Buitres o vos: la pelea de fondo en las elecciones de Argentina

El peronismo tuvo la mejor semana en mucho tiempo gracias a las iniciativas de su candidato. Buitres, magnates, golpistas y neofachos sobrevuelan el país esperando la rapiña.

16 de septiembre, 2023 | 21.49

Sergio Massa fue el protagonista de la mejor semana de su campaña y, quizás, la mejor semana de los cuatro años de gobierno del Frente de Todos, a pesar de que también se conoció que el mes pasado fue el de más alta inflación en 32 años. El ministro de Economía y candidato presidencial de Unión por la Patria tomó por primera vez en este ciclo la iniciativa política, hilando una seguidilla de anuncios, medidas y proyectos que, promete, se prolongarán hasta fin de mes, cuando la ley electoral establece una veda para actos de gobierno que puedan promover la captación del sufragio.

En los últimos diez días, se anunciaron, anticiparon o concretaron las siguientes medidas:

  • Baja de retenciones a cero para las economías regionales.
  • Proyecto de ley Emplea PyME, con reducción del 100 por ciento de los aportes patronales por dos años para nuevos puestos de trabajo.
  • Eliminación del impuesto a las ganancias para el 99 por ciento de los trabajadores en relación de dependencia.
  • Proyecto de ley de Financiamiento Educativo que elevará del 6 al 8 por ciento del producto la inversión del Estado en ese área.
  • La devolución del IVA en productos de la canasta básica que significará un alivio de casi 20 mil pesos por mes para 18 millones de personas.
  • Proyecto de reducción de subsidios a grandes empresas en el marco de un Presupuesto 2024 con meta de un punto de superávit fiscal.
  • Proyecto de gravámen mínimo del 15 por ciento sobre las ganancias de multinacionales que operan en la Argentina, de acuerdo a un consenso con 138 países en el marco de la OCDE.
  • Apertura del Registro Unico de Solicitantes de Lotes, destinado a familias que necesiten un terreno para vivir o para producir. Esa propuesta la recogió de Juan Grabois, su rival en la interna de Unión por la Patria, que no movilizó al acto con movimientos sociales en el que Massa hizo el anuncio.
  • Proyecto de ley para regular las relaciones de trabajo en economías de plataforma, como Uber, Rappi y otras similares.
  • Proyecto de ley de reducción de jornada laboral a 40 horas semanales.

 

Todas estas novedades coinciden en un punto de apoyo, que es el que utilizará el candidato para apalancar lo que resta de la campaña, ya con una idea rectora de toda su propuesta política: la recuperación de la capacidad adquisitiva de los argentinos. Massa encontró su para qué, pudo traducirlo en medidas concretas y comunicarlo con claridad. Es difícil saber, todavía, si resultará suficiente para ganar una elección mientras los precios se escapan al 120 por ciento anual, pero por primera vez aparece la idea de que si sigue en carrera no es solamente por el rechazo que producen las alternativas sino que exhibe brillo propio.

En primer lugar, los anuncios le permitieron al candidato tomar la agenda por asalto y no soltarla, algo a lo que el peronismo se había desacostumbrado. Adicionalmente, puso en un brete a la oposición, que durante mucho tiempo tuvo el monopolio del debate fiscal y de la premisa, naturalmente popular, de bajar los impuestos. Ahora el oficialismo disputa ese territorio, fuerza a sus adversarios a elegir entre desdecirse brutalmente o acompañar una iniciativa que fortalece a Massa y además corre el foco de esa discusión a uno más productivo: ya no se trata de bajar o subir los impuestos sino de subirlos o bajarlos a quién.

Son, fundamentalmente, medidas que permitirán un alivio inmediato al maltratado bolsillo de la inmensa mayoría de los argentinos que tendrá un correlato positivo en los índices de consumo y actividad, que venían languideciendo. Además, son decisiones que llevan su impronta y le permiten despegarse del desgaste que arrastra la gestión de Alberto Fernández. Buscan parecerse más a un eventual gobierno Massa que a la experiencia actual, claramente insatisfactoria para la mayoría de la población. En otras palabras, proyectar un futuro diferente posible sin la necesidad de dinamitar todo en el camino.

Por último, y de forma accesoria, al adoptar como vector de su campaña la recuperación del poder adquisitivo, uno de los problemas más acuciantes para el país y al mismo tiempo ausente por completo del discurso mainstream y de las propuestas económicas de la oposición, estas medidas vuelven a darle un sentido político al peronismo en esta coyuntura, un mínimo común denominador que ayude a cohesionar las diferentes tribus incluso el día después de la elección, se gane o se pierda. Una respuesta más, ochenta años más tarde, a la pregunta que no se contesta dos veces de la misma forma.

Modus operandi

Dos noticias volvieron a echar luz sobre un factor central en este proceso político y que muchas veces se soslaya en los análisis y narrativas opositores, que son los intereses foráneos posados sobre la Argentina y sus riquezas. Buitres, magnates, golpistas y neofachos organizados y sobrevolando en círculos el territorio nacional, esperando la rapiña. Y sus terminales aceitadas con empresarios, medios y políticos locales, que ni siquiera disimulan sus carencias: allí donde deberían tener un proyecto de país solamente hay planes de negocios que darán ingentes ganancias a costas de 47 millones.

Sólo cuando la legisladora neoyorquina Alexandria Ocasio Cortez denunció la relación entre Paul Singer, titular del fondo buitre NML Capital, y el juez de la Suprema Corte de Estados Unidos Samuel Alito, algunos medios argentinos se hicieron eco de la noticia, que había salido a la luz en junio de este año a partir de una investigación del portal Propública reseñada por El Destape en una oportuna nota de Ari Lijalad. Allí se reveló que el magistrado hizo un lujoso viaje de placer a Alaska invitado por el multimillonario, con el que se sacaron fotos después de una excursión de pesca.

Seis años más tarde, Alito puso su firma al fallo que condenó a la Argentina a pagarle a los buitres más que a los acreedores que habían ingresado en las reestructuraciones de la deuda. Con ese fallo, Singer y sus socios se garantizaron un retorno superior al 1600 por ciento de la inversión que habían hecho comprando bonos nacionales a precios de rezago después del 2001. La sentencia se pagó durante el gobierno de Mauricio Macri, al que los mismos fondos especulativos ayudaron a llegar al poder (Singer aportó más de dos millones a la campaña) con un compromiso previo de que se harían los desembolsos.

No son teorías conspirativas: es un modus operandi muy aceitado. Ahora se repite en el caso YPF. Un fondo buitre, Burford, que jamás participó en el negocio petrolero, ni invirtió un peso en el país ni creó una sola fuente de trabajo, compró por 70 millones de dólares los derechos para litigar y ahora una jueza en Estados Unidos decidió que todos los argentinos tengamos que pagarle 16 mil millones de dólares a un puñado de multimillonarios que jamás le dejaron absolutamente nada al país. Algún día quizá nos enteremos que la jueza hizo un viaje o tiene una casa pagada por ellos y nadie podrá hacerse el sorprendido.

Tampoco puede sorprender, aunque desafía la capacidad de asombro, que haya tantos argentinos dispuestos a calzarse la casaca de sus victimarios. Sin ir más lejos, la candidata presidencial Patricia Bullrich tiene como asesores al quintacolumnista Alejandro Fargosi, exabogado de Burford, y a Alfonso Prat-Gay, que cuando fue ministro de Economía de Macri decidió pagarle a Singer y otros 12.500 millones de dólares cuando la sentencia en contra de la Argentina solamente ordenaba desembolsos por 1330 millones, casi diez veces menos. Todos ellos salieron a responsabilizar del desfalco al peronismo y no a los buitres.

Son los mismos buitres que ahora preparan un plan para financiar el plan económico del otro candidato opositor, Javier Milei. El diálogo que mantuvo esta semana con Jonatan Viale en LN+ resulta sugestivo:

 

- La dolarización es un hecho... 

- ¿Los fondos buit… los fondos de riesgo o fondos buitre, como quieras llamarlos?

- Sí, exactamente. 

- ¿Te están llamando?

- Sí, claro.

- ¿La quieren poner?

- Sí, claro, vienen y ellos te proponen la propuesta…

- ¿Te llaman por teléfono y te dicen quiero poner plata?

- Te llaman y te dicen tenemos una propuesta y nosotros nos centramos y hablamos y las discutimos.

- ¿Y te llaman a vos o llaman a Emilio Ocampo?

- Bueno, digamos, Emilio estuvo reunido el otro día.

- ¿Con fondos de inversión?

- Exactamente.

- ¿Y dicen quiero poner guita en la Argentina?

- Exactamente. Y te traen su propuesta de cómo reestructurar…

- A cambio de algo... no son filántropos... 

- Obvio que no son filántropos.

 

La pregunta que cabe hacerse es qué es eso que pedirán a cambio. Si se tiene en cuenta que los buitres del juicio de 2014 obtuvieron ganancias por el 1600 por ciento (es decir que cobraron 16 dólares por cada dólar invertido) y que el fallo de Burford contempla una tasa de retorno quince veces más alta; es decir si se tiene en cuenta de que se trata de esquemas de negocios basados en conseguir ganancias extraordinarias, no es difícil deducir que contra una inversión de 60 mil millones de dólares, que es la cifra de la que habla el equipo de Milei, las ganancias esperadas no se miden con dinero.
 

La nueva estrella del fascismo global

Esta semana Milei fue coronado en un firmamento donde brillan Donald Trump, Santiago Abascal, Viktor Orban y Jair Bolsonaro, entre otros líderes de extrema derecha que comparten no solamente algunas ideas políticas y muchas coincidencias instrumentales sino también un circuito operativo y financiero cuidadosamente tendido a lo largo de al menos una década: una suerte de internacional neofascista articulada alrededor de las ideas de Steve Bannon, el empresario de medios y estratega político que fue socio de Cambridge Analytica y asesor estrella de Trump.

La ceremonia de coronación fue la entrevista que le hizo Tucker Carlson, el vocero más prominente de esta alianza global de ultraderecha, en su programa que se publica a través de la red social X, ex Twitter. Carlson, que era hasta hace pocos meses el presentador mejor pago de la cadena Fox News fue expulsado sin previo aviso por la cobertura sesgada del intento de toma del Capitolio del 6 de enero de 2001. Donde hubo un golpe de Estado fallido para sostener a Trump en el poder después de haber perdido las elecciones, Carlson denuncia un complot del FBI para perseguir a los militantes del expresidente.

Desde entonces, Carlson emite su programa a través de X. Horas después de que se publicara la entrevista con Milei, las estadísticas de esa red social indicaban más de 350 millones de vistas, algo que desde el equipo del candidato fue celebrado como “oficialmente la entrevista más vista en la historia de la humanidad”. Es una afirmación que no resiste el más somero análisis. Por un lado, la red calcula como una vista cualquier reproducción de al menos dos segundos, es decir, lo que tarda el video en pasar por la pantalla durante un scrolleo rápido. Cada persona a la que se le apareció el video cuenta como un espectador.

En segundo lugar, si una misma persona repite reproducciones de dos segundos, cada una de ellas cuenta como un espectador extra. Una sola persona, si se dedicara a hacerlo, podría sumar 30 vistas por minuto, 1800 en una hora. Un call center dedicado a inflar ese número podría multiplicarlo las veces que sea necesario. Un dato llamativo es que en las primeras 12 horas desde que se publicó se acumularon 350 millones de vistas pero a partir de ese momento la velocidad de replicación cayó estrepitosamente y 48 horas más tarde las reproducciones no habían llegado a 370 millones. Un comportamiento poco natural.

Por otra parte, no hay transparencia respecto al algoritmo que decide qué contenidos mostrarle a los usuarios de X. No sabemos qué criterios utiliza ni cómo funciona pero filtraciones de antiguos empleados ya han dado cuenta de que en otras ocasiones el dueño de la plataforma manipuló esos mecanismos para beneficio propio. ¿Y quién es el dueño de X? Nada menos que Elon Musk, quien por otra parte ha demostrado, con varios posteos y comentarios en esa red durante las últimas dos semanas, que está bien al tanto de quién es Milei y cuál es el partido que está jugando. 

¿Cuál es el interés que puede tener Musk en Milei y en la Argentina? Entre sus múltiples negocios, el magnate nacido en Sudáfrica es dueño de una de las principales empresas de automóviles eléctricos del mundo: Tesla. Y los autos eléctricos necesitan, para funcionar, baterías de litio. En julio de 2020 un usuario de Twitter le recriminó que se viera beneficiado con el golpe de Estado en Bolivia, promovido por el gobierno de Trump a fines de 2019. Musk le contestó: “Vamos a dar todos los golpes que queramos. Deal with it”. Hoy podría decirnos: “Vamos a inflar a todos los candidatos que haga falta. Cúrtanse”.

Ese es el hilo que va desde Milei hasta Elon Musk y los fondos buitre que ofrecen sus propuestas para reestructurar la deuda y dolarizar el país. El litio, el gas, el petróleo, el Atlántico Sur, la hidrovía y todos los atributos de la soberanía nacional corren riesgo en las manos equivocadas. Por eso Milei es el nuevo niño mimado a los ojos de la ultraderecha internacional. Sabemos que están dispuestos a hacer lo que haya que hacer para ganar. Van a poner la plata que haga falta, van a operar lo que tengan que operar, como hicieron en 2015 y todavía lo seguimos pagando. No es una conspiración. Es un modus operandi.