El lunes, cuando Alberto Fernández se entrevistó con el primer ministro António Costa, Portugal registró apenas 158 casos y una sola víctima fatal por Covid-19. El pico de los últimos días de enero y los primeros de febrero, cuando este país de 10 millones de habitantes acumuló 15 mil positivos y hasta 300 muertes diarias, quedó definitivamente atrás. No fue magia. Las medidas de restricción duraron varios meses. Hoy en día aún existe un toque de queda para la actividad comercial: a partir de las diez de la noche está todo (pero todo) cerrado. Las vacunas ayudan, pero tardan en llegar. Hasta ahora se aplicaron 4,4 millones de dosis; apenas un 30 por ciento de la población recibió al menos una.
La comitiva argentina arribó a Madrid cuando todavía duraba la resaca por los festejos que se desataron para celebrar el final del estado de alarma declarado el 25 de octubre de 2020. En el pico de enero España había llegado a 40 mil casos diarios; esta semana promediaron cinco mil. Desde comienzos de abril se mantienen debajo del centenar de muertes por día, cuando habían llegado a tener 500 a mediados de febrero. En la capital, gobernada por la derecha, que hizo campaña contra las restricciones, la nocturnidad sigue limitada: a medianoche cierra todo, sin excepciones. Llevan aplicadas 21 millones de vacunas a un 30 por ciento de los españoles y esperan alcanzar la inmunidad de rebaño en tres meses.
París, la ciudad luz, estaba apagada cuando llegó Fernández. El telón cae a las siete de la tarde y después de esa hora las calles adoquinadas quedan desiertas. Durante el día, la mayoría de los negocios no esenciales permanecen cerrados. No hay mesitas para tomar café ni siquiera al aire libre en las veredas de Champs Elysées. Tampoco turistas que quieran ocuparlas. A mediados de abril Francia tuvo un pico de 40 mil casos y 300 muertes por día; la cuarentena estricta logró reducir esas estadísticas a la mitad. Esta semana comenzarán a desandarse algunas de las medidas, si los indicadores sanitarios acompañan. Vacunaron al 29 por ciento de la población.
En Roma, este fin de semana flexibilizaron una hora el momento de cierre de los comercios, de las diez a las once de la noche. Italia llegó a tener 25 mil casos y 500 muertes diarias, en abril; las cifras vienen bajando de manera sostenida y hoy están en siete mil casos y poco más de 200 fallecidos. Hasta ahora aplicaron 26 millones de vacunas que alcanzaron para inocular al menos una vez al 30 por ciento de los habitantes. En vísperas de la temporada estival, el viernes el gobierno anunció la relajación de las restricciones para recibir turistas de los Estados Unidos, la Unión Europea y Gran Bretaña. La industria turística representa un 13 por ciento del PBI. El Coliseo, la Fontana di Trevi y la Piazza San Pietro están vacíos.
Antes de despegar de regreso a Buenos Aires, Alberto Fernández recibió las estadísticas actualizadas desde Buenos Aires. Los datos confirmaban el temor de que la baja de casos que había comenzado con las medidas de restricción tomadas a mediados de abril no sólo se frenó sino que está revirtiéndose, amenazando con una nueva trepada que tiene una base altísima de 25 mil casos diarios y con el sistema de salud ya en estado crítico, con todo el invierno por delante. En una breve charla informal, con el motor del avión ya encendido, uno de los periodistas que lo acompañó en el viaje le preguntó qué podía hacerse al respecto. “Ustedes ya vieron”, contestó el Presidente, “hay una sola forma de hacer las cosas”.
Las reglas de juego
La gira relámpago europea terminó con un resultado netamente positivo para Fernández, que se trajo de regreso al país todo lo que había ido a buscar, y quizás un poco más. El objetivo, tal como lo describió él mismo en la primera escala, no era modesto: "No queremos solamente arreglar con el FMI. Buscamos cambiar algunas reglas del sistema internacional", dijo en Lisboa. En cinco días, consiguió el apoyo explícito de los gobiernos de Portugal, España, Francia e Italia y guiños de la titular del Fondo, Kristalina Georgieva, el número dos del Banco Mundial, Axel van Trotsenburg, el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble y el papa Francisco. En pocos días se sumará a esta lista Angela Merkel.
Los cambios que impulsa la Argentina (y que pueden beneficiar a todos los países afectados por la crisis pandémica, particularmente a los de ingresos medios, donde vive el 65 por ciento de los pobres del planeta y existen las mayores brechas de desigualdad social y económica) son tres. El primero, la suspensión o eliminación de las sobretasas que triplican el peso de los intereses sobre los países más endeudados, tiene consenso unánime y se aprobará en la próxima reunión del directorio del FMI. Ese encuentro está pautado para octubre pero existen gestiones para adelantarlo al mes de julio, de manera tal de que el alivio llegue lo antes posible.
En segundo lugar, el ministro de Economía, Martín Guzmán, propone que los derechos especiales de giro que desembolsará el Fondo en agosto y correspondan a países ricos sean repartidos entre aquellos que más los necesitan. La cuota que corresponde a la Argentina es de unos 4400 millones de dólares y se utilizarán para enfrentar las consecuencias económicas y sociales de la pandemia. Si se aprobara este mecanismo, ese número podría duplicarse. El apoyo a esta iniciativa también es mayoritario. Aunque pueden haber impedimentos formales, como advirtió el aleman Schäuble el viernes en el Vaticano, existen alternativas, como la conformación de un fideicomiso para hacer esa redistribución.
El tercer punto es la extensión del plazo para refinanciar deudas. El estatuto del FMI no contempla planes a más de diez años y la Argentina necesita más tiempo para tener una situación sustentable. Un cambio de ese calibre en las reglas de juego necesita una maduración incompatible con la urgencia del país para cerrar un acuerdo con los organismos de crédito multilaterales. Sin embargo, en su primer cara a cara con Fernández, la propia Georgieva aceptó la necesidad de discutir este punto. Guzmán piensa en una fórmula que permita firmar un programa de facilidades extendidas a diez años y usar ese tiempo para habilitar una opción superadora. Resuelto eso, el Club de París dejará de ser un problema.
La coda del viaje fue una reunión John Kerry, exsecretario de Estado y enviado especial por el Cambio Climático del presidente norteamericano Joe Biden, que anticipa el próximo capítulo de las negociaciones, una vez consolidado el apoyo europeo. Fernández cuenta con una ventaja: en la sudamérica de Bolsonaro y Maduro, con Piñera y Duque sumidos en crisis sociales y políticas, el argentino aparece como el único interlocutor potable para Washington, que observa con preocupación la influencia china en la región. En la charla surgió la posibilidad de una cumbre en Buenos Aires con todos los mandatarios latinoamericanos y la presencia de Biden. La agenda verde puede abrir puertas financieras.
Hoja de ruta
Además de la pandemia, a Fernández lo recibieron en Buenos Aires otros problemas. La inflación por encima de cuatro puntos en abril terminó de pulverizar las expectativas que se habían volcado en el presupuesto. En el gobierno sostienen que las variantes que dependen de ellos (las pautas de emisión, el cumplimiento de las metas de déficit) se ajustaron a lo previsto, de la misma forma que cumplieron los sindicatos a la hora de negociar paritarias. Y que los aumentos excesivos se explican porque los empresarios continúan teniendo una actitud deshonesta para maximizar márgenes de ganancia, a lo que se suma a una inflación internacional que no estaba prevista.
El Presidente cree que un acuerdo con los organismos internacionales puede ayudar a traer calma en la población en el sentido que las noticias sobre la situación irregular del país causan agobio y proyectan inestabilidad. Sin embargo reconocen que el éxito en las elecciones de este año “está directamente atado al ritmo de vacunación y a que baje la inflación”. Respecto al problema de los precios, hay confianza de que lo peor ya ha quedado atrás y que los aumentos seguirán desacelerándose. Las vacunas seguirán llegando a un ritmo que permitirá aumentar aún más la velocidad del operativo. Antes de fin de año podría haber una dosis para cada argentino que la quiera.
Si esas dos variables están bajo control cuando llegue septiembre, la unidad del peronismo, que está consolidada a pesar de las tensiones internas y la aparición de figuras que sólo asoman la cabeza en años impares, será un obstáculo insalvable para las aspiraciones opositoras, entienden en el gobierno. Aunque la ciudad de Buenos Aires, Córdoba y Mendoza son distritos populosos donde la oposición tiene un marcado favoritismo, en el gobierno confían que obtendrán un triunfo contundente contra cualquier candidato en la provincia de Buenos Aires (“Ojala se presente Vidal, pero es inteligente y no lo va a hacer”) y en el norte y el sur del país, con resultado abierto en Santa Fe y Entre Ríos.
Mientras tanto, Guzmán, que regresa de Europa fortalecido por el apoyo que ayudó a acumular, intentará avanzar con su plan de expandir el gasto social sin desordenar las cuentas, a pesar de que ya entendió que deberá hacer algunas concesiones que no estaban previstas. El plan del ministro apunta al crecimiento de la productividad, el desarrollo del mercado de capitales en pesos y sobre todo la promoción las exportaciones, de forma tal de poder flexibilizar, lo antes posible, los controles de cambio. También habrá más cambios en la estructura tributaria: después de modificar Ganancias para personas y empresas, están trabajando en un aumento a la carga de Bienes Personales.
Fernández tiene una hoja de ruta y está dispuesto a atarse a ella: multilateralismo, orden fiscal, vacunas, redistribución de la riqueza, ampliación de derechos sociales, sostenimiento de la coalición de gobierno, apego al diálogo. Se parece bastante poco a la caricatura que de su gobierno hacen la oposición política, empresaria y mediática. Estará en él y en su equipo desdibujar ese retrato. De Europa se trajo nada menos que la negación definitiva de uno de los lugares comunes más afincados sobre el peronismo: el aislamiento del mundo. No alcanza con eso, pero es, en todo caso, un punto de partida tan bueno como cualquier otro. El día a día puede ser más ingrato que la diplomacia internacional. Manos a la obra.