mayor tranquilidad.

En el gobierno insisten: son inseparables. La relación comenzó siendo terapéutica, hace más de quince años. Ella es una de las pocas personas, junto con su hermana Karina, que pueden calmar a Milei en sus momentos más delicados. Por eso, sin otro pergamino, recibió la responsabilidad de gestionar cinco ministerios, que claramente excede sus capacidades y aptitudes. La dependencia entre los dos ahora es mutua, pero ambos eslabones siguen siendo inestables. Así de frágil todo.

Milei aterrizará en la Argentina esta noche después de haber pasado toda la semana afuera. Las horas que sigan a su arribo serán cruciales para el futuro de Pettovello. La salida del exsecretario de Niñez, Adolescencia y Familia, Pablo De La Torre, no funcionó como un cortafuegos sino que potenció el conflicto, revelando una trama de acusaciones cruzadas, sobresueldos y contratos truchos financiados con fondos de la Organización de Estados Iberoamericanos destinados a la compra de alimentos.

En un primer momento la ministra intentó clausurar el escándalo usando a De La Torre como chivo expiatorio, pero se topó con los límites que impone la realidad. Las denuncias de corrupción la comprometen también a ella y la decisión política de no repartir comida fue expresada en reiteradas ocasiones por las principales figuras del gobierno, comenzando por Milei. Las reglas de la política son claras en casos como este. Javier y Karina asumen el riesgo de sostenerla, por ahora.

Además de cumplir el mandato judicial de repartir los cinco millones de kilos de alimentos que existen en los depósitos, el gobierno tendrá, ahora, la tarea de montar nuevamente el complejo operativo que se requiere para comprar y repartir comida de forma cotidiana en un país en el que más de diez millones de personas dependen de algún tipo de ayuda para tener dos platos por día sobre la mesa. ¿Tiene, esta administración, la capacidad de llevar adelante esa tarea, que no es optativa?

Ya que estamos en tema: ¿Quién gobierna? ¿Alguien se encarga, en la Casa Rosada, de la gestión cotidiana de la inmensa maquinaria del Estado? Todo indica que no. El presidente pasa demasiado tiempo afuera del país y demasiado tiempo en las redes sociales. No tiene, casi nunca, agenda oficial. No suele hablar con sus funcionarios, exceptuando a la hermana y a Pettovello. Cuando está en el país visita poco la sede del gobierno y prefiere quedarse en la quinta de Olivos.

Según informó esta semana el periodista Sebastián Iñurrieta, en seis meses desde que asumió Milei solamente registró doce audiencias, la décima parte que Mauricio Macri o Alberto Fernández a esta altura de sus mandatos. Hay, seguramente, algo de subregistro de sus reuniones (que también es problemático, por no decir ilegal, y tiene como antecedente inmediato su estadía en el Hotel Libertador) pero el dato da cuenta del desapego con las responsabilidades que trae consigo el cargo.

Tampoco es Karina Milei quien se encarga de hacer andar el país cada día. Permanece en el exterior tanto tiempo como su hermano, del que no se separa nunca, y en la Argentina está abocada exclusivamente al armado político de un partido propio. Encuentra obstáculos y fuego amigo. La crisis en Capital Humano tuvo como coda la ruptura con Joaquín De La Torre, hermano del funcionario defenestrado, exintendente de San Miguel y armador libertario en conurbano norte.

Algunos gobernadores tienen la esperanza de que, a partir de ahora, sea Guillermo Francos el responsable de la gestión, pero hasta el momento se trata solamente de eso, una esperanza. En sus primeras horas como jefe de Gabinete se encuentra dedicado exclusivamente a conseguir que se apruebe una versión aceptable de la ley de bases. A pesar de haber inaugurado su tarea con un dictámen firmado, las disidencias pronostican un tratamiento tumultuoso en el recinto.

El modus operandi es el mismo que fracasó en el verano. A diferencia de Nicolás Posse, que prefería postergar cada paso hasta no tener garantizados los votos y apostaba, incluso, a ganar por cansancio, Francos elige una permanente fuga hacia adelante. Acuerdos parciales, promesas dudosas, negociaciones a libro abierto, compromisos vaporosos. Todo vale. Terminemos el día con una buena noticia y mañana vemos.  El riesgo es que todo se termine cayendo, como ya sucedió.

Habrá que ver hasta dónde puede llegar su tarea de componedor político antes que los hermanos vuelvan a ponerle límites. En qué momento chocará el pragmatismo del jefe de Gabinete con la cruzada ideológica del presidente. Hay quienes fantasean con que Milei se dedique a viajar por el mundo como referente de la ultraderecha global y le deje las llaves a Francos. Así, creen, el gobierno podría conjugar amabilidad con el establishment y gobernabilidad. Difícil.

Quien atiende cada vez más asuntos de gestión y se mueve por Casa Rosada como la persona a cargo es Santiago Caputo. Su rol inicial de consejero en asuntos de comunicación estratégica se fue ampliando y ahora asume responsabilidades de gestión en distintas áreas y comisariado político. Fue el gran ganador de la salida de Posse porque quedó a cargo del sistema de inteligencia, que sigue engrosando su presupuesto, a contramano con la austeridad aplicada en otras áreas.

En ausencia de los hermanos Milei utiliza un broche con el símbolo de “la mano del rey”, tomado de la serie de televisión Game of Thrones. De acuerdo a esa fantasía, su portador tiene autoridad real cuando el monarca no se encuentra en el palacio. Caputo es el intelectual orgánico que pavimenta la deriva autoritaria de Javier Milei. Sus opiniones, vertidas a través de cuentas anónimas en X que usa y descarta periódicamente, corren el límite de lo aceptable por el sistema, con poca resistencia.

No puede esperarse de él una gestión de los grises engranajes de la burocracia, pues considera que su reino es el de los grandes asuntos y desprecia el Estado, al que propone destruir. En su credo, compartido con el presidente, cuando algo no funciona no nace la necesidad de arreglarlo sino una oportunidad para venderlo, fundirlo, vaciarlo, eliminarlo o una combinación de dos o más de esas opciones. “No hay nada que gestionar. Sólo desarmar”, tuiteó el viernes por la noche.

Esa combinación de desinterés e incapacidad para afrontar las responsabilidad que trae consigo el gobierno ya comienza a exhibir sus consecuencias gravosas para el país y sus habitantes. La crisis autoinflingida en el sistema energético que estalló esta semana es el ejemplo perfecto. Una sucesión de decisiones estúpidas llevaron a la interrupción de la industria en todo el país por más de un día completo para evitar que los cortes afecten el tendido domiciliario.

El día del último paro nacional, el 9 de mayo, varios canales de televisión transmitieron toda la jornada con un contador en pantalla que iba diciendo cuánto dinero le costaba supuestamente al país la medida de fuerza. Esta vez se olvidaron de calcular las pérdidas que causó la falta de gas. Las empresas del sector advierten que habrá más cortes durante el invierno. Mientras tanto las facturas llegan a hogares y empresas con cifras que a veces multiplican por diez la del mes anterior.

Es un desguace planificado. El presidente de la Cámara Argentina de la Construcción, Gustavo Weiss, advierte que en la obra comenzada durante el gobierno anterior y suspendida desde el 10 de diciembre hay invertidos más de 6 mil millones de dólares del fisco, que van a perderse si esas iniciativas se dejan abandonadas durante cuatro años. Eso sin contar los problemas que cause la falta de mantenimiento sobre toda la infraestructura del país.

El paso del tiempo es implacable. Abandonado al descuido, todo comienza a caerse a pedazos. En el norte de Santa Cruz, cerca de la localidad de Cañadón Seco, apareció recientemente un socavón debajo del trazado de la Ruta 3. El intendente Jorge Soloaga denuncia que Vialidad Nacional solamente rellenó el hueco pero no se hicieron tareas estructurales de reparación. “Hicieron un simple amontonamiento de tierra”, advierte Soloaga, “falsa tranquilidad para hoy y tragedia para mañana”.

Si la ruta 3 se interrumpiera por un derrumbe, dos provincias argentinas quedarían aisladas por tierra del resto del continente. Quienes viven en Río Gallegos, o en Tierra del Fuego saben que cada vez que una protesta interrumpe el tránsito pueden pasar días o semanas sin encontrar frutas o verduras frescas en las góndolas. Además, por allí pasa el tendido de fibra óptica que brinda conectividad a toda la patagonia argentina. El escenario es potencialmente catastrófico.

El abandono no es cuestión exclusiva de los parajes lejanos al centro del país. En plena ciudad de Buenos Aires colapsó esta semana por falta de mantenimiento la terapia intensiva del Hospital Durand. Los pacientes tuvieron que ser trasladados a un área de menor complejidad. Las autoridades locales adoptaron rápidamente y con gusto la filosofía de abandono de la ciudadanía propuesta por Milei, como puede apreciarse rápidamente en cualquier paseo por las calles.

Hablando de salud: mientras las grandes prepagas acordaron con el gobierno y podrán retomar sus aumentos desde julio y devolver en cuotas lo que ya cobraron de más, las pequeñas empezaron a quebrar por tener mayores costos y menos clientes. Es el caso de Servin Vida, una de las 600 empresas inscriptas en la Superintendencia de Servicios de Salud para brindar esta clase de cobertura, y que tenía 2800 afiliados, en su mayoría adultos mayores y personas con discapacidad. 

En otro momento, el Estado se hubiera hecho cargo de transferir esa cartera a otra compañía para garantizar que todos ellos siguieran recibiendo el servicio por el que pagaron durante buena parte de su vida. El problema es que el DNU 70/23, en plena vigencia, establece que “en caso de quiebra, cierre o cesación de actividades de una empresa de medicina prepaga la autoridad de aplicación no transferirá la cobertura de salud de sus afiliados a otros prestadores”. ¿La gente hará algo para no morirse?