El compromiso de Milei con los megamillonarios

En la previa del G20, y a horas de haber estado con Trump y Musk en Mar a Lago, Milei ordenó no acompañar la propuesta para gravar a los superricos. 

17 de noviembre, 2024 | 00.05

El jueves por la noche la delegación argentina que participa de las negociaciones previas a la cumbre del G20, en Río de Janeiro, sorprendió a sus pares de todo el mundo al anunciar que el país cambiaba la posición que sostuvo durante todas las conversaciones para objetar la inclusión por consenso en el documento final de una propuesta para que se cobre un impuesto global a los megamillonarios, una de las principales propuestas del anfitrión, Luiz Inácio Lula Da Silva.

Las nuevas instrucciones, que sorprendieron incluso al personal diplomático de carrera que forma parte de la delegación, llegaron a Río directamente desde Mar-a-Lago, la residencia de Donald Trump en Florida, Estados Unidos, donde por esas horas Javier Milei participaba de una ceremonia de gala en la que también estaban algunos de los magnates que serían alcanzados por la iniciativa si alguna vez se pone en práctica.

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“En la recta final de las negociaciones, Argentina cambió posiciones ya acordadas y corre el riesgo de quedar fuera del documento final”, escribió la periodista Janaína Figueiredo, de O Globo, en una nota en la que da cuenta que fuentes del gobierno brasileños denunciaron que “los argentinos están traicionando un texto y un lenguaje ya acordados”. De acuerdo a la crónica, “los negociadores brasileños están furiosos con la delegación argentina”.

Otra cronista, Julia Duailibi, en el portal G1, escribió que “Argentina se ha convertido en un dolor de cabeza en la negociación de la declaración final que firmarán los jefes de Estado en Río la semana que viene” y detalló que “el gobierno de Javier Milei no sólo se resiste a mencionar en el texto final la tributación de los superricos, sino que también quiere retrotraer los términos utilizados en el texto firmado en octubre por los ministros de Finanzas y los presidentes de los bancos centrales”.

Ese texto, aprobado en Washington en una reunión preliminar el mes pasado, habla de “lograr un sistema tributario internacional más justo, más inclusivo, estable y eficiente, adecuado para el siglo XXI, reafirmando nuestro compromiso con la transparencia tributaria y fomentando el diálogo global sobre una tributación efectiva, incluso para las personas con un patrimonio neto ultra alto”. Desde Mar-a-Lago Milei decidió que Argentina no adhiera a ese principio.

La propuesta de Lula está basada en un estudio del economista francés Gabriel Zucman que señala que aplicar una tasa mínima del 2 por ciento anual sobre las fortunas de los tres mil individuos más ricos del planeta, aquellos que poseen más de mil millones de dólares (motivo por el cual es adecuado el término megamillonarios), podría garantizar una recaudación extra de 250 mil millones de dólares anuales que permitirían paliar algunas desigualdades a nivel global.

Es difícil pero crucial entender la diferencia entre un millonario y un megamillonario. Tal como explica Branko Milanovic en su libro Desigualdad Mundial: si una persona recibe un dólar por segundo tardará menos de dos semanas en juntar su primer millón pero treinta años más tarde aún no habría llegado a mil millones. Para juntar la fortuna de Elon Musk (que estaba con Milei cuando el presidente argentino ordenó oponerse al impuesto a los megamillonarios) harían falta nueve mil años.

Otra forma de verlo. Con doscientos millones de dólares a cualquier persona le sobra para mantener su mansión, un yate, un jet privado, varios departamentos en las ciudades más exclusivas del mundo, una colección de arte y el estilo de vida que elija, sin trabajar un sólo día más ni preocuparse por el provenir de sus hijos y sus nietos. Un megamillonario tiene, por lo menos, cinco veces esa cantidad de riqueza. Musk tiene 1500 veces esa cantidad.

En la Argentina, de acuerdo a la lista de Forbes, hay solamente seis personas que ingresan en la categoría: Marcos Galperín, Paolo Rocca, Alejandro Bulgheroni, Gregorio Pérez Companc, Eduardo Eurnekian y Eduardo Constantini. Entre los seis acumulan una fortuna conjunta algo superior a los 25 mil millones de dólares. Si se les cobrase una tasa anual del 2 por ciento solamente a ellos seis, el fisco podría recaudar el equivalente a 500 millones de dólares anuales.

No va a suceder mientras gobierne Milei. Convencido como está de que la acumulación y concentración del capital es la forma más eficiente de hacer funcionar la economía, no solamente no va a tomar ninguna medida que implique perjudicar a los megamillonarios locales y extranjeros, sino que adoptará todas las decisiones que considere necesarias para promover sus negocios. O directamente gobernará a la carta para los hombres más ricos del país y del mundo. 

Milei juega a ser la vanguardia de la ultraderecha internacional que impulsa la agenda de los megamillonarios. Lo que no parece entender, a juzgar por el entusiasmo que demostró esa madrugada en sus redes, es que su rol en realidad es el de conejillo de indias, sonriendo para la foto junto al científico y al dueño del laboratorio, orgulloso por haber sido elegido entre todos los roedores de su jaula el primero para entrar al laberinto. No es lo mismo.

No deja de ser peligroso para los habitantes del país que conduce en una deriva autoritaria que se profundizó esta semana y parece haber ingresado en una nueva etapa a partir del triunfo de Trump. La orden que ordena retirar retratos, esculturas o monumentos de figuras peronistas de los edificios públicos, y hasta la versión de que podrían demoler el antiguo Ministerio de Obras Públicas, eco patético de otras prohibiciones, no deja de resonar como una amenaza inquietante.

Como la interrupción de los beneficios previsionales de la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, son demostraciones de un poder que ya no es, ni pretende ser, democrático ni republicano, y que liberado de esas ataduras se arroga facultades inconstitucionales y las vuelca en la persecución desembozada a todo aquel que se ponga en el camino. Eso sólo puede prosperar con el fracaso o la complicidad de los otros poderes del Estado y los aplausos del establishment.

El mensaje tiene varios destinatarios. Por ejemplo, los gobernadores. El martes accedieron a bajar la sesión que iba a regular el uso de DNU porque el gobierno prometió que para el jueves estaría el dictamen del Presupuesto 2025 con los fondos que habían negociado. El jueves no hubo dictámen y aunque se supone que saldrá esta semana, algunos mandatarios ya están convencidos que no va a haber y nunca existió esa intención, sino que fueron sólo maniobras para ganar tiempo.

A ellos Milei les dice: esto no es una negociación. El que reparte los premios y los castigos soy yo. Los que jueguen bien conmigo pueden verse tocados por la varita mágica (como pasó con Tucumán, Salta, Misiones y Catamarca, que después de haber hecho un aporte inestimable para que el Gobierno pudiera blindar sus vetos recibieron, seguramente de casualidad, una parte sustancial de los fondos que reclamaban). Los que no, serán tratados como enemigos.