Argentina al borde de la guerra: ¿qué hay detrás de la adhesión al Grupo Ramstein?

La posición del Gobierno de Milei rompió la posición de neutralidad del Estado argentino en un momento en que muchos analistas avizoran una posible escalada de la guerra en Europa.

19 de junio, 2024 | 00.05

Javier Milei y Luis Petri pusieron a la Argentina al borde de la guerra. La adhesión al Grupo de Contacto para la Defensa de Ucrania, encargado de proveer armamento y pertrechos militares a ese país, y la participación en la cumbre organizada en Suiza por Volodimir Zelenski dieron cuenta de que la decisión política de este gobierno es profundizar la participación del país en un conflicto que le es ajeno y en el que tiene mucho que perder. La dinámica bélica es, por definición, imprevisible, pero actores mejor preparados, que conocen de cerca la situación, avizoran una escalada en los próximos meses, que puede conducir al planeta hacia una conflagración a gran escala entre las grandes potencias.

El Grupo de Contacto, o Grupo Ramstein, con una sola m, por el nombre de la base de la OTAN en Alemania donde tienen lugar la mayoría de las reuniones, agrupa a 57 países que dan apoyo al esfuerzo militar ucraniano. Sus miembros son principalmente miembros o socios de la OTAN. Argentina es el primer país de América Latina en incorporarse. Formado en abril del 2022, cuando la guerra llevaba apenas dos meses, desde entonces ha colaborado con más de cien mil millones de dólares en armamento, incluyendo tanques, blindados, artillería y defensas antiaéreas, además de aportar inteligencia militar y otros servicios no determinados. Se trata de un nivel de colaboración sumamente estrecho.

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¿Qué puede aportarle Argentina a Ucrania en este contexto? Varias publicaciones especializadas en asuntos bélicos informaron la posibilidad de que se donen los cinco cazabombarderos de origen francés Super Étendard que se compraron durante el gobierno de Mauricio Macri y nunca pudieron volar a causa del embargo británico que pesa sobre el país desde la guerra de Malvinas. En el intercambio, el país recibiría drones franceses. En el verano había circulado otra versión sobre la transferencia de dos helicópteros Mi-171E de origen ruso. En el gobierno niegan ambas operaciones pero no saben explicar cuál va a ser el aporte que haga el país que justifique su adhesión al Grupo Ramstein.

Las novedades obligaron a intervenir al embajador ruso Dmitri Feoktistov, que el viernes pidió a las autoridades argentinas que “se abstengan de interferir en la guerra enviando armas a Kiev”. Para el diplomático, “el acercamiento entre Buenos Aires y los patrocinadores militares de Ucrania causa una profunda decepción” en Moscú. Por eso pidió que el país mantenga “su tradicional moderación”, lo que “contribuirá a preservar la naturaleza amistosa de las relaciones ruso-argentinas, que históricamente han sido inmunes a las tendencias políticas” de cada país. El intercambio comercial entre ambos alcanza los mil millones de dólares anuales, con un importante superávit para Argentina.

Las palabras del embajador no hicieron mella en el discurso que dio Milei en Suiza, en el marco de una supuesta “cumbre por la paz” en la que solamente participaba uno de los bandos. Allí, el presidente habló de un “gran giro que está dando el país luego de décadas de darle la espalda al mundo”. Por su parte, Petri sostuvo que “Argentina sigue trabajando por la paz y la estabilidad internacional, coordinando aportes en el campo de la ayuda humanitaria y defendiendo el principio central de la integridad territorial”. No está claro que el mandatario o el funcionario comprendan cabalmente las implicancias de sus decisiones y la complejidad del conflicto en el que están comprometiendo al país.

La semana pasada el presidente de Serbia, Aleksandar Vucic, dio una entrevista al medio suizo Weltwoche, en el que advirtió sobre un panorama muy diferente al que pintan desde el gobierno argentino: una guerra a gran escala entre la OTAN y Rusia puede volverse realidad en solamente tres o cuatro meses, advirtió. La mirada de Vucic es importante porque es uno de los pocos mandatarios que mantiene un vínculo fluido con Moscú y Kiev simultáneamente. Además, de los pocos que propone abiertamente iniciar conversaciones de paz que puedan conducir a una tregua extensa y alejen el peligro de una conflagración entre potencias. Es aleccionador repasar algunos de los conceptos de esa nota:

  • “En mi opinión, se está poniendo peor cada día que pasa. En palabras del famoso historiador Alan J.P. Taylor: ´El tren partió y nadie puede detenerlo´. Eso es lo que parece. Podemos ver un final oscuro para todo lo que sucede en Ucrania si los grandes poderes no hacen nada. Pronto, estoy bastante seguro, vamos a experimentar un verdadero desastre.”
  • “Lo que vuelve a esta situación aún más complicada es el hecho de que todo el mundo habla sólo de guerra. Nadie quiere alcanzar la paz. Nadie habla de paz. Paz se volvió casi una palabra prohibida. Dicen que es necesario el triunfo en la guerra para asegurar la paz en el futuro. Me llama la atención que nadie esté intentando concluir la guerra.”
  • “¿Por qué hablo de estar cerca del abismo? Analicemos la situación de la OTAN y Estados Unidos. No pueden permitirse perder la guerra en Ucrania. Rusia no puede triunfar. Los poderes occidentales pondrían en riesgo su patrimonio político. En segundo lugar, la posición de Europa y occidente en términos geopolíticos se deterioraría demasiado. Esto abriría, en tercer lugar, una caja de Pandora para otras agresiones contra occidente en el futuro. Pero miremos del otro lado. Si Putin pierde la guerra perderá, personalmente, todo. Su legado habrá desaparecido. Y en tercer lugar Rusia dejaría de existir o de tener el diseño que tiene ahora. Entonces, si los dos lados mantienen tanta distancia respecto a esta guerra, a sus deseos, a sus expectativas, eso significa que todo está en riesgo para ambas partes. Nadie puede darse el lujo de una derrota. Por eso digo públicamente que nos estamos acercando a un real desastre. Pero tengo otra pregunta: ¿Quién está dispuesto a perder un millón, dos millones, cinco millones, diez o quince millones de personas? Yo no y por eso no voy a participar”.
  • “No puedo hablar de Tercera Guerra Mundial, pero sí de una gran confrontación. ¿Cuán lejos estamos? Yo creo que no tan lejos. No más de tres o cuatro meses. Y existe el riesgo de que suceda antes que eso”.