La invitación fue extendida por cadena nacional, el primero de marzo, “tanto a gobernadores como expresidentes y líderes de los principales partidos políticos”. Con el correr de las semanas se amplió la convocatoria a los gremios, a empresarios, a la iglesia y hasta a las fuerzas de seguridad y fuerzas armadas. La propuesta era encontrarse el 25 de mayo en Córdoba para firmar “un nuevo contrato social llamado pacto de mayo”, a imagen y semejanza de la agenda del nuevo gobierno. “Nuestras convicciones son inalterables”, aclaró.
Casi tres meses más tarde, lo que Javier Milei había imaginado como la puesta en escena de la capitulación del sistema político argentino ante su liderazgo, con la ley de bases como ofrenda sobre el altar, se convirtió en el espectáculo explícito de su soledad y del fracaso de esa idea de un gobierno avasallante, que llegaba a cambiar todo, sin nada. La construcción de su personaje parece incompatible con la idea de que exista un Plan B. Él promete morir con las botas puestas. El problema es que hay otros muy dispuestos a cambiar de calzado.
La fecha la marcó en el calendario él mismo y ahora parece inevitable que esa expectativa le juegue en contra. El aniversario de la Revolución de Mayo cayó en el final de su peor semana desde que está en el gobierno. El conflicto en Misiones aparece a marcar los límites de la austeridad extrema y cuestiona la idea de que el presidente conserva intacta su popularidad. La brecha se despertó, cayeron los bonos, la cosecha no se liquida y la actividad económica no repunta. Por el contrario, continúa la sangría permanente de puestos de trabajo, día tras día.
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La ley de bases sigue empantanada en el Congreso y cada día que pasa parece más difícil que pueda llegar a buen puerto. Simultáneamente la oposición empieza a encontrar los números para avanzar con una agenda propia que contradice directamente en asuntos sensibles, como educación y jubilaciones, la postura oficial. Y en vísperas del 25, cuando las ollas ya humeaban en las cocinas del todo el país con los preparativos para el locro, estalló una interna en el gabinete, que amenaza con partir la alianza de grandes capitales que lo apoyaron hasta ahora.
En ese contexto, una investigación de Ari Lijalad en El Destape reveló que existen por lo menos 5 millones de kilos de alimentos pudriéndose en galpones del ministerio de Capital Humano. Mientras, excusándose en cinco casos de irregularidades no comprobadas, el gobierno decide retacearle la comida a 10 millones de personas que dependen de los comedores populares para tener un plato en la mesa. Para la revista Time, que puso a Milei en su icónica portada, “es posible que se le esté acabando el tiempo antes de que su apoyo popular se desmorone”.
El presidente niega la crisis y dice ante las cámaras que “si la gente no llegara a fin de mes se estaría muriendo en la calle y eso es falso”. El jueves, el diario La Capital, de Rosario, informó la muerte de Antonio Fabián Luis, un hombre de 63 años que dormía en un banco en la céntrica plaza San Martín. El gobierno local calcula que la cantidad de personas que quedaron a la intemperie aumentó un 30 por ciento respecto al invierno pasado. En la ciudad de Córdoba, que recibió ayer a Milei, ya son más de 1000, informó esta semana la municipalidad.
En Misiones el conflicto va para diez días. A policías y docentes se sumaron trabajadores de la salud, judiciales y penitenciarios. El factor común es que se trata de trabajadores del sector público, afectados directamente por el recorte presupuestario. Según cifras del INDEC, entre noviembre de 2023 y marzo de 2024 perdieron, en promedio, veinte puntos de su poder adquisitivo. Las protestas de estatales se replican en todo el país. Las provincias no tienen recursos para ofrecer una solución. El gobierno nacional manda gendarmería.
No va a ser ninguna sorpresa si el siguiente paso lo dan los trabajadores informales, que perdieron tanto o más que el sector público, y que partían de una base mucho más baja. Tarda más en organizarse para protestar que sus pares registrados pero cuando se mueven suelen ser más disruptivos, porque tienen mucho menos para perder. El espacio público será el campo de batalla. Si la represión es la única respuesta, como sucedió ayer en Córdoba en la previa del acto, la violencia va a escalar. Mala noticia para Milei, aunque él y algunos funcionarios crean lo contrario.
Cruje el territorio y junto a él el mito de popularidad inexpugnable que algunos se apuraron en atribuirle al presidente. Cada día que pasa los gobernadores encuentran menos conveniente extender su colaboración con la Casa Rosada. La obra pública no se reactiva, las partidas no se destraban, las promesas, en general, no se cumplen. Eso impacta directamente en el Congreso, donde la ley de bases sigue empantanada sin conseguir, ni siquiera, dictámen para llegar al recinto. Los tres votos misioneros estaban en la cuenta del oficialismo, ¿siguen estando?
Aunque el DNU 70/23 resiste con aguante, la aritmética en la cámara baja tampoco asoma muy esperanzadora para el gobierno. Apareció una mayoría opositora que pudo forzar una sesión y acordar dictámenes en materia de presupuesto universitario y fórmula jubilatoria. No sólo eso: ante la advertencia de Milei de que cualquier norma contraria al espíritu de su gobierno sería vetada, el resto de los bloques trabaja para conformar una mayoría calificada que le permita imponerse sobre el veto presidencial. En pie de guerra.
Crujen los acuerdos políticos y con ellos cruje el frente financiero. Cuando el presidente responsabiliza al Senado por la suba de las cotizaciones paralelas del dólar intenta deslindar sus responsabilidades pero en realidad acierta: la frágil tranquilidad macroeconómica que gozó los últimos meses sólo estaba sostenida en la expectativa de que el gobierno conseguiría apoyos amplios que den sustento a sus reformas económicas. Sin apoyos no hay expectativas, sin expectativas no hay tranquilidad, sin tranquilidad se disparan el dólar y el riesgo país.
En ese escenario se desarrolla la primera crisis en el equipo de gobierno. Es cierto que más de la mitad de los cargos en la administración central siguen vacantes y que desde diciembre hasta acá las renuncias en segundas y terceras líneas se vienen sucediendo prácticamente a diario. Esta vez el temblor llegó mucho más alto. El jefe de gabinete, Nicolás Posse, está de salida. Decidió dar una batalla política contra Karina Milei y perdió. Ahora va convertirse en el chivo expiatorio de todos los problemas que tuvo, hasta ahora, la gestión.