El jefe de Gabinete, Nicolás Posse, al que los argentinos no le conocen la voz, viajó esta semana a Estados Unidos para reunirse con el titular de la CIA, William Burns. Fue la tercera cita entre ellos dos desde que Posse asumió su cargo, en el comienzo de la presidencia de Javier Milei. La familiaridad resulta llamativa, en especial en lo que respecta a Burns, un funcionario de primera línea del gobierno demócrata, poco accesible en general y con una agenda ocupada por otras relaciones más urgentes.
Aún más llamativa resulta la minuta del último de esos encuentros, este viernes, en la sede de la compañía en Langley, Virginia. Posse asistió acompañado por el ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo. Curiosa elección de pareja, que pierde el misterio cuando se da a conocer el motivo de la reunión: que la CIA ayude a “quebrar la resistencia del FMI” para conseguir “15 mil millones de dólares extra”, según informó desde el lugar de los hechos Román Lejtman, en Infobae.
Esa, y no otra, es la flamante doctrina de política exterior que Milei anunció ante la jefa del Comando Sur, Laura Richardson, a comienzos de este mes, en una desangelada trasnoche fueguina. Subordinación en todos los órdenes a cambio de nueva deuda, es decir más subordinación. La deuda, aseguran en el gobierno, se va a usar para “acelerar las reformas estructurales de la economía”. Un camino que, de acuerdo al propio presidente, termina en la dolarización. Subordinación al cubo.
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“Nuestra alianza con los Estados Unidos, demostrada a lo largo de estos primeros meses de gestión, es una declaración de Argentina para el mundo”, dijo Milei en aquella noche, despertando un visible entusiasmo en el embajador Mark Stanley. Un repaso de las decisiones que se tomaron desde la Casa Rosada a partir del 10 de diciembre puede ayudar a entender la naturaleza de un vínculo, que, como la voz de Posse, los argentinos no conocemos pero los yanquis sí.
Varias agencias del gobierno norteamericano incrementaron su actividad en el país en los últimos meses. El Comando Sur, con Richardson a la cabeza, hizo pie en Tierra del Fuego, punto neurálgico por su cercanía a la Antártida, por el pasaje entre los océanos Atlántico y Pacífico y por la ocupación de Gran Bretaña sobre las Islas Malvinas. En el sur Milei y Richardson impulsan la instalación de un puerto y una base conjunta, es decir con participación de fuerzas de ambos países.
El Pentágono también desembarcó en el otro gran escenario geoestratégico dentro del territorio nacional, que es la hidrovía Paraguay - Paraná, un corredor de transporte fluvial de más de 3400 kilómetros y al mismo tiempo una de las reservas de agua dulce más importantes del planeta. A partir de marzo, por un contrato firmado con la Autoridad General de Puertos, el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de Estados Unidos tendrá presencia allí. El acuerdo no pasó por el Congreso.
Las autoridades norteamericanas no ocultan que su principal preocupación tiene que ver con la influencia china en lo que consideran parte de su ámbito de influencia regional. Para ellos, Milei fue una oportunidad caída del cielo para hacer un contrapeso al Brasil de Lula. Por influencia directa del departamento de Estado de la Casa Blanca el gobierno argentino congeló la relación con Beijing a niveles peligrosos para un socio comercial irremplazable para la anémica economía local.
En poco más de cien días se decidió la salida de los BRICS+; una nueva postergación de la construcción de las represas Kirchner y Cepernic, en la provincia de Santa Cruz, financiadas por la empresa china Ghezouba; y la cancelación del proyecto para la cuarta central nuclear, también con capitales de ese origen. Todos los proyectos financiados por la iniciativa de la Franja y la Ruta también quedaron en el limbo de una disputa ideológica perjudicial para el país.
La embajada china, incluso, tuvo que llamar la atención del gobierno argentino en cuatro ocasiones (tres a través de las redes sociales, la cuarta con un comunicado oficial) a causa de declaraciones de funcionarios argentinos, como la canciller Diana Mondino y el vocero Manuel Adorni, que contenían falsedades sobre el vínculo bilateral. Mondino viajará a Beijing a fin de mes para recomponer la relación. La necesidad tiene cara de hereje: en junio vencen 5 mil millones de dólares del swap.
La compra de un escuadrón de 24 F-16 que se concretó esta semana también es una señal del encuadramiento con Estados Unidos y un alejamiento de China, otro oferente en esa puja para proveer a la Fuerza Aérea de aviones caza. Aunque se trata de una decisión con aristas ventajosas, que le brindará al país las capacidades aéreas que necesita con urgencia, la decisión da cuenta de que la nueva doctrina de política exterior no tiene una visión estrátégica, pues ata su destino a la OTAN.
Tuvo menos difusión que el look de Top Gun que lució el ministro de Defensa y Cosplay, Luis Petri, en Dinamarca, cuando encabezó el acto de compra de los aviones, pero la noticia más relevante de ese viaje ocurrió dos días más tarde, en Bélgica, cuando Petri presentó oficialmente el pedido argentino de incorporarse a la OTAN en condición de socio global, el máximo status que puede tener un país en esa alianza militar si no es europeo o norteamericano.
No es extensa la lista de socios globales de la OTAN: Australia, Colombia, Irak, Japón, Mongolia, Nueva Zelanda, Pakistán y Corea del Sur. Todos ellos, con la excepción de Mongolia, tienen algo en común: alojan en su territorio bases militares de los Estados Unidos, operadas por personal de ese país. Como en los juegos infantiles, cuando uno comienza a unir los puntos se revela una figura con bastante nitidez. Pero esto no es todo. Hay más.
La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, también estuvo de viaje en Estados Unidos. A su regreso, sin demasiada publicidad, envió al Congreso el proyecto para la anticipada ley antimafias. Lo más importante del texto es que, en nombre de la lucha contra el crimen organizado, habilita que se declare una suerte de estado de excepción policial sobre “una zona determinada, pudiendo comprender una o más ciudades, o un área geográficamente limitada”.
A partir de la declaración de esa “zona sujeta a investigación especial” las fuerzas de seguridad federales podrán “detener a una persona hasta por cuarenta y ocho horas” sin orden judicial y a disponibilidad del Poder Ejecutivo, mediante una autorización del Ministerio Público Fiscal. Además, dentro de esa investigación podrán realizarse allanamientos e interceptaciones de comunicaciones “encadenados”, sin orden judicial previa. En todos los casos la autorización recae sobre el MPF.
Bajo el paraguas del procurador interino Casal, cuya suplencia ya lleva ocho años, viene creciendo en el Ministerio Público la influencia del fiscal Diego Iglesias, a cargo de la PROCUNAR, la unidad especial para combatir el narcotráfico. De acuerdo a la ley que propone Bullrich, Iglesias será uno de los tres fiscales autorizados para declarar una “zona de investigación especial” y ordenar medidas en el marco de esos operativos. Además, es un estrecho colaborador de la DEA en Argentina.
“Si yo soy funcional a la DEA, la DEA es funcional a mí. A la DEA la uso, o me usa a mí, porque me aporta información de otras DEAs del mundo. No trabajo operativamente con la DEA bajo ningún concepto”, dijo el propio Iglesias en una entrevista con el periodista Julián Maradeo en 2021. La definición de organización criminal susceptible de ser perseguida bajo el nuevo régimen es lo suficientemente amplia para abarcar otras actividades que no tienen relación con el narco.
El cerco se completa. El Poder Judicial, que siempre fue sensible a los ánimos de la embajada, se lució la semana pasada con la operación sobre la causa AMIA, un fake news firmado por un juez de Casación y que rebotó en los principales medios y agencias del planeta. No quedan ya prácticamente lugares por colonizar. La subordinación es absoluta y abarca todos los ámbitos sensibles. La motosierra se llevó puesta, en pocos meses, la idea misma de soberanía.
Soberana es una Nación que decide por sí y en función de sus propios intereses. Por el contrario, cuando un país entrega su política exterior, su política comercial y su política de defensa, no hace más que convertirse en instrumento de la voluntad amoral de un imperio que, por definición, por doctrina y por instinto de supervivencia dispone, siempre, sacrificios a la periferia para preservar la metrópolis. Los argentinos conocemos de cerca el dolor que traen esos sacrificios.