Ocho días antes de las elecciones, Patricia Bullrich sigue intentando retener los votos que sacó su coalición en las PASO, una tarea que, según los manuales, debía ejecutar en las primeras 72 horas posteriores a la primaria. Es difícil predecir qué efecto tendrá el anuncio de que Horacio Rodríguez Larreta será su jefe de gabinete; probablemente no sea muy distinto que el de la martingala anterior, llamada Carlos Melconian, que con el diario del lunes causó más problemas que los que resolvió.
Lo que la naturaleza no da, Salamanca no lo presta: si la candidata de Juntos por el Cambio tuvo que recurrir por segunda vez a una figura que no formaba parte de sus planes originales es para suplir aquello de lo que carece. Los votos se conocen solamente una vez que se abren las urnas, pero los tomadores de decisiones en este país ya operan bajo la hipótesis de un ballotage que deja a Bullrich fuera de juego y concluye la experiencia de Juntos por el Cambio. Por momentos parece que ella misma también.
Cuando Rodríguez Larreta, poco antes de las PASO, anunció el apoyo de Facundo Manes y María Eugenia Vidal, su rival le bajó el precio a la jugada diciendo que sumaban “dos votos”. Tuvo razón. Cabe preguntarse cuántos cree que trae consigo Rodríguez Larreta; cuántos votos duros puede espantar de su propio electorado; cuánta paciencia tiene la sociedad argentina para otro experimento con doble comando y cuánto van a tardar en reflotar videos de la interna destructiva que tuvieron hasta hace dos meses.
También es interesante preguntarse por el rol que le quedaría en Juntos por el Cambio a Mauricio Macri, si finalmente este seleccionado de viudas e hijas consigue llegar al gobierno a pesar de todo, incluyendo la activa militancia del jefe del espacio en pos de la derrota de los que, en los papeles, juegan con la misma camiseta. En el equipo de Bullrich, sin muchas vueltas, le atribuyen al expresidente la difusión de audios ilegales que comprometen a Melconian en la comisión de posibles delitos. Finjan sorpresa.
Macri podrá asistir todas las veces que haga falta a actos de campaña de la candidata de Juntos por el Cambio, como hizo esta semana, y también apoyarla tibiamente en las pocas entrevistas que da. Esos gestos no mueven el amperímetro, y hasta pueden restarle a Bullrich, pues el expresidente sigue siendo el político con peor imagen del país. Sólo podría aportar votos a JxC si decidiera cuestionar seriamente a Milei, cosa que evitó hacer durante toda la campaña y no tiene previsto hacer en los pocos días que quedan.
Como se anticipó desde este espacio el domingo pasado, la estrategia del economista es hacer estallar una hiperinflación que le facilite el triunfo, primero, y luego la implementación de su misterioso plan dolarizador. Esta semana Milei fue la cara pública de una corrida cambiaria contra el dólar que tuvo como contraparte a una organización financiera clandestina vinculada a un operador de la City, Ivo Rojnica, “el Croata”, que manejaba desde sus oficinas en el microcentro el mercado del blue.
Fuentes al tanto de la investigación trabajan bajo la hipótesis de que existen vínculos entre el cuevista VIP y La Libertad Avanza y que actuaron de manera coordinada para provocar la suba descontrolada del dólar y una corrida contra los depósitos (que fue agitada en las redes con el hashtag #ChauPlazoFijo) que no solo le traería rédito político a Milei sino que también le dio importantes ganancias en dólares a quienes operaron esos días con las cartas marcadas. ¿Habrá candidatos de LLA entre los ganadores de esta semana?
Sergio Massa tiene por delante cuatro jornadas cambiarias hasta el día de la elección. En su equipo creen que las decisiones que se tomaron durante esta semana permitirán transitar los próximos días con menos vértigo que los últimos. El nuevo tramo del SWAP con China le dará algo de aire a las arcas del Banco Central, sobre todo de cara a una eventual segunda vuelta, que sucederá cuatro semanas después de la primera, una eternidad para un país sometido a tanta incertidumbre. Los argentinos merecemos ahorrarnos ese larguísimo vía crucis anunciado la próxima vez que elijamos, gane quien gane.
A pesar de que algunas encuestas se pusieron creativas justo antes del comienzo de la veda que previene su difusión (comienza la temporada alta de emojis de un pato, un león y un tigre), en los campamentos oficialistas se trabaja sobre la misma hipótesis desde mediados de agosto: Milei primero, Massa segundo, escenario abierto de cara al ballotage. Consideran que, hasta acá, se cumplieron todos los objetivos de la campaña: mantener el piso de votantes cerca del tercio del padrón, ganar centralidad y llegar competitivos.
Ya no queda tiempo para casi nada; las cartas están echadas. Cuando leas estas líneas faltará solamente una semana para la elección. Mientras transitamos los últimos días de la cuarta década de democracia ininterrumpida, hoy disputa el poder una facción que cuestiona abiertamente el consenso alcanzado después de la última dictadura. La dirigencia (política, empresarial, mediática) ha fallado a la hora de ponerle un límite. Deberá ser la sociedad argentina la que deba hacerse cargo de esa tarea.
Si algo queda claro a esta altura es que la violencia política no es un adorno ni un dispositivo periférico en el proyecto de La Libertad Avanza. Es el núcleo que define su identidad, desde la motosierra encendida hasta la reivindicación de Videla, y su también su praxis. Destruir. Estallar. Reventar. Quemar. Una pulsión destructiva que se sustenta en una mentira original, largamente incubada en la opinión pública: que estamos peor que nunca, peor que nadie y que no tenemos nada para perder. Es falso.
Este fin de semana largo, sin ir más lejos, se encamina a ser el mejor de la historia para el mes de octubre, con más de un millón y medio de personas que viajaron a hacer turismo en algún destino nacional. Las imágenes de las rutas repletas de automóviles y los lugares de descanso trabajando a capacidad completa no matizan la pobreza en la que viven cuatro de cada diez argentinos pero echan por tierra la idea de que estamos atravesando una crisis peor que la de 2001 o durante el macrismo.
Un último apunte: el trágico recrudecimiento del conflicto en Medio Oriente a partir del ataque perpetrado por la organización terrorista Hamas y la previsible respuesta del gobierno criminal de Benjamin Netanyahu da cuenta de que el mundo se ha vuelto un lugar más imprevisible y peligroso. Es importante valorar algo que muchas veces damos por sentado. América Latina, en general, y la Argentina en particular, con todos sus problemas y desigualdades, son tierras de paz y convivencia ejemplar. No perdamos también eso.